(Sobre «Zweig y el síndrome de la paz», de Manuel M. Novillo, y «El PRO y LLA deben ir separados en las elecciones», de Hernán Iglesias Illa)
Buenísimo el artículo sobre Zweig, en un todo de acuerdo. También de acuerdo con el de Illa.
Sds,
—Dora Bendersky
(Sobre «Zweig y el síndrome de la paz», de Manuel M. Novillo)
Querido Seúl,
En su nota del domingo, Manuel M. Novillo menciona algo muy cierto: que para la paz, a veces es necesaria la guerra. Creo que nadie estaría en desacuerdo con esta afirmación, y hasta espíritus tan iluminados como Immanuel Kant la aprobarían. Pero lo que Kant nos enseña es que la manera en la que se hace la guerra importa, diciendo que para alcanzar la paz, ningún combatiente debe tomar medidas que hagan imposible una paz futura.
Ya todos conocemos los horrores cometidos por la agrupación terrorista Hamás. Se sabe que impulsar la paz por ese lado es imposible. Pero aun reconociendo el derecho de Israel a defenderse, ¿es su accionar bélico conducente a la paz? Yo creo que no y me parece que el descuido con respecto a las bajas civiles, el bloqueo (y a veces ataque) a la ayuda humanitaria internacional y la reciente intención manifiesta de vaciar el norte de Gaza serán el caldo de cultivo para una nueva generación de extremistas.
Saludos,
—Augusto Solari
(Sobre «El PRO y LLA deben ir separados en las elecciones», de Hernán Iglesias Illa)
De acuerdo, Hernán.
Pese a que creo que el punto potencialmente flojo de la argumentación está en el inimaginable porcentaje de votos que se podrían sacar, aún me parece la mejor opción a futuro. Porque el punto potencialmente fuerte de lo expuesto es, precisamente, el futuro: un tiempo que nadie tiene comprado. Ni el Gobierno. Y si, por algún motivo, las aberraciones políticas y comportamentales (sí, existe la palabra) de Milei en algún momento afectaran sus loables y meritorias decisiones económicas, habría una opción alternativa para los no pocos que tenemos claro en qué aguas no hay que volver a nadar.
Sea con un 4 o con un 15 por ciento, la supervivencia del PRO será una buena señal para una porción no tan desdeñable del electorado. Y nada hace suponer que no lo sea para los mercados financieros.
Moción de Hernanii aprobada.
Me atrevo a agregar algunas consideraciones.
Milei, ya no tiene sentido negarlo, encaró con determinación y pulso firme el rumbo económico que Macri describió con bastante precisión pero nunca se atrevió a profundizar. El ingeniero y sus exégetas —soy uno de ellos, en alguna medida— se amparan en excusas que podrán servir para aliviar conciencias, pero no para recuperar protagonismo político.
¿Que no quiso ser quien empujara a millones de argentinos a cruzar el desierto que nos separa de la Tierra Prometida, y por ello demoró las reformas necesarias para cambiar de régimen económico, confiado en que lograría el mismo objetivo yendo “de a poco”? Quizás. Pero sabía el riesgo que corría, y peor, nos hacía correr. Pues bien, el intento falló, y volvimos a retroceder muchos escalones, tornando más cruel al siguiente intento, cuando éste se produjera.
El mal cálculo incluyó la creencia en que él, si se animaba, o alguien de su grupo, el PRO, sería nuevamente el depositario, cuando necesariamente el populismo revelara que estaba agotada su mentira, de la confianza para volver a intentar. No imaginó que la decepción de su primer fracaso, sumada al hastío extra de la postrer experiencia K, terminaría con la racionalidad de buena parte del electorado.
Pues así fue. Y llegó Milei.
De nuevo: Milei encaró con determinación y pulso firme el cambio de régimen económico.
¿Se necesitaba a alguien sin remordimientos por el sufrimiento que, inevitablemente, significaría para gran parte de la población el cambio? Vaya uno a saber. Quizás. Quizás no.
Lo cierto es que el hartazgo alcanzó a más gente que la dispuesta a volver a intentar de la manera “racional”.
Ahora el dilema es otro.
El dilema, ahora, es si la única opción es bancar todo el paquete —que, claro, incluye la cura de la economía—, o intentar separar la paja del trigo. Algo que en política ha demostrado ser poco menos que imposible. Marcar lo mal que se está conduciendo la política y actuar en consecuencia —voto diferenciado en ciertas ocasiones en el Congreso, no acompañamiento de políticas internacionales, etc.— podría conllevar, en algún momento, a desestabilizar la confianza que hasta ahora muestran los mercados en la política económica. Y, a la larga, aumentar el riesgo de una nueva recaída, posiblemente ésta mortal, en el populismo peronista. No hacerlo puede significar ayudar a crear un monstruo de diferentes características pero igualmente letal para la democracia argentina.
Es un estrecho desfiladero el que transita, fundamental aunque no únicamente, el PRO.
