Getting your Trinity Audio player ready...
|
Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera;
tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea,
porque si entre ellos pelean los devoran los de afuera.
―José Hernández, Martín Fierro
No hay ninguna posibilidad de que lo haga, pero Donald Trump debería sentar a Elon Musk y a Sam Altman en el salón oval de la Casa Blanca y leerles este famoso consejo de nuestro Martín Fierro. Los dos empresarios tecnológicos más influyentes del momento no sólo se detestan por diferencias personales, sino también por una disputa estratégica y política: ambos quieren liderar el futuro de la humanidad a través de la inteligencia artificial general (AGI, por sus siglas en inglés), una tecnología que podría tener la capacidad de aprender o comprender cualquier tarea intelectual propia de los seres humanos y que, según los expertos, podría hacerse realidad en unos pocos años.
El lunes pasado, Musk ofertó 97.400 millones de dólares para comprar OpenAI, la empresa de IA que desarrolló ChatGPT y DALL- E, entre otras aplicaciones populares. La oferta implica una provocación porque está muy por debajo de la valoración de mercado de OpenAI, estimada por Bloomberg en unos 300.000 millones de dólares. Altman le respondió en X: “No, gracias, pero te compramos Twitter por 9.740 millones, si querés”. El sarcasmo alude a los 44.000 millones que Musk pagó por la red social en 2022, una cifra muy criticada en su momento por considerarse excesiva. Musk replicó a su vez en el mismo tono con un juego de palabras: “Scam [estafa] Altman”. Modo Wanda-Icardi.
Recordemos un dato clave: Musk y Altman fundaron juntos OpenAI en 2015. En aquel entonces la pensaron como una organización sin ánimo de lucro, con el objetivo de desarrollar IA de forma ética y transparente para el beneficio general. Pero Altman empezó a buscar el lucro y Musk se fue en 2018 dando un portazo, con la excusa de que ése no había sido el objetivo inicial. Entonces Altman aprovechó para pegar el salto y armó una empresa comercial, lo cual permitió la entrada de inversores para el desarrollo y la expansión de ChatGPT. El más importante de ellos fue nada menos que Microsoft, que puso 12.000 millones de dólares. Ya sabemos el impacto que tuvo el modelo de lenguaje desde su lanzamiento hace poco más de dos años. Hoy, OpenAI es el líder de la industria de la llamada IA generativa, que se ocupa de generar y procesar nuevos contenidos (texto, fotos, videos, audios, etc.).
Altman empezó a buscar el lucro y Musk se fue en 2018 dando un portazo, con la excusa de que ése no había sido el objetivo inicial.
El cambio de rumbo empujado por Altman provocó la ruptura entre ambos. Musk se fue enojadísimo, compró Twitter (hoy X), intentó por todos sus medios frenar el avance de la empresa, bardeó en público a Altman desde su cuenta de X, se alió a Trump y demandó a OpenAI por no cumplir con sus objetivos iniciales. La acusó de aliarse con Microsoft para desarrollar una IA general para beneficio propio y ser un peligro para la humanidad. De paso, el hombre más rico del planeta armó su empresa de inteligencia artificial llamada xAI que, por ahora, no ofrece nada demasiado trascendente. Su enojo pasa más por no ser él quien lidera hoy la industria de la IA.
Sin embargo, su enfrentamiento va mucho más allá de una disputa personal, porque tiene un trasfondo geopolítico. Refleja hasta qué punto pueden escalar las tensiones en torno al control y la dirección de una tecnología que promete transformar la economía y la sociedad global. Desde el dominio del relato actual hasta la educación, los negocios, las industrias y nuestra forma de interactuar con los contenidos. Todo está en juego.
Además, esta batalla simboliza visiones contrapuestas sobre cómo encarar ese futuro: el gigantesco negocio detrás de la IA, sus regulaciones éticas y empresariales, la privacidad de la información, la seguridad de los datos personales, corporativos y gubernamentales, los sesgos en los algoritmos e incluso su impacto ambiental. Nada queda afuera del alcance de la IA.
