ELOÍSA BALLIVIAN

Del mismo lado

Se despejó la bruma.

No alcancé a leer en su totalidad la nota sobre el presidente saliente Alberto Fernández, dado que la misma se me transformó en una clase magistral sobre personajes de dibujos animados que nunca fueron siquiera de mi preferencia.

Dicho esto, quisiera aclarar que no pertenezco ideológicamente a ninguno de los partidos que conformaron esa alianza gobernante, pero veo en cambio que hay situaciones que nunca han sido contempladas por el autor o por la revista. Y aquí sí quiero destacar una pregunta que jamás se considera: ¿qué hubieran hecho ustedes si entraran a gobernar un país que debido a decisiones del gobernante anterior no tiene ningún crédito externo y a los 60 dias se les declara una PANDEMIA? Yo, que he ejercido la profesion en grandes hospitales como el Hospital Muñiz y el Hospital de Clínicas les digo, siendo como ustedes sobreviviente de esa tragedia, que ningún presidente podría haberse destacado habiendo padecido esa circunstancia que ustedes olvidan o no consideran o no mencionan por motivos políticos. No sólo los gastos enormes de equipamiento, las vacunas, las personas que recibieron recompensas económicas por no trabajar, etc. Y agrego: un partido político opositor que en medio de esa dramática situación hacía marchas defendiendo la gran estafa al Banco Nación al grito de “todos somos Vicentín”.

Lamentable que entre los organizadores de este zafarrancho haya hoy una ministra. Lamentable tener que oir que algún ignorante le dijo al que asumió ayer la presidencia que podría haber habido tan sólo 30.000 muertos. Y así podría decir, analizando la deuda, que gran parte del aumento se debe a la deuda contraída con el FMI. El hombre no sé si sería idóneo, pero sí sé que Rubinstein y Guzmán tienen más pergaminos que los que ostenta el ministro que empieza hoy.

A veces las cosas son según la lente con que la que se miran. Pero cuando se hacen diagnósticos tan agresivos como “el peor”, no se fundamenta con el Pato Donald. ¿Y sabe que yo pienso que el peor fue Menem? Y no sé si al 2027 no diré algo similar del actual, porque el neoliberalismo nunca resolvió nada en Argentina.

Saluda atte,

–Dra. Susana Facal Leiros

Elijo el blanco como símbolo de la paz. Ya sé, no soy muy original. Y no es que me las doy de intelectual o de que esta izquierda no me represente en nada. No. Yo elijo el blanco como posición neutral. Perón hablaba de la “tercera posición” frente a las hegemonías ideológicas en los años de la Segunda Gran Guerra y entonces la Argentina fue neutral y luego dejó de serlo y dejó también entrar a los nazis que venían huyendo. Pero hay un llamado colectivo sobre el que no se puede ser neutral. ¿Por qué no se puede? ¿A qué nos lleva el no serlo?

Nos peleamos madres con hijas, padres y esposos, hermanos, amigos y amigas. Nos odiamos, nos descalificamos, racional y apasionadamente, con la vena al cuello, con los hombros pesados, con miedo, con resentimiento. Elijo el blanco como un llamado a la paz, porque otra no nos queda, porque el otro está ahí, hay que convivir con él, y porque el enfrentamiento electoral, y post electoral, esta idea de que vamos a perderlo todo o que vamos a ser dominados, estos dos bandos a los cuales por la opinión pública nos vemos obligados a elegir, van a dejar atrás las elecciones que van en serio, esas que una sociedad debe hacer para triunfar, gozar y no ser derrotada culturalmente.

Gane quien gane, no sabemos nada a ciencia cierta. Y el timón debemos aferrarlo igual, para conducir a todos, a todos sí, a un futuro colectivo sin pobreza y sin guerra.

El blanco para amarnos, el blanco para tolerarnos y para hospedarnos los unos a los otros. Vení, sentate a mi mesa, dormí por hoy en mi cama, mirá ésta, mi película.

A mí me importa poco de qué partido político es la gente que me gusta, blanco o negro, y creo que así deberíamos ser todos: bandera blanca.

Blanco y banco la libertad del que no piensa como yo, porque también él llora, se le descose un botón o le suda el sobaco. Y yo, en blanco, lo quiero.

–Valeria Devicienti

Estimados señores y señoras de Seúl:

Acabo de terminar de leer “Milei y la revolución de la normalidad“. Para mi sorpresa: palabras de razón, sensatez, criterio, sentido común. Algunos hasta jocosamente dirían que el autor se unió a “las fuerzas del cielo”.

Luego me di cuenta de que el autor es, curiosamente, el mismo de la entrevista a Esther Solano, una fascista repugnante que pretendió usar el terror para ir contra Bolsonaro (para sorpresa de nadie, una izquierdista). Vale aclarar que Bolsonaro (como Trump y muchos otros) es de mi simpatía más que porque no acompaña las medidas de demolición humana que lleva adelante la izquierda, si bien su perfil y trasfondo nada tienen que ver con la libertad. En nuestro país sufrimos los avances de esa mentalidad fascista de la mano del nefasto ex ministro de economía / pseudopresidente / candidato, que con la ayuda de corsarios como una cierta juez que no voy a nombrar, allanó en tiempo exprés a tuiteros de puro morbo y destrozó la economía para su propio beneficio partidario, entre muchas otras violaciones aberrantes a los derechos de los argentinos y ataques a la institucionalidad del país.

Esa entrevista a Solano, una oda al autoritarismo, me llevó a casi dejar de seguir Seúl por el volumen de propaganda “anti” que se manejaba en el portal, siendo esa quizá la peor de todas. Entendible, por lo que había en juego en el país y el miedo al que se acopló muchísima gente (más del 44%). Perdonable, pero imposible de olvidar a nivel intelectual y moral.

Me alegra ver que ahora se desdigan de lo vertido a tono con la campaña que quiso hacer el nefasto ya mencionado y que lamentablemente quiso aprovechar la gente de Bullrich a falta de una asesoramiento a la altura de las circunstancias.

Así como ambos candidatos del cambio se reconciliaron y ahora comparten gobierno, me alegra saber que los votantes podamos estar del mismo lado con la bruma ya despejada y viendo un panorama que nada tiene que ver con el infierno del que partimos.

¡Saludos!

–Manuel Kloster

 

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