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No entiendo a los apaciguadores. A las provocaciones del líder y el séquito de La Libertad Avanza hay que plantarles cara. No se trata de entrar en sus provocaciones, se trata de hacer posibles respuestas públicas individuales o colectivas que expresen la gravedad de lo que están diciendo y haciendo. No les atribuyo intenciones paramilitares ni sesgos fascistas (muchos sí se las atribuyen); pero ya de por sí es tremendo el mero hecho de que estemos debatiendo si podrían llegar a tener dichas intenciones. Y lo cierto es que en Argentina lo estamos debatiendo, porque los preocupados no somos cuatro gatos. Llenaríamos Obras, como los Redondos en sus mejores momentos.
Milei no está entre nosotros los argentinos para privatizar una empresa estatal penosa o ayudar a las pymes a crear empleos. Está para librar una batalla cultural de una envergadura oceánica. Para esto estima que todo medio es legítimo, sin titubeos ni dudas. Como proclama Agustín Laje –principal maestro y discípulo de Milei– hay que cambiar la cabeza de los argentinos. Esto es simplemente alevoso: la historia muestra que quienes quieren cambiarle la cabeza a la gente, rompen las cabezas de quienes se resisten al cambio que se les quiere imponer. Para cumplir con este servicio a la patria, la democracia les quedará chica a los mileístas.
La historia muestra que los que quieren cambiarle la cabeza a la gente, rompen las cabezas de quienes se resisten al cambio que se les quiere imponer.
Milei insiste –con cada vez más seguidores más y más exaltados– en que a los kukas hay que destruirlos empleando sus propios medios y repudiando, por ende, a los liberales tibios y cobardes. En sus labios, el término liberal pasó ya a ser un insulto. Liberal es el boludo que no entiende que las formas y los medios no importan frente al enemigo comunista. Esta especie de neomileísmo (prefigurada desde la campaña electoral) ha autorizado a que en el seno del séquito surjan quienes se definen como “brazo armado de La Libertad Avanza” (cualquiera puede leer en la prensa confiable que un inspirador sería el mismísimo Santiago Caputo). LLA es ya una fuerza política que se concibe a sí misma como la encarnación de la nación. Cuando dicen que su victoria provendrá de las fuerzas que vienen del cielo, no están jugando.
El neomileísmo habla el lenguaje de la política como pura y dura confrontación. De ahí que batalla, guerra, guardia pretoriana y citas bíblicas (especialmente del Antiguo Testamento, el más guerrero) sean tan usuales. En todo esto estriba lo principal de los últimos meses, y no en una visita a Mar-a-Lago: en la kirchnerización del mileísmo, una nueva conciencia nacional, la legitimación de los medios necesarios, la furia con el ejercicio molesto de la libertad de prensa, y el ir por todo. Coincido en que hoy por hoy la mejor forma de ir por todo para Milei es polarizar. Pero si permanecemos calladitos ante estas provocaciones (para “no comernos el amague”), habrá otras peores, a la búsqueda del límite.
Creo que quienes somos liberales, democráticos, republicanos, tenemos que construir una oposición eficaz con medios republicanos, democráticos y liberales, frente a este adversario que se prepara para ir con todo.
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