Pese a la cercanía de Musk con Trump tras convertirse en el hombre fuerte de su nuevo gobierno desde el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés), su rival no se quedó quieto. Apenas asumió Trump, Altman firmó un acuerdo de 500.000 millones de dólares con Oracle y SoftBank para impulsar la IA en la nueva administración estadounidense mediante un proyecto llamado Stargate. Esto irritó a Musk y expuso las tensiones en el ecosistema tecnológico de Silicon Valley. El sudafricano cuestionó públicamente la viabilidad financiera del pacto, afirmando que SoftBank no dispone de los fondos que promete. Pero Trump no le dio lugar al llanto de Elon.
China ataca
Mientras en Silicon Valley se pelean, a principios de enero DeepSeek sacudió tanto el mundo de la IA como el de los mercados. Se trata de un modelo de lenguaje desarrollado por Liang Wenfeng, un ingeniero emprendedor de Guangdong de apenas 40 años. Su objetivo, dijo, no es convertirse en un nuevo megamillonario, sino “estar a la vanguardia de la tecnología y fomentar el desarrollo de todo el ecosistema”.
Las ventajas del chatbot chino es que funciona con código abierto (open source), es gratuito y supera en algunos aspectos a la mejor versión 4.o de ChatGPT (por la que sus usuarios deben pagar 20 dólares mensuales). Y además, la clave: tuvo un muy bajo costo de desarrollo y entrenamiento, de apenas 6 millones de dólares.
Una parte del origen del éxito de DeepSeek habría que buscarla en la crisis de los chips de Estados Unidos en 2022 y 2023. Cuando el gobierno de Joe Biden prohibió la exportación a China de los chips más potentes de Nvidia —necesarios para generar y entrenar los modelos de IA—, Wenfeng transformó el problema en una oportunidad. En lugar de paralizarse por la escasez de recursos, la empresa enfrentó los desafíos con una combinación de innovación, creatividad, ingenio técnico y pragmatismo. Y así logró una eficiencia superior a todo lo conocido.
DeepSeek fue una bomba. Se convirtió en la aplicación de IA más descargada del mundo y el lunes 27 de enero las acciones de varias de las empresas más grandes del mundo se desplomaron. Nvidia, el gigante de los microchips, sufrió la mayor caída de su historia en el mercado estadounidense y perdió casi 600.000 millones de dólares. El inversionista tecnológico y multimillonario Marc Andreessen lo describió como un evento histórico: “DeepSeek R1 es el momento Sputnik de la inteligencia artificial”, publicó en X. El momento Sputnik original fue el 4 de octubre de 1957, cuando la Unión Soviética sorprendió al mundo al lanzar el Sputnik 1, el primer satélite en ser enviado al espacio.
¿Y si Silicon Valley dejara de marcar el ritmo de la innovación? ¿Y si China ya no necesitara los chips norteamericanos para fabricar y entrenar su propia IA?
Los inversores tuvieron miedo. ¿Y si Silicon Valley dejara de marcar el ritmo de la innovación? ¿Y si China ya no necesitara los chips norteamericanos para fabricar y entrenar su propia IA? Y la pregunta que más pánico genera es esta: ¿y si China superara a Estados Unidos (y a Occidente) en el control de la IA? ¿Qué consecuencias tendría esto? Otra: ¿qué nivel de involucramiento tiene el gobierno chino en estos nuevos desarrollos?
Las preocupaciones de Occidente sobre privacidad, censura y vigilancia no sólo son legítimas, sino también fundamentadas. En los primeros días de uso de DeepSeek, varios usuarios expusieron en redes sociales cómo la plataforma aplicaba censura en tiempo real. Ejemplos concretos mostraron cómo evitaba responder sobre la masacre de Tiananmen en 1989 o bloqueaba posturas críticas hacia el gobierno de Xi Jinping y el Partido Comunista Chino.
Hasta diciembre pasado, el mensaje que bajaba desde Silicon Valley entre empresarios y gurús era que la IA era posible gracias a miles de millones de dólares de inversión y al hecho de poseer una fuerza bruta computacional, bases de datos y modelos cada vez más grandes, además de exageraciones del tipo “estamos frente a lo más grandioso de la historia de la humanidad”. Pero ahora el modelo DeepSeek cuestiona todo lo conocido y, al menos, desafía a hacer las cosas de una manera distinta.
