El Poder Judicial es posiblemente una de las cuestiones más presentes en la agenda pública argentina y, si nos propusiéramos tan sólo elaborar un principio de diagnóstico que identifique sus principales problemas, probablemente nos enfrentaríamos no al peor final sino al peor principio: no sabríamos ni por dónde empezar. ¿Se trata de nuestro corpus de leyes? ¿Es la Corte, es el Consejo de la Magistratura, es la banda de Comodoro Py? ¿Los cargos vacantes, el presupuesto, su administración, los sindicatos? ¿Todo lo anterior a la vez? ¿Y en qué orden?
Otra intuición: en las últimas décadas ha sobrado evidencia de que los jueces suelen acompañar los lineamientos y los intereses del Poder Ejecutivo de turno, incluso más allá de cómo y cuándo hayan sido designados (desde luego, si los nombramientos dependen en buena medida del Senado, y el Senado ha sido controlado por el PJ desde el ’83 para acá, bueno, 2 + 2 = 4), y hasta se podría decir que se han subido a las “modas” ideológicas o a los consensos sociales generales de cada época, incluso cuando estas coincidencias pudieran contradecirse con el texto y el espíritu de nuestras leyes más básicas, la Constitución incluida.
Pasaron apenas algo más de tres meses desde que Andrés Rosler, destacado abogado y colaborador de Seúl, explicó en esta nota por qué la propuesta de la vicepresidente Victoria Villarruel de reabrir todas las causas penales contra Montoneros y otras organizaciones armadas es una muy mala idea que, en caso de ser acompañada por el Poder Judicial, tendría consecuencias muy perniciosas. Resumiendo excesivamente el contenido de aquel texto, se trataría ni más ni menos que de una inversión de los efectos buscados por la decisión de la Corte Suprema en su fallo “Simón” del año 2005, aquel que permitió la reapertura de los juicios de lesa humanidad contra represores de la dictadura. Es decir, que se podría dar vuelta la taba con suma facilidad.
Casualidad o no, ayer se conoció la decisión de la Cámara Federal de citar a indagatoria a Mario Firmenich y a otros viejos dirigentes de Montoneros (sí, entre ellos, a Horacio Verbitsky) por la masacre del comedor de la Superintendencia de la Policía Federal, un espantoso atentado terrorista con decenas de muertos y heridos. Por supuesto que la decisión de la Cámara nos parece equivocada, más allá de que no sabemos qué la motivó. Nos parece mal por las razones citadas por Rosler, claro, pero un poco también porque estamos hartos de oooootra vez volver a discutir los ’70. Desde luego, el atentado quizás no ha tenido la difusión que se merecía, no es un saber común y generalizado y mucho menos materia de discusión en las escuelas como sí lo son otros tantos sucesos de aquellos años. Y lo más grave: la memoria de sus víctimas ha sido ignorada, cuando no menospreciada o descartada sin más. Así y todo, ninguna de estas injusticias sería remediada con otra, que eso es lo que representaría una eventual condena para Firmenich y sus secuaces.
But maybe… puede que llevarlos a Firmenich, a Bonasso y a Lewin para hacerles fiestitas en el documental del Mundial ’78 no haya sido el golazo que pensaron que iba a ser, muchachos. Qué timing, qué sentido de la oportunidad. Ahora, a esperar el documental de la gran campaña de Irlanda del Norte en España ’82 con los valientes testimonios de Gerry Adams, Dolours Price y Brendan Hughes. No falla.
Por suerte existe Wanda Nara, que se ocupa de dilapidar sus miserias matrimoniales para gusto y consumo de los argentinos. Si no fuera porque todos los días los 46 millones debemos afrontar la lectura de sendas capturas de pantalla que la empresaria multifacética publica sin contemplaciones, la ruptura del presidente con Amalia “Yuyito” González habría capturado la atención nacional. Muchos venían prediciendo el punto de quiebre, a saber, el momento en que la vedette sexagenaria se infiltra en el balcón de la Rosada e intenta besarlo, una manera de marcar la cancha que Karina se ocupa de castigar dándole la espalda; ni Conan se hubiese atrevido a mearlo de tal manera enfrente de sus ministros (a quienes, por otro lado, Javier Milei no duda en declararles en X su más profundo afecto: “Imposible no adorarlos con todo el alma”).
Ya lo venía diciendo Yanina Latorre, cuya relevancia a lo largo de este año alcanzó dimensiones inesperadas: al presidente no le gusta que lo pasen por encima. Quienes veíamos las intervenciones de Yuyo en el programa que anima a la mañana en la TV pública (y mide 0,1 de rating), entendíamos que su pasión por figurar era un peligro para su flamante vida amorosa (“¡Salí de ahí Milei!”, aconsejaba Yanina). Al parecer, Amalia González no era ni muy vieja para él, ni muy evangelista, simplemente demasiado cholula.
Si algo han demostrado los hermanos Milei es que el poder le sienta mejor que la muerte a Goldie Hawn en la mítica película de los ’90. Sobriedad, tenacidad y rigor parece ser la tríada que marca su estilo. De Giorgia Meloni corren en las redes los anhelos de un romance capaz de fundar una alianza entre mandatarios sin precedentes, capaz de restituir el Imperio Romano, o de fundar la nueva potencia ítalo-argentina. Desconectada de la realidad, por su lado, Yuyito pasó siete meses empezando el día con un “te amo” público para el presidente, y protagoniza ahora una ruptura silenciosa, que se infiere por los gestos de la vida cotidiana en 2024: dejar de seguirse en Instagram o no ponerse like. Aunque tarde en confirmarse de manera oficial, para Intrusos la separación entre Javier Milei y Yuyito, ícono del erotismo menemista, estaría consumada.
El martes, la furia de las redes sociales se volcó contra una joven de 30 años que olvidó a su perro dentro de su auto estacionado en el microcentro de Rosario durante varias horas, lo que provocó la muerte del animal por asfixia. En el video, se la ve descubriendo el cuerpo sin vida de su mascota y desbordada por un ataque de nervios, mientras una señora, imperturbable ante su angustia, la increpa: “¡Tu perro está muerto! ¡Te vas a comer una denuncia por maltrato animal!”.
La chica quedó detenida unas horas. La cuestión legal seguirá su curso según lo que diga ley 14.346 de Protección Animal. Lo que nos compete en este humilde espacio es analizar la actitud que observamos en gran parte de la opinión pública, representada por esa señora que continuaba atacando a la chica a pesar de verla en plena crisis nerviosa.
Pronto la turba se organizó para averiguar la identidad de la mujer, cuáles eran sus redes sociales y su local en el microcentro de Rosario, que ayer amaneció cerrado y con las paredes escritas con una leyenda que decía: “¿Cómo vas a matar a tu perro?”. Hubo muchos que incluso consideraron que su ataque de nervios fue simulado, que había dejado a su perro en el auto a propósito para que no se lo lleve la grúa, que deberían sacarle la tenencia de sus otras mascotas o que deberían dejarla a ella adentro de un auto cerrado toda una tarde al sol.
Uno de los argumentos más repetidos era: ¿qué dirías si en lugar de un perro hubiera sido un bebé? Y ese razonamiento, precisamente, debería inspirar mayor compasión: ¿tratarían de la misma manera a alguien que, por accidente, acaba de perder a su hijo? Si la respuesta es afirmativa, amigos, es hora de cuestionar su humanidad.
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