ELOÍSA BALLIVIAN

Argentina es una ciénaga

El pesimismo se apodera de nuestros lectores.

La noche previa a las elecciones generales, aquellos que creemos en el potencial de Argentina nos fuimos a dormir con la ilusión de que íbamos a comenzar a transitar un camino nuevo que nos llevara a comenzar a construir un país desarrollado. Aunque las previsiones no eran favorables, la esperanza seguía intacta. Durante la jornada electoral, en redes sociales nos ilusionábamos con una revolución impulsada por nuestros abuelos, quienes habían sido duramente cuestionados durante la campaña electoral.

Llegada la noche, y cuando se abrieron las urnas, vimos como nuestra esperanza se iba desvaneciendo. Juntos por el Cambio fue relegado al tercer lugar. En ese momento, comenzó un duelo interno, compartido por más de seis millones de argentinos, quienes no se sienten representados en su propio país. Incluso muchos, y así podía verse en redes sociales, se sienten extranjeros y ven que su futuro está en otro lado.

Cambiemos fue desde su nacimiento una alianza republicana con vocación de poder. Fue una alianza con ansias de generar un cambio social, político y económico para torcer el rumbo de decadencia que se venía produciendo desde hace décadas. En sus cuatro años de gobierno, a pesar de su debilidad en el Congreso y las dificultades para implementar políticas de fondo, el gobierno cosechó innumerables éxitos. Se generó una revolución aerocomercial y de infraestructura, los indicadores de seguridad y calidad institucional mejoraron, al igual que la inserción del país en el mundo. El momento de mayor orgullo fue la presidencia del G20 en 2018, teniendo su mejor momento la cumbre de líderes en Buenos Aires. Fue la mejor demostración del trabajo en equipo y el talento argentino.

Al hablar de talento, Argentina ofrece innumerables ejemplos de destacados individuos e instituciones que, por medio del esfuerzo y su capacidad, han logrado trascender fronteras, ya sea en el mundo del deporte, las artes, el emprendimiento e impactar en el mundo. Deportistas como Lionel Messi, Emanuel Ginóbili, artistas como Martha Argerich, o emprendedores como Marcos Galperín y Pierpaolo Barbieri, son sus mejores exponentes. En muchos casos, son líderes que logran armar un equipo sólido que los respalda y salen a comerse el mundo. A pesar de ello, Argentina sigue sin poder encontrar su rumbo.

En 2019 la alianza Cambiemos perdió las elecciones presidenciales, instaurándose un nuevo gobierno Kirchnerista, volviendo a empeorar todos los indicadores que habían mejorado durante el período 2015-2019. Cambiemos, ahora Juntos por el Cambio, siguió siendo un actor relevante en la oposición, ganando elecciones provinciales y convirtiéndose en una fuerza política federal. De esta forma pudo mantener la esperanza de que una vez se realicen las elecciones presidenciales en 2023 iba a volver al poder y continuar con la agenda de cambio que venía desarrollando. Algunos creímos que el período 2019-2023 era un aprendizaje necesario para la sociedad sobre la necesidad de aplicar medidas de cambio estructurales. Esto no fue así, a pesar del esfuerzo demostrado por la candidata presidencial Patricia Bullrich.

De esta manera, Argentina entra en un doloroso momento cuyos resultados son imprevisibles. Tal vez es hora de reconocer que Argentina a lo largo de las décadas se ha transformado en una ciénaga. Como tal, tiene sus flores que crecen en la adversidad, claramente representadas por sus grandes talentos e instituciones pero, aunque nos ilusionen y nos permitan soñar con un país mejor, no podemos negar que Argentina es una ciénaga. Esto no implica claudicar en el esfuerzo de mejorar algún día, pero no sería sano negarnos a aceptar nuestra realidad.

–Santiago Ardisson

En las elecciones del pasado 22 de octubre de 2023 quedó confirmado un resultado que no fue el que muchos esperábamos: el balotaje entre Sergio Massa y Javier Milei. A raíz de ese resultado hubo días y semanas de alta intensidad política en las que el rol que tendrán los partidos que conforman Juntos por el Cambio tuvo la centralidad. Salieron partidos y dirigentes a expresarse a través de comunicados, dando apoyo o no a alguno de los candidatos. Reuniones que se dieron y otras que no se dieron, un supuesto dirigente político que quiso destruir una coalición, y más planteos cruzados ¿Pero se tuvo en cuenta el compromiso con el electorado? ¿Qué espera de la política el pueblo argentino que votó por una opción no kirchnerista?

Es entendible que para muchos dirigentes una contradicción o tensión inherente a procesos como el actual habite en ellos. A saber: la dicotomía entre algunos principios y lo que el propio electorado desea. Lo que ocurre detrás de esto es que en la política hay un compromiso entre los dirigentes y la parte del pueblo que quieren representar. Por supuesto que esto no obliga ni coacciona al político a tomar una dirección u otra, pero sí lo lleva a tomar una decisión a conciencia y de cara a su propio electorado en vistas a elecciones futuras.

