Nos enteramos casi a la medianoche. “Allanaron la casa de Luisito”, dijo en un mensaje de voz un vecino. “Le rompieron las obras, se lo llevaron con otras dos muchachas”. Después circuló un video tomado desde una de la azoteas de la calle Damas, en la Habana Vieja. Un grupo paramilitar y varias patrullas se abrieron paso entre el cerco policial de más de 20 días y se los llevaron con violencia. Arrancaron las obras de las paredes: las estrujaron, se las robaron.
Y a partir de ahí vuelve a parecer que el Movimiento San Isidro (MSI) en Cuba es solo Luis Manuel Otero Alcántara. Luis Manuel detenido. Luis Manuel secuestrado. Luis Manuel torturado. Luis Manuel en el centro de una ola de violencia que apenas deja entrever que en el grupo hay poetas, raperos, actrices, productores, periodistas y activistas. Nombres como los de Amaury Pacheco, Iris Ruiz, Yanelys Núñez, Maykel “Osorbo” Castillo, Michel Matos, Aminta D´Cárdenas, Afrika Reina, Claudia Genlui, Denis Solís, Yasser Castellanos, Sandor Sin Semilla. Si no sabes esto puedes llegar a pensar que es Luis Manuel quien genera esta violencia, pero ¿quién es él? ¿cómo puede él movilizar a un Estado? ¿Cómo se puede estar casi todo el año preso y no ser culpable?
Luis Manuel es un artista outsider. Sin embargo, para alguien que tenemos que reinventarnos en cada campaña por su libertad, o que ha dinamitado los límites del arte cubano con su performance, sería injusto describirlo en una sola línea. Tampoco se puede profundizar demasiado porque sus acciones tienden a confundirse con las de un político. El impulso de la creación que buscaba intervenir los espacios públicos se convirtió, con el tiempo, en la necesidad de reunir a amigos, a gente que ya tenía la experiencia de la creación como respuesta al gobierno.
La #00Bienal de La Habana fue el ensayo general. Del 5 al 15 de mayo de 2018 comenzó la represión en masa contra los participantes.
La #00Bienal de La Habana fue el ensayo general. Del 5 al 15 de mayo de 2018 comenzó la represión en masa contra los participantes. Artistas extranjeros interrogados en el aeropuerto, artistas a los que prohibieron la entrada al país, artistas sitiados, perseguidos, desaparecidos por horas, multados, amenazados, expulsados de las instituciones culturales. Un mes antes la presidencia de Miguel Díaz Canel ya había firmado su primera herramienta para apuntalar la dictadura que heredó: el Decreto Ley 349, que pretendía controlar la creación artística con multas y encarcelamientos.
Con su decreto ley, Díaz Canel quería ponerle freno a la apertura de galerías y creadores independientes que habían florecido en los últimos cinco años. El deshielo de las relaciones con los Estados Unidos había propiciado un intercambio cultural que se escapaba del control gubernamental. Galeristas cubano-americanos visitaban la isla, cineastas promovían un cine fuera del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), escritores y poetas se abrían paso en la prensa independiente, teatristas fundaban espacios alternativos a las salas tradicionales. Demasiado para la política cultural de un país que exige a sus artistas que se mantengan alineados a la ideología del partido único y que ha promovido, desde 1961 con las Palabras a los intelectuales de Fidel Castro, una política de segregación y violencia contra quienes no se ajusten a su máxima de “dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada”.
Demasiado para la política cultural de un país que exige a sus artistas que se mantengan alineados a la ideología del partido único
En septiembre de 2018 se fundó el MSI en Damas 955, en el barrio San Isidro y contra el Decreto 349 van todos los esfuerzos. ¿El gesto inaugural? Una performance frente al Capitolio. Luis Manuel en señal de protesta se untaría el cuerpo de sus propias heces fecales. La policía detuvo a la mayoría de los participantes. La curadora Yanelys Núñez se untó ella el cabello, el rostro, los brazos y caminó la ciudad. La crítica se abalanzó sobre ella. El arte en Cuba se había vuelto a acomodar en un pedestal y desde ahí veía la vida pasar sin inmiscuirse demasiado en la construcción del país. De repente un grupo de artistas lo desafiaba, lo obligaba a repensarse, a saltar de lo políticamente correcto o a aferrarse al status quo de un arte subvencionado que crea bajo la permisividad del Estado.
El Decreto 349 hizo estragos. Encarcelaron al rapero Maykel “Osorbo” Castillo por un año y medio de prisión por improvisar en el escenario contra el decreto. El rapero había logrado subirse a una tarima oficial después de un año de prisión por constituir un peligro, según la ley de peligrosidad social que condena basada en juicios morales a quienes no estén vinculados laboralmente o a quienes se ajusten a los perfiles raciales con que trabaja la policía. Maykel Osorbo es negro y marginal, con una vida difícil de contar, y descubrió en el rap un camino para la resiliencia. La opinión pública que generó el MSI a su alrededor no lo liberó, pero hizo que la ley no se aplicara más (aunque no ha sido derogada).
