MARISA LICATA
Domingo

La guerra de las pajitas

Mientras Trump prohíbe los de papel y ordena volver a los de plástico, Argentina empieza a producir sorbetes de trigo bajo la marca Paja.

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A principios de febrero, el terraplanista ambiental Donald Trump firmó un decreto que prohibió el uso de las pajitas de papel en los edificios públicos federales de Estados Unidos y ordenó volver a las de plástico. Los conspiranoicos leyeron la medida como un guiño a la industria petrolera. Pero la incidencia de los sorbetes en el negocio es menor. Entonces, ¿de qué hablamos? De un gesto que puede impactar a nivel global.

“No creo que el plástico vaya a afectar mucho a un tiburón, ya que mastican todo lo que hay por el océano”, dijo Trump. La mención a los mares y a sus criaturas no fue casual. La guerra contra las pajitas de plástico se debió, en buena medida, a un video viral difundido en 2015 por la bióloga marina alemana Christine Figgener. La filmación mostró a un equipo de investigadores mientras sacaba una pajita atascada en la fosa nasal de una tortuga. A partir de ese momento, se dispararon las prohibiciones de los sorbetes de plástico por parte de gobiernos nacionales, provinciales y municipales en todo el mundo. Se sumaron empresas y cadenas de comidas rápidas. La ecología garpa y la cancelación mete miedo.

Por estas pampas, las almas bellas trajeron de Brasil y otros destinos los primeros juegos de pajitas metálicas reusables, de acero inoxidable o aluminio, que venían en lindas bolsitas junto con cepillos para limpiar el charuto. Más tarde se vendieron localmente, en tiendas de chucherías importadas. Todo chino, obvio. Vaya a saber si, en la fabricación, empaque y traslado, no se contaminó más. Hoy ya no se ven tanto. Claro, lavarlas da paja.

La guerra contra las pajitas de plástico se debió a un video viral: la filmación mostró a un equipo de investigadores sacando una pajita atascada en la nariz de una tortuga.

El antecesor de Trump, Joe Biden, había iniciado una política de reducción de pajitas de plástico en oficinas gubernamentales, con el objetivo de llegar a su eliminación completa en 2027. El plan incluía abandonar todos los plásticos de un solo uso, incluyendo vasos, platos y cubiertos, para 2032. Según el decreto de Trump, las pajitas de papel “usan sustancias químicas que pueden entrañar riesgos para la salud, son más caras de producir que las de plástico y a menudo obligan a los usuarios a utilizar varias”, porque se desarman.

“A veces vienen envueltas individualmente en plástico, lo que socava el argumento ambiental a favor de su uso”, agregó la información oficial. Mientras estampaba su firma megalómana en la orden ejecutiva, Trump dijo: “Estas cosas no funcionan. Las he tenido muchas veces y, en ocasiones, se rompen, explotan. Es una situación ridícula”.

Frente a la incompetencia del papel y la prohibición del plástico (que igual sigue vigente en muchos territorios de Estados Unidos), la industria del packaging y de los insumos para bares, restoranes y hoteles buscó otros sustitutos eco friendly. La mala noticia es que cuestan más.

Surtidores de pajas

La onda llegó a la Argentina bajo la forma de pajitas de trigo. Algo bien nuestro. O no, porque la primera tanda vino importada de Estados Unidos; pero entonces estalló la pandemia, los boliches cerraron y el emprendedor se las tuvo que guardar en el depósito. La empresa se llama Trigo y le sigue metiendo garra. El mercado, por ahora, es chico y se concentra en las barras de coctelería.

El potencial, no obstante, parece ser grande. Apareció la competencia con un nombre más pícaro. Le pusieron Paja. Aseguran que están procesando el tallo del trigo en instalaciones propias, entre Bragado y Capital Federal. Normalmente es un desecho agrícola. Se usa como forraje para el ganado pero muchas veces ni se levanta, queda en el suelo como cubierta, para conservar la humedad y evitar la erosión antes de la rotación a la siembra directa de soja.

¿De granero del mundo a surtidor de pajas para todos y todes? Suena a un futuro lejano. Por ahora, los proveedores de la materia prima de Paja son amigos de Bragado. Separar la paja del trigo no implica perder la cubierta vegetal. Sólo se corta una parte del tallo.

Iván Weyrauch, el fundador de Trigo, se presenta con técnicas de storytelling, omnipresentes hoy para vender básicamente cualquier cosa. Es sociólogo, tiene 30 años y dice que siempre quiso “trabajar generando impacto”. Colaboró en ONGs como Médicos Sin Fronteras y UNICEF, pero se dio cuenta de que le costaba “avanzar profesionalmente en ese ámbito”. Por lo demás, su madre le enseñó a cirujear muebles para equiparse en base al reciclado, sin consumir.

“Quería emprender. Ofrecer una alternativa sustentable al plástico, así que profundicé mi investigación y conocí una empresa en Australia que se dedicaba a fabricar sorbetes de trigo. Luego, encontré otra en Estados Unidos. Conseguí comprar una caja de 500 unidades y me fui a recorrer Capital Federal, mostrándolas en bares. Recibí muy buenas respuestas y sentí que había una oportunidad, pero dar el primer paso para traer el producto fue muy arriesgado y me daba miedo. Aun así, lo hice. Me endeudé para traer la primera tanda de mercadería”, cuenta en un texto por WhatsApp. Entonces llegaron el ASPO, el DISPO, la recesión y la mar en coche. Todavía siente el golpe y patea las calles en busca de nuevos clientes.

