La semana pasada en el newsletter escribí sobre el aceite de oliva. Bueno, esta semana vuelvo con un producto comestible.
Y sí, en un país en donde ya no hay política (¿quién puede decir que es política la sobreamplificada lucha en el barro entre presidente y vice; la sobreactuación montada sobre el problema real del Garrahan; la indignidad de candidatos que se arrastran en alianzas que los ningunean para no perder relevancia —creyendo que aún la tienen, pobrecitos—; o los insultos y las groserías vacías de argumentación de fanáticos oficialistas y opositores?) decía, en un país en donde ya no hay política, donde todos andan por la calle con cara de “ya fue todo” y en el peor de los casos “todos morir” y los únicos que sonríen desde los afiches callejeros son los conductores de streamings que viven en ese país de anécdotas chuscas y malcriadeces de baja intensidad, hoy hablar de política es insistir en la nada, contribuir a un ruido chusco y maledicente que confunde y no aporta nada.
Libérenme de ese compromiso.
Como decía Charly García y la máquina de hacer pájaros, en otro contexto: “¿Qué se puede hacer, salvo ver películas?”.
Claro que si hablamos de películas argentinas en vacaciones de invierno tendremos que caer en El novio de mamá, protagonizada por José María Listorti, film sobre el que el crítico Santiago García escribió en Leercine.com: “Es una película dolorosa. Físicamente dolorosa. Una experiencia tortuosa para el cuerpo y el alma”.
Gracias, paso.
Por eso recorriendo el espinel de sucesos de los últimos tiempos resalta verde flúo esa pepita de oro en cáscara, el pistacho.
“¿De verdad vos también vas a hablar del pistacho, Osvaldo?” me digo cuando me pregunto en tercera persona para parecerme importante.
—Sí, Osvaldo. Hay mucho para decir del pistacho.
—No te aguanto, Osvaldo.
—Lo siento, somos siameses.
Como todo en este tiempo parece que las cosas nacen cuando uno las descubre, como ya no importa tampoco la historia ni la tradición y todo es “todos morir”, se ha creado la sensación de que el pistacho acaba de nacer.
¡Ay, Dios!
Pistacho había en los Jardines de Babilonia (es cierto que ni se sabe si existieron) en la época de Nabucodonosor II en el siglo VI a.C.
Pero los haters argentinos acaban de descubrirlo y se pusieron del moño.
—¿Por qué? —me pregunto.
—¡Qué sé yo! —me contesto.
Como ejemplo, el botón Futurock con la infalible Julita Mengolini diciendo (te juro que es todo sic; en realidad con Mengolini habría que poner siempre “sic” porque siempre es “¿eso dijo o es joda?”. Julia Mengolini Sic): “A ver si nos siguen con esto: un kilo de pistacho vale lo mismo… vale en realidad mucho más que un kilo de auto, salvo un auto de altísima gama. Por ejemplo, el kilo de pistacho es mucho más caro que un kilo de un Peugeot, pero mucho más caro que un kilo de Peugeot. Lo cual me llama la atención porque realmente, el pistacho… ¿cuál es el valor agregado del pistacho?”.
Todos sabemos que en el periodismo es más fácil tirar preguntas al aire que buscar la respuesta.
Se ve que a Futurock no ha llegado una herramienta súper sofisticada que ayuda a la búsqueda de datos muy difíciles de hallar. Como la solidaridad entre colegas es fundamental en el trabajo periodístico, aconsejaría el uso de, qué sé yo, Grok por ponerle una que es fácil y que está ahí nomás en la lista que hay a la izquierda en el tl de X.
Entrás a Grok y preguntás y te dan datos que después podés corroborar en otras fuentes. Mejor si las corroborás, claro, aunque quizás sea un trabajo exagerado y sea más fácil hablar del precio de un kilo de auto.
En los últimos cinco años la producción de pistacho en Argentina aumentó un 500%.
