Andrea Calamari

Descubrí tardíamente el cuento de Ted Chiang que inspiró la película de Denis Villeneuve «La llegada». Su exploración del tiempo no lineal y el libre albedrío supera la adaptación.

Leí sobre el Rober y sus famosas croquetas sin saber quién escribía. Esa lectura sin prejuicios me llevó a recordar cuando descubría libros en la biblioteca del pueblo, sin sesgos ni información previa.

Escritores en tiempos de guerra: desde Cervantes hasta Primo Levi, la compleja relación entre las letras y las armas a través de casos históricos de exilio, censura y muerte.

Vengo a hacer un repaso (inacabado) por elencos, catálogos, series, nóminas, inventarios y enumeraciones de la literatura.

Contar una historia con principio y fin es armar un simulacro que nos permite darle un sentido a lo que no lo tiene.

Una relectura de Barthes y la búsqueda de su madre en imágenes viejas me devolvió a ese sábado helado en que supe que era adulta.

Una columna de carácter performático en un diario y la advertencia de los electricistas ante el disyuntor.

Una lista de libros comprados con expectativas, iniciados con entusiasmo y abandonados por diversas razones.

Las familias construyen un lenguaje propio con códigos secretos y expresiones intraducibles que condensan significados profundos.

Algo más sobre Vargas Llosa, Spivacow y los libritos del Centro Editor.