Las voces coreanocentristas, que durante décadas han sido cómplices del latrocinio y la decadencia, proveyendo de máscaras pseudoprogresistas a los depredadores, esconden sus pulsiones populistas detrás de una sobreactuada preocupación por los riesgos para la república, cuando en realidad lo que pretenden es obligar a abortar el cambio de régimen económico.
Pese a todo, creo que vale la pena correr el riesgo y diferenciarse. El rumbo económico es el deseado. El político, no. Y no por problemas de cartel. Bien valdría la pena que el PRO desapareciera o se licuara dentro de La Libertad Avanza si los desvaríos del presidente, fuera de su expertise económica, no fueran tales.
—Enzo Prestileo
(Sobre «El PRO y LLA deben ir separados en las elecciones», de Hernán Iglesias Illa)
Importantísimo analizar este juego para el 2025. Primero: lo que sirve no se cambia. Segundo: ahí adentro debe existir un contrapoder. Tercero: el kirchnerismo debe ser derrotado. Entonces, lo votado por el 56% debe ser aumentado. No se conoce mucho sobre qué haría más fuerte al mileísmo. El contrapoder interno indispensable pasa por mejorar, o al menos mantener, el no al larretismo, el sí al “o es todo o es nada” de Bullrich y, por qué no, recuperar algo del duranbarbismo disruptivo del macrismo.
La interna LLA-PRO es el lugar para mejorar hoy la política.
—Edmundo Lingo
(Sobre «Zweig y el síndrome de la paz», de Manuel M. Novillo)
Me gustó el escrito. Lo que demuestra es que el mundo se mueve en una compulsión de repetición. Es un modo de mantener una memoria actuada del sentimiento de terror y dolor.
Podemos decir que el imaginario del progreso de la humanidad está interferido por este modo repetitivo. Sólo hay que saber que no hay progreso.
—Mosner
(Sobre «¿Quién paga la universidad gratuita?», de Rolando Rivera)
Interesante nota, pero me quedaron un par de temas.
La universidad: ¿centro de excelencia al servicio del pais o escuela superior de “cosas” varias?
Estimo que debería estar alineada con el proyecto del país que se quiere (demasiado pedir en Argentina).
Infinidad de carreras de medio pelo. ¿No se evalúa el fortalecimientos de escuelas de artes y oficios que podrían cubrir muchas carreras de la universidad? Y a menor costo y más fácil acceso y más próximo a los “clientes” (alumnos). Oficios que se olvidan. Ya veo ingenieros haciendo de torneros. Muy caro resulta eso. Y siglo XXI, farmacia para dispensar medicamentos, o sea, almaceneros.
Ingreso a la universidad irrestricto y sin aranceles para aquellos que merecen acceder. Digo, curso de ingreso a la univrsidad: evaluación en lógica. Nivel mínimo para aprobar y ser aceptado: un 80%. De lo contrario, no merece estar en la universidad. Que continúen en las escuelas de artes y oficios.
—Anibal Álvarez
(Sobre «Sólo lecturas inmorales»)
“Es un vano intento de preservar lo que está destinado a perderse: su inocencia.”
Es cierto. Lo mismo podríamos decir de la virginidad. Pero ¿cuándo sería deseable perderla? ¿A los 7, a los 15, a los 21 o a los 40 años?
Tratemos de no caer en sofismas. Lo que está en discusión no es la censura sino la oportunidad y el contexto en el cual se le da a un niño determinado material de estudio.
Saludos,
—Francisco Luzzi
(Sobre «El PRO y LLA deben ir separados en las elecciones», de Hernán Iglesias Illa)
Estoy de acuerdo con la propuesta de Hernán Iglesias Illa.
El PRO no debería perder su identidad y las propuestas que lo llevaron a gobernar.
De ese modo, creo que se fortalecería y sus votantes nos mantendríamos fuertes en respetarlo como partido republicano y de cambio que nos representó y representa.
—Lucrecia Romera
(Sobre «El nazi es el otro»)
Todo bien con burlar la anacrónica solemnidad de Marcelo y el recuerdo de sus pecados pasados.
Tampoco hay que perder el tiempo con los nuevos “cabeza de termo” romanos (corte de adulones y alcahuetes que serán los primeros en abandonar a “Peluca” cuando las papas quemen).
Pero el presidente de la nación (al menos para mí, que soy un viejo a punto de mearme) debe respetar su investidura. No banco que sea un energúmeno y guarango. No lo votamos para eso (al menos, no yo).
Abrazo,
—Eliseo Devoto
(Sobre «El nazi es el otro»)
Este 65 es hilarante.
Tiene humor negro, humor judío, humor gay.
Aprovechemos, que el 2600 capotamos todos.
—Verónica Maenza
(Sobre «El nazi es el otro»)
Donda es una impresentable y el otro también. Insultar a periodistas no es ni liberal ni democrático. Pareciera que da todo lo mismo en nombre de que cada uno haga lo que se le da las ganas.
—Patricia Noemí Gómez
(Sobre «El nazi es el otro»)
Muy buena la entrega de hoy.
—Santiago Siri
(Sobre «El nazi es el otro»)
¡¡Buenísimo!!
—Sofía Zanelli
(Sobre «El nazi es el otro»)
Excelente.
—Inés Grilla
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