El clima árido es ideal para el pistachero, el árbol de donde (¡Basta Julia!, ¡no caen alfajores Havanna, esos son parte del valor agregado!) salen unos ramilletes de cascaritas con el fruto adentro.
En la provincia de San Juan hay 6.500 hectáreas dedicadas a la producción de pistacho.
En Mendoza desde el ’16 al ’23 la cantidad de hectáreas con pistacheros aumentó 24,8 veces.
Y cuando nadie lo esperaba, La Pampa se convirtió también en provincia pistachera.
Como cuenta el colega Alan Agustini en el diario Río Negro, esto ocurre en la localidad pampeana Casa de Piedra en la costa del embalse del mismo nombre en el límite entre La Pampa y Río Negro.
La historia de cómo los Gutiérrez, propietarios de la empresa Pampapist SRL comenzaron con los pistachos es tan pintoresca (pistachesca) que vale la pena contarla también como ejemplo de que en este país las cosas suelen salir bien de casualidad porque no hubo instituciones estatales que planearan la producción o buscaran oportunidades de crecimiento.
No.
El asunto es que Agustina Gutiérrez se fue a vivir a Francia, conoció a Juan y se casaron. Juan era parte de una familia pistachera de Castilla-La Mancha, en España.
Juan y Agustina vinieron para una navidad al país, para que Juan conociera a su familia política. Y claro el yerno quiso quedar bien. Se apareció con cuatro kilos de pistacho y garrapiñadas de pistacho. Con el regalo se los compró a todos los Gutiérrez, quienes sin dudarlo y en menos de una semana dieron cuenta del oro verde. Así Fernando y Santiago (respectivamente padre y hermano de Agustina) se pusieron a recorrer su provincia a ver si daba para pistachero.
¡Y vaya si daba!
Ya llevan 200 hectáreas y se planea que en los próximos dos años habrá entre 700 y 800 hectáreas más.
Por el temita del valor agregado que tanto preocupaba a Julia, ¿sabés qué había antes en esas hectáreas?
Nada.
Era desierto porque no hay otras plantas que se le animen tan fácilmente.
Parece que ya intentaron sembrar Peugeot 208 pero no venían. Será la falta de heladas, vaya uno a saber. Quizás si probaban con un fitito la pegaban.
Lo bueno fue que Agustina se enamoró de Juan que si no quizás esas tierras seguirían improductivas.
Hasta el bueno de Abel Pintos ha lanzado su producción en Lavalle, Mendoza, y se ha puesto a producir 93 hectáreas de pistacho.
Según la revista Forbes para fin de este año se espera que haya 10.000 hectáreas de pistacheros en el país; lo cual es todo un milagro porque la planta no da frutos apenas se la siembra.
Pasan cinco años hasta que pueda hacerse la primera cosecha.
Cinco años en que hay que cuidar la planta, hacerle injertos, regarla, en fin, toda la paciencia que necesita una planta al aire libre.
Cinco años en medio de las turbulencias políticas y económicas de este país que depende que una chica se enamore en Francia de un español para que 800 hectáreas dejen de ser desierto.
No, no sé cuánto tarda un Toyota desde que se lo siembra hasta que se lo cosecha.
Para que lo entienda no sólo Julia, sino también la diputada Lemoine que en entrevista reciente dijo: “Es como la cosecha y la siembra. Tenés un período de cosecha, esperás que crezcan las plantas y después las sembrás” demostrando claramente que el desprecio a la agricultura en Argentina no sabe de ideologías.
Por suerte don Marcelo Ighani entendía un poco más del asunto cuando trajo las semillas de su Irán de origen, allá por 1980 a este país al que vino para estudiar arquitectura. Las probó en San Juan a ver si funcionaban, estableciendo así la viabilidad del producto en la tierra del sol. Hoy es titular de Pisté (“Pistacho” en persa) que no sólo produce pistacho pelado y con cáscara sino que además tiene un vivero en donde germinan 80.000 semillas traídas de California y Arizona y dan capacitación y asesoramiento a quien quiera entrar en el negocio.
