Nadie se quiere hacer cargo del senador Edgardo Kueider. Desde que la aduana paraguaya le encontró 200 mil dólares en una mochila cuando intentaba cruzar a Ciudad del Este por el Puente de la Amistad, todos juegan a la mancha venenosa. Kueider es peronista y entró al Senado en 2019 con la boleta del Frente de Todos, pero en febrero del año pasado se fue del bloque junto con Guillermo Snopek, Carlos “Camau” Espínola y María Eugenia Catalfamo para conformar Unidad Federal. Y en junio de este año, votó a favor de la Ley Bases.Rápida para los mandados, Cristina dijo que el dinero que le encontraron al senador fue la coima que le dio el Gobierno por votar a favor de la ley. Milei le retrucó, algo débilmente, posteando la boleta que lo llevó al Senado, en la que está junto con ella y Alberto Fernández. Y Cristina insistió: “Si hubiera sido mío, no votaba la Ley Bases, querido Javier. Te gusta el durazno, pero no te bancás la pelusa. Besis”.
Hay, incluso, algunas teorías conspirativas que dicen que todo se trata de una señal mafiosa de Mauricio Macri al Gobierno, ahora que la relación está tirante. Según publicaron Raúl “Tuny” Kollmann (a quien, como dijo alguien en Twitter, le dicen “Tuny” porque “tunea” la realidad) y La Política Online, la relación cercana de Macri con el ex presidente paraguayo Horacio Cartes indicaría que tuvo el poder de ordenar que pararan a Kueider, que había cruzado varias veces por ahí en otras oportunidades sin tener ningún problema. No sabemos si esto es un invento total o refleja la paranoia real de Santiago Caputo y compañía.
En cuanto al origen de los 200 mil dólares, todavía es muy pronto para saberlo. Kueider ya estaba siendo investigado por supuesto enriquecimiento ilícito y cobro de sobornos de cuando era secretario general de la Gobernación de Entre Ríos y responsable de la empresa estatal de energía Enersa. Por otra parte, su voto a favor de la Ley Bases no fue tan extraño: hacía más de un año que no pertenecía al bloque del Frente de Todos, y su compañero “Camau” Espínola votó como él.
Esto no quiere decir que no haya habido una “Banelco” (tarde o temprano se sabrá), pero sí que entrar como un caballo en la jugarreta de Cristina sin dudar ni un segundo es de una ingenuidad supina. Más teniendo en cuenta que ahora lo quieren echar del Senado: claro, así entra la suplente, que es de ellos. ¿Caerán en la trampa los “republicanos”? Estamos atentos.
Esta semana, en Corea del Sur, el presidente Yoon Suk-yeol declaró la ley marcial, una medida drástica que, aunque duró menos de 24 horas, llegó a desestabilizar a mucha gente (no así a la Asamblea Nacional, que la revocó por no creerla necesaria para proteger al país de fuerzas antiestatales y simpatizantes de Corea del Norte).
En la otra punta del planeta —que en este mundo hiperconectado es como decir acá a la vuelta—, un periodista como Ernesto Tenembaum no puede evitar aludir a esta revista cuando comentan en la radio la terrible primicia de política exterior. Hablan de Yoon Suk-yeol, de las protestas masivas, de la posible destitución del presidente, pero Tenembaum piensa en nosotros; somos tan inmensos que vale la pena interrumpir la noticia del acontecimiento surcoreano, a riesgo de opacarlo, con una broma local, de rencilla porteña:
Me da gracia otro chiste que voy a hacer. Hay una revista acá, una revista de Internet macrista, en realidad son mileístas in the closet, pero no se animan a decir que son mileístas porque hay algo del estilo de Milei [que no les gusta], y además Milei los humilla todo el tiempo, y son tipos que reflexionan, piensan, hacen de buenos tipos. Se llama Seúl. ¿Por qué se llama Seúl? Le cagaron la vida a los coreanos del sur, estos tipos. Porque ellos dividían el mundo entre Corea del Sur y Corea del Norte. En Corea del Sur estaba la democracia, en Corea del Norte estaba el kirchnerismo, y ellos, como eran la democracia, son Seúl. Y nosotros éramos los boludos de Corea del Centro. Bueno, resulta que en Seúl ayer hubo un golpe de Estado. Los tipos vivían bien hasta que acá un grupo de pibes le pusieron a la revista Seúl y les cagaron Corea del Sur.