Si se elige la neutralidad, que sea neutralidad. Si se elige apoyar a alguno, que ese apoyo sea explícito. No hay ningún problema con eso, aunque las cuestiones a señalar son dos: en primer lugar, que muchos argentinos que no quieren una opción kirchnerista en el Gobierno esperan que el espacio político que dijo representarlos no los abandone en una cómoda prescindencia y menos que sin haber ocurrido la elección ya se muestren explícitos apoyos y arreglos para ocupar diversas posiciones en un presunto gobierno de unidad nacional (presidido por Sergio Massa y acompañado por todos los funcionarios kirchneristas).

Vuelve a repetirse: cada dirigente es libre de hacer lo que considere más prudente, pero que luego no haya sorpresas si la opción de JxC deja de representar eficazmente un modelo de argentina distinta. El pactismo con el kirchnerismo solamente robustece la idea de sectores más radicalizados de que JxC dejó de ser una opción para los argentinos que no quieren un gobierno kirchnerista. Apoyar a Massa destruye una opción de oposición moderada y razonable que represente valores republicanos. Pase lo que pase el domingo 19, ¿cómo se le va a pedir en el futuro apoyo a la gente si en momentos de tormenta los dirigentes toman una posición ambigua o de acuerdo con el candidato oficialista?

Capítulo aparte es el uso que hace el kirchnerismo de los conflictos internos de una coalición para desacreditar a JxC como opción política y, por lo tanto, a los partidos que lo conforman. Podrá apelarse al voto en blanco, a valores democráticos, a evitar opciones que erosionen “los valores de la argentinidad”, pero ha quedado demostrado en la experiencia que esos valores al kirchnerismo poco le importan. Basta con tener presente que en la última semana mientras la predica electoral del Unión por la Patria era la democracia y la institucionalidad se avanzaba en el Congreso con un juicio político a la Corte Suprema y se hacía pública una red de espionaje ilegal al servicio de diputados del oficialismo.

La democracia es uno de los valores esenciales de nuestra república, recordar la lucha de Alfonsín en pos de la recuperación de un régimen democrático es algo que debe ser reconocido como uno de los valores esenciales de la política argentina. Las agresiones sobre ese proceso deben ser reparadas. Ahora bien, si nuestra historia política nos enseña que la democracia es esencial, también nos dice que puede estar en riesgo si los argentinos no la identifican como un medio apto para las legítimas aspiraciones de prosperidad del pueblo. Según un estudio de Poliarquía, el 72% de los argentinos se muestran de algún modo disconformes con los resultados de la democracia. Para que funcione, el país debe ser una escuela de ciudadanía.

Ante esto se plantea que Milei no es una opción democrática, pero ¿no se podría argumentar también diciendo que en las actuales condiciones las políticas como las que llevó a cabo el kirchnerismo generan desconfianza y socavan las instituciones democráticas? ¿Existe la seguridad de que un nuevo gobierno kirchnerista será garantía de la forma republicana de gobierno?

La opción de Milei es una opción con la que no se sabe con exactitud qué puede pasar, que tiene varias propuestas polémicas que deben moderarse. Se pueden hacer muchísimas observaciones, pero eso no borra una realidad de la que deben anoticiarse la actual oposición: entre el 50% y el 60% de los argentinos espera que las cosas cambien. ¿Cómo va a responder cada uno desde la política a ese llamado popular? Justamente ese llamado contiene una esperanza de cambio y de que las cosas mejoren. Estamos en democracia y los resultados de los comicios deben respetarse.

Nadie dice que haya que hacer cogobierno con Milei, ni que la única opción sea un apoyo a ciegas, ni que haya que hacerse cargo de lo que haga. Sino que se afirma que no se deben defraudar las expectativas que gran parte del pueblo argentino puso en un proyecto de cambio que por diversas razones no fue el elegido. Personalmente pensé (y sigo pensando) que el proyecto de Patricia Bullrich y Luis Petri era el indicado para gobernar argentina. Milité y acompañé fiscalizando este proyecto, pero los resultados fueron otros y deben ser respetados.

Decía Esteban Echeverría en su Manual de enseñanza moral que al momento de empezar a ejercer ciudadanía conviene que “tengáis una regla segura para formar juicio exacto sobre las cosas y los hombres públicos de vuestro país; a fin de que no os engañéis acerca de su capacidad, su patriotismo y sus virtudes, y podáis valorar sus hechos”.