Maykel Osorbo es negro y marginal, con una vida difícil de contar, y descubrió en el rap un camino para la resiliencia.
Pero los Estados totalitarios siempre tienen un instrumento más eficaz de tortura. En el último año se ha blandido sobre las cabezas del movimiento y demás artistas la Ley 88, de 1999, que prevé sanciones de 8 y 20 años de privación de libertad contra aquellos que disientan. En 2003 con esta ley fueron encarcelados 75 opositores pacíficos. La condena más alta fue de 28 años. Es un período que se conoció como la Primavera Negra. Otra de las herramientas represivas del decreto ley 370 es que controla las publicaciones en redes sociales con multas y decomiso de bienes.
Frente a esta maquinaria que ya lleva 62 años, experta en violar derechos y salir airosa, lo único que tiene el MSI es lo simbólico y la capacidad de expandir o contraer su membresía según las circunstancias. Denis Solís, otro rapero encarcelado, se favorece de este desplazamiento de los márgenes del movimiento, aunque la dictadura se haya ensañado y con él se haya abierto una puerta de no retorno a la represión.
Denis Solís desaparecido. La policía se lo llevó de en medio de la calle, pero nadie sabe para dónde.
Denis Solís desaparecido. La policía se lo llevó de en medio de la calle, pero nadie sabe para dónde. Denis Solís condenado, sin derecho a abogados, a ocho meses por un delito construido. Denis Solís en un video en la televisión nacional en una supuesta delación. Todo comenzó con la propuesta de una velada poética por los puntos de la ciudad donde el rapero acostumbraba a sentarse. La seguridad del Estado precipitó los hechos al acuartelamiento de 14 artistas y activistas: tres huelgas de hambre y sed, cuatro huelgas de hambre durante 10 días de acoso y represión que alcanzó a quienes intentaban apoyarlos.
Denis Solís está a punto de cumplir su condena, pero su presencia en los medios nacionales inauguró una saga televisiva de descrédito contra quienes se acuartelaron en Damas 955, contra el MSI y contra quienes un día después del desalojo forzado de la sede en San Isidro, el 27 de noviembre de 2020, decidieron reunirse frente al Ministerio de Cultura para reclamar garantías de vida de los acuartelados y libertades de creación.
La capacidad de respuesta frente a la represión es muchas veces lo que marca el paso al MSI y a su vez las propuestas del movimiento son ahogadas en cuanto salen. Una exposición personal de Luis Manuel provoca la movilización de una centena de efectivos policiales; una directa de Maykel “Osorbo”, el despliegue y persecución de la policía secreta para golpearlo y humillarlo; un video clip como el de Patria y Vida desata una inversión millonaria del Estado para tapar con consignas musicalizadas el discurso alternativo.
Un imaginario marginado durante décadas por un poder que se empeña en ser racista y clasista en medio del Caribe.
La realidad es que el contexto define al grupo y esa definición pasa por la interpretación de la realidad que tiene cada uno según su experiencia de vida y artística. Ellos son la “justicia poética” o “el espacio de resurrección ciudadana”, porque Amaury viene de una tradición de intervención pública (OmniZonaFranca, Poesía Sin fin) truncada por la censura. Para la actriz Iris Ruiz el MSI es “la posibilidad de compartir herramientas, de dejarles a las generaciones venideras una institución de defensa”, porque a su discurso feminista ha incorporado su preocupación como madre.
Y Luis Manuel lo ve como “la redefinición de los conceptos de Patria, de Nación o de un arte que rompe con el cubo blanco y que su representación no tenga ningún tipo de prejuicio, que se conecte con la gente”, porque es quien más necesita formar parte de algo mayor que se llama sociedad y con él arrastra un imaginario marginado durante décadas por un poder que se empeña en ser racista y clasista en medio del Caribe.
Con el MSI van las prostitutas que vivieron en el barrio San Isidro el siglo pasado y van las mujeres que ahora no saben cómo salir de la pobreza, pero que creen que sus hijos pueden encontrar en el arte una vía de escape. También han sido aceptados en el movimiento los negros y mulatos que se han pasado toda la vida huyendo de la policía y ahora descubrieron que tienen talento; los gays que en la escuela les dijeron que por maricones no llegarían lejos o los frikies con sus tatuajes y pelados, que los hacen demasiado raros para ser el “hombre nuevo” al que aspiraba la revolución.
En esencia es un movimiento con fuerzas centrípetas que te arrastra aún si te empeñas en permanecer lejos, te convierte en parte del suceso, te arranca de tu zona de confort. Es como un huracán de los que nos ponen en peligro todos los veranos, que hace correr a la dictadura desnuda tratando de esconder su cara más feroz.
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