Y es probable que el ejemplo de DeepSeek, de ahorrar recursos y hacerse fuerte en la adversidad frente a la escasez de hardware, inspire a otros jugadores de menor tamaño de la industria (nuevas startups o ya existentes) y que en los próximos meses seamos testigos de una nueva ola de innovación impulsada por la eficiencia. Mientras tanto, el mismo Trump sintió el golpazo y dijo que la aparición de DeepSeek “es un llamado de atención para nuestra industria” y que ahora deberán enfocarse en competir para ganar la carrera de la IA.
Europa regula
El Viejo Continente no quiere quedar relegado a ser el abuelo regulador preocupado sólo por la ley, la seguridad y la privacidad de los ciudadanos. Lo cierto es que, al menos en cuanto a desarrollo e innovación, Europa tiene muy poco que aportar al ecosistema chatbots de IA. Su estrella, por el momento, es francesa y se llama Le Chat, de la empresa Mistral. Asoma la española Alia, presentada a principios del año.
El desembarco de DeepSeek y el avance de China desafían las políticas regulatorias más rígidas y restrictivas. Por eso dirigentes de todo el mundo, expertos, empresarios y líderes tecnológicos de más de 100 países se reunieron la semana pasada en la Cumbre de Acción de IA en París para debatir reglas éticas sobre la industria. Allí, la idea predominante fue flexibilizar las regulaciones para frenar a China. Estuvieron en esta conferencia el propio Sam Altman, Sundar Pichai (CEO de Google) y el vicepresidente norteamericano J.D. Vance, que invitó a los europeos a abandonar su postura regulacionista: “El futuro de la IA no se ganará preocupándose sólo por la seguridad, sino construyendo”, aseguró, para luego tratar a sus anfitriones de miedosos: “Necesitamos que nuestros amigos europeos miren a este nuevo horizonte con optimismo, no con miedo”. En esa línea, Emmanuel Macron pidió que Europa acelere con la IA y no se conforme con enfocarse en la cuestión regulatoria. Para eso prometió inversiones privadas de más de 100.000 millones de euros.
El dueño de X y Tesla, que hace poco menos de dos años parecía un empresario bueno y cool con ganas de cambiar el mundo, hoy acumula antipatías y rechazos casi a diario.
Mientras tanto, en el país más rico del planeta, Musk y Altman se siguen peleando. Con un perfil mucho más alto, el comandante en jefe tuitero no le teme al ridículo ni a las contradicciones, que fueron varias en los últimos años. Ahora bien, la jugada de ser el “copresidente” de Trump es peligrosa. ¿Hasta dónde y cuánto arriesga Musk su capital económico, simbólico e intelectual pegándose a la figura del presidente y a la suerte de su administración? El dueño de X y Tesla, que hace poco menos de dos años parecía un empresario bueno y cool con ganas de cambiar el mundo, hoy acumula antipatías y rechazos casi a diario y suele hacer distintos papelones en X. Su rol en el DOGE le genera además conflictos de intereses por sus empresas, investigadas por agencias federales que hoy sufren sus recortes de presupuesto.
Elon Musk no deja de ser un visionario en varios negocios e industrias, pero las ventas de autos Tesla caen en casi todo el mundo. El ciudadano norteamericano, progresista y demócrata promedio, que compró alguno de sus vehículos eléctricos preocupado por el cambio climático y el consumo de energías fósiles, ve ahora en Musk a un ultraderechista aliado de Trump achicando el Estado y simulando el saludo nazi.
El momento Sputnik fue significativo para la Guerra Fría. Como ahora, en la Casa Blanca hubo preocupación real por el golpe sufrido y por una posible pérdida del “prestigio estadounidense” en plena competencia con los soviéticos. Aquel miedo empujó a Washington a reformular su programa espacial para ganar la carrera hacia la Luna. Ahora, la amenaza viene de China y la carrera no es hacia la Luna, sino hacia el dominio de la inteligencia artificial general. Es decir, de la Tierra.
Si te gustó esta nota, hacete socio de Seúl.
Si querés hacer un comentario, mandanos un mail.