Hay mucha desesperanza y desilusión con el balotaje que se avecina, creo que JxC no le soltará la mano a quienes quieren un cambio ni en esta elección ni en las que vengan. Está claro que no es el escenario al que algunos apostamos. Llega el momento de decidir por una propuesta de cambio y una de continuidad. Continuidad que sería replicar el camino que nos trajo hasta este punto de deterioro. La ciudadanía y sus representantes tienen este desafío por delante de cara al pueblo argentino.

Alejandro E. Pontel Tabossi

La verdad que es bastante curioso. El que escribió este artículo parece una persona culta, y estilo más estilo menos dice unas cuantas cosas sensatas. Soy firmante de esa declaración contra Milei, señor al que considero un totalitario. Por lo cual me expuse al varapalo que se efectúa en el artículo. Hasta ahí todo bien, porque todo eso se puede discutir, llegado el caso.

Pero hete aquí que, lector distraído que soy, tropiezo con una burrada fenomenal. Dicen (criticando a ese salame K): “El fascismo exalta la nación por encima del individuo”. Y no; el que hace eso (¿debo aclarar que no comparto esas ideas?) es simplemente el nacionalismo. El fascismo es mucho peor. Mucho. El nacionalismo (que execro) admite tensiones y convivencias problemáticas, como por ejemplo un nacionalismo liberal. El fascismo es totalitario. Se puede discutir que el peronismo sea o no fascista, pero lo sea sí o no, no son burradas ambas posiciones. En cambio identificar nacionalismo y fascismo a mi juicio sí lo es.

–Vicente Palermo

Muy buena la entrevista a Santiago del Solar. Creo que el gremialismo es históricamente un fenómeno urbano. En el campo, en cambio, esto siempre fue difícil en todo el mundo, por una cuestión de atomización y dispersión geográfica.

En cuanto a los pueblos rurales y repoblar el campo, debieran contactar a Ed Vicis, una fundación suiza fundada por una abogada argentina que ya está haciendo cosas interesantes acá. Supongo que la conocen, claro.

Y qué genial “La cartuchera de Marvel“. Siempre digo que en los deportes somos los mejores porque es un “mercado de competencia perfecta” donde sólo triunfan los mejores. Nosotros en cambio parece que tenemos un fenómeno de “selección adversa”, donde al poder o al Estado sólo llegan los peores.
En Francia, sin embargo, las cosas son diferentes. La hija de Carolina de Mónaco no pudo entrar a la Escuela Normal Superior de París (muy exigente y meritocrática) por no tener buenas notas. ¿Se le hubiese ocurrido a su mamá levantar un teléfono para que Charlotte entre? Jamás, porque hubiesen rodado demasiadas cabezas.

¡Sigan así!

–Maximo Palomares

Estimados koreanos,

Me encantó la pluma de Noriega dibujando momentos cotidianos y ordinarios del más argentino de los exiliados. ¿Cómo puede ser que no tenga una pizca de acento foráneo? ¿Cómo hizo? Creo que es más de esa integridad que rescata Noriega.

No soy futbolero. Soy apátrida en el mundo del fútbol. No tengo equipo y ni siquiera entiendo el juego. Sin embargo, me rindo frente a Lionel y su magia: dentro y fuera. Sobre todo fuera: algo así como la reserva moral de los grandes actos que están llenos de tiempo y pequeñas pinceladas. De los que no queremos la rosca, la chantada, la trampa, el atajo.

Ojalá el retrato de Gustavo ponga de moda los pequeños cotidianos gestos de los comunes.

Abrazo,

–Maxi Bongiovanni

Es falso que votar en blanco sea favorecer al que obtuvo más votos en la primera vuelta. Eso sería válido si el 100% de los que votaron otras opciones en la primera vuelta votaran en blanco. En este caso, se repetirían las mismas proporciones de esa primera vuelta.

Pero lo que diseñaron los constituyentes al crear una vuelta más es que se abra un período de reflexión, y que todos aquellos que tienen algún punto en común con alguno de los dos grupos o partidos puedan optar en segunda vuelta por alguna de las dos opciones. El objetivo es que los candidatos puedan convencer a aquellos electores cercanos a votar por ellos. El constituyente propone diálogo y negociación, dos pilares de la democracia.

Si un sector del electorado considera que las dos opciones en disputa son inaceptables para su forma de pensar, tiene la opción de expresarlo votando en blanco, no absténiendose ni anulando el voto. Sería una forma respetar el juego democrático pero dejar asentado que ambas opciones son inaceptables.

–Aldo Edgardo Rizzi

Buenos argumentos en ambos temas. Lo del peronismo es obvio. Pero está bueno ignorar a las Naciones Unidas. Si yo fuera presidente (por suerte, nunca lo seré, jajaja) desafiliaría a la Argentina de las Naciones Unidas, un antro de burócratas que no sirve para nada, excepto para generar gastos y provocar confusión.

–Alejandro Sala

 

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