Si se adquieren 3.000 unidades, cada pajita de trigo cuesta cerca de 36 pesos, contra los seis y pico que cotiza la pajita de plástico, según la mejor oferta en Mercado Libre.

“Los sorbetes de trigo no existían en Argentina cuando los traje. Me la jugué porque me encantó la idea y estaba convencido de que a mucha gente le iba a copar. No es un camino fácil, porque estos productos salen más caros que el plástico o el polipapel, pero sigo apostando a que valen la pena. En ese sentido, voy contra la corriente. Se trata de repensar nuestros consumos y nuestra relación con lo que nos rodea”, agrega Iván.

En la página de Trigo se puede comprar online. Si se adquieren 3.000 unidades, cada pajita de trigo cuesta cerca de 36 pesos, contra los seis pesos y pico que cotiza la pajita de plástico envuelta en funda de papel, según la mejor oferta en Mercado Libre.

Trigo también ofrece pajitas reutilizables de caña. Se lavan y duran meses. Valen 240 pesos la unidad si se compran de a 500 unidades. Al igual que las de trigo, son compostables y se degradan como la ramita seca de un árbol. No le transfieren regusto a la bebida.

Más parcos, en Paja hablan poco, sobre todo cuando se les pregunta por los números. Se entiende, es algo nuevo. La firma tiene un año. Consultado para esta nota a través de Instagram y WhatsApp, Francisco Ben, uno de los socios, dice que “nuestro producto es 100% industria argentina, somos la primera fábrica de sorbetes de trigo del país y entendemos que la primera también en América Latina”. ¡Todos al obelisco!

¿Cómo es la fabricación? “Se usa el orificio natural del tallo de trigo, es hueco por dentro. Se corta y se lo procesa a altas temperaturas para eliminar virus y bacterias y para darle rigidez”, responde Ben. ¿Qué maquinaria se usa? “Se usa maquinaria, pero más de eso no podemos decir, son años de investigación”. Misterio.

En internet encuentro que Franco De Stefano, otro socio de Paja, hizo declaraciones a la radio LU5 de Neuquén. Aseguró que el producto es descartable para bares y restoranes, pero puede ser reutilizado en el hogar, como objeto de uso personal, si se lo lava y deja secar. El charuto se descompone aproximadamente en tres meses en una compostera o en la tierra.

En España, una empresa llamada Las Pajitas muestra entre sus clientes a Nestlé, Facebook y cadenas hoteleras. Están a otro nivel. Además de sorbetes de trigo, ofrecen de arroz y de pasta hecha en base a sémola de trigo. Otra marca, Envapro, suma como materiales la madera y el almidón de maíz.

Dentro de los canutos reutilizables, Las Pajitas tiene de bambú, de caña, de vidrio, de silicona y de acero inoxidable.

Lo loco es que nos centremos en las pajitas, las tapas y las botellas. ¿Qué pasa con los muebles de plástico, las autopartes, los materiales eléctricos, los teléfonos, las computadoras, las herramientas? Todo tiene plástico. Por el volumen que ocupan, se pueden reciclar mejor. Las pajitas se escapan.

De los sumerios hasta McDonald’s

Se encontraron pajitas metálicas de la civilización sumeria en la Mesopotamia Asiática. Aparentemente datan de 3.000 años antes de Cristo y se usaban para beber cerveza primitiva directamente de una gran cuba. Algo así como una jarra loca con bastantes sólidos que flotaban por ahí.

Marvin Stone, un inventor estadounidense, presentó en 1888 una patente de pajitas hechas de papel manila parafinado. Se le ocurrió enrollando el papel en un lápiz. Cualquier similitud con la merca es pura coincidencia. La parafina no resolvió el problema que tenían las pajitas naturales de centeno. Ambas transferían un sabor extraño a la bebida.

En 1937, Joseph Friedman creó la pajita flexible, con fuelle, después de notar que a su hija le resultaba difícil tomar con el sorbete común, recto.

Con el auge del automóvil en la década de 1950, surgieron la comida rápida y el drive in, la moda de ser atendido y comer en el coche, y luego el drive thru o pedir, pagar y recibir el morfi a través de la ventanilla para consumirlo en otro lugar. En ese tránsito, las pajitas de plástico se impusieron y las de papel desaparecieron casi por completo en los años ‘60.

En Argentina, la comida rápida llegó en 1974, copiada hasta el plagio, con el primer local de Pumper Nic. Al principio no se ofrecían pajitas porque los vasos de plástico no llevaban tapa.

Los bares y las pizzerías tradicionales ponían a veces pajitas dentro de un vaso sobre el mostrador, pero el gallego vigilaba que no te agarraras muchas. La libre disponibilidad del sorbete llegó en 1986 con el desembarco de McDonald’s y sus vasos con tapa y un troquelado con forma de cruz para ensartarlo y chupar. Yo fui en esa época al primer local de avenida Cabildo. Un caos que desbordaba de raros peinados nuevos. Algo increíble para los adolescentes era que podíamos agarrar puñados de pajitas de los dispensers, ¡con sólo bajar la palanca!

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José Montero

Periodista, escritor y guionista. Autor de literatura infantil y juvenil.

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