Don Ighani vio que los principales puntos de producción de pistacho eran Kerman en Irán y Fresno en California.
Los dos tenían algo en común con San Juan en Argentina: se encuentran en los 32 grados de latitud, Irán y Estados Unidos en el hemisferio norte y Argentina en el sur. Las zonas de 32 grados de latitud sur que podrían ser ideales son dos: Sudáfrica y Australia, pero en Sudáfrica son muy húmedas y en Australia no tienen el calor suficiente.
Otra bendición para Argentina que así tiene la posibilidad de producir a contratemporada; cuando en el norte escasean, nosotros tenemos el pico de cosecha.
Otros grandes productores sanjuaninos son Pistachos de los Andes, Frutos del Sol S.A., Solfrut y Dulpa S.A.
Ighani no fue el único iraní migrante que se llevó consigo las semillas.
Y acá entra, mirá por dónde, la geopolítica porque todo tiene que ver con… todo.
No hay tema del que si tirás un poquito y hacés las preguntas adecuadas no puedas sacar algún conocimiento inesperado.
Históricamente Irán fue el gran proveedor de pistacho al mundo, pero vino el Ayatollah y no sólo se perdieron las libertades, también el primer puesto como exportador de pistacho que había crecido enormemente desde que en 1972 el Sha Reza Pahlevi instaló un plan de desayuno en los colegios que incluía paquetes de pistacho. Esto hizo por un lado que Irán consumiera mucho más del producto y que los empresarios iraníes invirtieran más en avances técnicos pero por otro que se achicara el excedente para exportar, con el consiguiente aumento del precio para todos los compradores extranjeros.
Desde la década de 1880 los inmigrantes del Medio Oriente, incluidos los iraníes, introdujeron el pistacho como un alimento delicado en Estados Unidos pero tuvieron que pasar cuarenta años para que el botánico William E. Whitehouse viajase a Persia (actual Irán) y llevase muestras de una variedad de pistacho, la Kerman.
Cuando empezaron a subir los precios por la falta de pistacho a nivel internacional en California se avivaron y comenzaron a plantar. Por eso la primera cosecha fuerte es de 1976.
Sin embargo nadie sabía que la producción estaba por explotar por algo que parecía no tener nada que ver.
Jomeini y toda esa gente con toalla en la cabeza (creo que esto lo voy a sacar antes de mandarlo, viste cómo es esa gente de susceptible) se mandaron la famosa “revolución” que tanto le gustaba a Foucault y sus amigotes.
Estados Unidos entonces plantea un embargo a la producción iraní y muchos empresarios persas, perseguidos y ante la falta de posibilidades decidieron emigrar.
Algunos, como el exiliado Mehran Mahdavi se fue a Australia y sembró allí lo que fue el inicio de la producción en ese país.
Otros, la mayoría, se fueron a California, todos siguiendo siempre el imán del paralelo 32. Llevaron ahí su conocimiento agropecuario y de comercialización, lo que sumado a algunas acertadas medidas fiscales estadounidenses tomadas en la época permitieron que de las 680 toneladas de 1976 se pasase a las casi 410.000 toneladas del 2016.
El resultado es que hoy Estados Unidos es el principal exportador de pistacho del mundo, con el 56,1% del total planetario e Irán quedó en un lejano segundo puesto con el 10,41% de un negocio mundial que en 2024 movió 4500 millones de dólares.
Hoy Argentina exporta pistachos principalmente a Italia, España, Uruguay, Brasil, Chile, Colombia y la gran noticia de este año es que desde el cuarto trimestre comenzaremos a venderle a China, lo que puede hacer crecer en mucho la cifra de exportación ya que es el principal comprador de pistacho del mundo. El trabajo del INTA ha sido y es muy importante en el asesoramiento de un cultivo con tanto potencial en el país.