No fue el único. Una lectora de la revista nos escribió ofendida por nuestro despropósito. ¿Cómo podía “una revista con pretensiones intelectuales, literarias y artísticas” darse como nombre el de un país que aplica la ley marcial sobre su pueblo? ¿Puede el odio a los opositores llegar tan lejos? Aunque le respondimos con información tranquilizadora (la revista existe hace cuatro años y la ley marcial ocurrió esta semana), observamos con preocupación la inquietante situación en Seúl. Ojalá fuéramos tan poderosos como nos imagina Tenembaum, podríamos con una sola edición traerles de nuevo la paz republicana de los que aman la libertad.
Y un día el precio del Bitcoin cruzó los 100.000 dólares, y ese día fue ayer. ¿Por qué? Porque pudo. O porque el triunfo de Donald Trump en las elecciones despertó mayores expectativas por algunas promesas del entonces candidato en el sentido de favorecer a las criptomonedas como reserva de valor o de eliminar regulaciones o restricciones para su uso. Pero, como suele suceder, ésa es una explicación que muchos repiten sin que nadie esté muy seguro de que sea cierta.
En cualquier caso, el rally del BTC y de otras criptos lleva ya varios meses, con ciertos vaivenes y algunas escaladas particularmente aceleradas. Y, como cada vez que esto sucede, muchos que nunca operaron con criptomonedas —e incluso algunos que sí lo hacen— vuelven a instalar la pregunta más básica: muy bien, pero… ¿qué es? Una respuesta rápida y apenas técnica diría que es una moneda virtual creada por una persona de identidad desconocida (que adoptó el seudónimo de Satoshi Nakamoto), definida a partir de fragmentos de códigos de programación organizados y escritos en bloques inmodificables. Y que tiene un cronograma de emisión a un ritmo decreciente, por lo que el BTC circulante alcanzará un tope, previsto para dentro de algunos años.
Desde luego que esto no nos dice mucho, porque esta nueva marca de los 100.000 dólares indica en verdad otra cosa: que en todos estos años el Bitcoin dejó de ser un secreto para iniciados para pasar a ser considerado un activo deseable incluso por muchos que no saben del todo qué es. Lo cual quiere decir a su vez que el secreto de su éxito (después de sucesivos crashes, todos ellos violentos, repentinos y que amenazaron con resultar definitivos) no radica en la posibilidad de ser usado cotidianamente como una moneda más —una promesa de los primeros años que nunca se concretó, no al menos masivamente— sino en el firme convencimiento de que eso tan indeterminado hoy es valioso y lo será aún más en el futuro, por las razones que fueren. Los detractores lo dijeron una y otra vez: es un esquema Ponzi, se va a cero, no tiene ninguna clase de sustento lógico, a quién se le ocurre poner guita en eso. Y sin embargo ahí está: a 100 luquitas.
El que debe estar festejando a lo loco es Nayib Bukele, el polémico presidente de El Salvador, quien hace algunos años apostó por el Bitcoin como moneda legal a la vez que invirtió en él parte de las reservas del país. La decisión pareció ruinosa con el último crash de las criptos, pero ahora la tortilla se dio vuelta. ¿Qué va a hacer Bukele con tanta plata? ¿Se comprará algunas islas en el Caribe? ¿Conquistará algún país vecino? ¿Se hará coronar emperador? Chi lo sa. Tiene tiempo de pensarlo hasta la próxima caída y su consiguiente rebote.
Si te gustó esta nota, hacete socio de Seúl.
Si querés hacer un comentario, mandanos un mail.
Si querés suscribirte a este newsletter, hacé click acá (llega a tu casilla todos los viernes).