Ahora bien, ¿por qué se puso de moda?
Otra vez, como con la revolución iraní, la teoría de la mariposa y sus alas.
Explotó en el mundo porque su color verde flúo da bien en TikTok, por la aparición del chocolate Dubai y porque Havanna decidió sacar la edición limitada de su alfajor Dubai.
Para escribir este newsletter y como soy un periodista comprometido salí por la ciudad a buscar un alfajor Dubai.
Seis negocios de la marca recorrí.
No lo encontré en ninguno.
Como me reivindico snob, tilingo sin vergüenza de serlo y seguidor de las modas que no incomodan, ardo en deseos de probarlo y supongo que este mismo sábado a la mañana, mientras usted lee esto andaré por las calles de la ciudad, como un adicto a la heroína, buscando un Havanna Pistacho por favor.
Se puso de moda y por supuesto, salieron los haters.
Haters: gente cuya principal actividad es odiar.
Lo que haya que odiar en el momento, no importa qué.
Me resulta incomprensible.
Parece que lo que molestó es que “ahora le ponen pistacho a todo”.
Ah, ¡mirá vos!
“Ahora”.
La mortadela con pistacho es un manjar que tiene su origen en 1920, con la marca Siniora de Jerusalén.
El gusto “pistacho” es un clásico de las heladerías porteñas desde siempre y quienes lo denostaban porque era “un gusto de viejos” son los mismos giles que desprecian el sambayón o el coco quemado.
No sirven ni para elegir gusto de helado.
Es cierto, sí, que ahora aprovechando la moda aparecen otros usos del pistacho.
La famosa churrería El Topo sacó los Churros Dubai, cubiertos de chocolate, rellenos con pistacho. El Fiorita Restaurante de Belgrano anuncia para este fin de semana el lanzamiento de la Pizza Dubai, que en realidad es masa kaifi (una masa de pasta filo desmenuzada en hilos, habitual en postres de Medio Oriente o Grecia) cubierta con chocolate y pistachos. El user de X @pistachosoy tiene más de 11 mil seguidores y mientras vende, muestra las decenas de recetas que hay con pistacho, una que suena más rica que otra.
Eso molesta a los haters.
La variedad les molesta.
Lo cual es entendible en un país de suma cero, un país que está convencido que nada puede crecer nunca.
Creen que se quedarán sin su churro con dulce de leche si alguien hace churros con pistacho. Habrá que enseñarles que es “además” y que no están obligados a comprar ni comer algo que no quieren.
Creen que se quedarán sin la grande de muzzarella si una pizzería saca un postre con pistacho.
Estamos en un país tan cerrado al mundo, tan acostumbrado a supermercados con dos marcas de cada cosa y sin variedad más que lo básico que cuando apenas nos asomamos al mundo, nos mareamos.
Caminando por Esmirna en Turquía quedé petrificado durante media hora frente a una vidriera con decenas de variedades de postres con masa filo y pistachos y dátiles y bellezas varias. Y pensé, también como Charly García pero ya en Clics Modernos “por qué tenemos que ir tan lejos para estar acá”.
Ese mundo también puede estar en nuestro mundo.
¡¡Estamos en el paralelo 32!!
El pistacho parece ser una oportunidad de negocios para Argentina.
¿Es caro y para mucha gente absolutamente alejado de sus posibilidades económicas?
Sí, pero quizás su popularización eleve la producción y baje los precios, qué sé yo.
¿Es necesario que la primera reacción sea odiar?
Aflojen, la vida es corta.
La idea de Mengolini de que no hay valor agregado en el pistacho es una idea vieja, de fábricas con línea de montaje Ford, obreros yendo de casa al trabajo, del trabajo a casa y la estampita de Perón sobre “Mancha”, el caballo blanco con pintitas negras en la pared sin revocar.
El alfajor, el churro, la pizza, todo es valor agregado.
Lo único que no agrega valor, nunca, es el odio.
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