Seguro muchos de nosotros fantaseamos con que desaparezca la AFIP. Cada vez que vemos cómo en nuestra caja de ahorro aparece el SIRCREB robándonos parte de nuestros depósitos, iríamos como Bombita Darín al edificio de Plaza de Mayo y lo tiraríamos abajo.
Esta semana no paso eso, pero el presidente Javier Milei, con mucha astucia, anunció que sí: cerraría la AFIP. Los escépticos salieron a decir que se trataba sólo de un cambio de nombre. Ahora se llama Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA). Y además señalaron que nombraron director de la Dirección General Impositiva (DGI) a Andrés Vázquez, colaborador del inefable Ricardo Echegaray, amo y señor de la AFIP durante el gobierno de Cristina, hoy condenado a cuatro años y ocho meses de prisión y a la inhabilitación perpetua para ejercer la función pública por el delito de defraudación al Estado. (Echegaray, no Vázquez.)
Ni tanto, ni tan poco. Desde ya que la disolución de la AFIP no significa que no debamos pagar más impuestos, pero nadie creía eso, como muchos opositores agitaron en X, como si la gente fuera estúpida. Incluso anduvieron circulando screenshots de chats con supuestos contadores que se parecieron bastante a esas fábulas de “a mi primo le vinieron siete millones de pesos de gas”.
Pero tampoco es sólo un cambio de nombre: por lo pronto, se va a desvincular a 3.155 agentes que ingresaron de manera irregular durante el gobierno kirchnerista, lo que equivale al 15% de la dotación actual. Y el Gobierno aspira a reducir en un 34% la estructura, lo que significaría un ahorro anual de 6.400 millones de pesos.
El caso de Vázquez es más complicado. Si bien no estuvo procesado, fue muy cercano a Echegaray. La filosofía del Gobierno parece ser “no nos importa de dónde venga, sino a dónde está dispuesto a ir”. Claro que con esa filosofía se cuelan personajes arribistas como Daniel Scioli, sin ningún tipo de moral. Quizás no esté mal. El Gobierno debe evaluar que, si Vázquez obedeció a Echegaray en sus tropelías, tiene la fidelidad suficiente como para obedecerlos a ellos. Es claro que, a Santiago Caputo, que juega a videojuegos de espionaje y fantasea con armas, le fascinan estos personajes oscuros. Veremos si tiene la espalda como para manejarlos y, también, si no los quiere para él mismo ser un Echegaray libertario.
Esperemos que por lo menos saquen el SIRCREB.
Un episodio insólito de esta semana fue el furor por el uso de la expresión “Falklands Islands/Malvinas” en un comunicado del Ministerio de Defensa sobre la reunión de la canciller Diana Mondino con el vicepresidente de la Cruz Roja. El fallo fue advertido primero en las redes (por supuesto), luego levantado por los medios y cubierto desde el principio como una falla gravísima que revelaba un secreto ardor imperialista de parte del Gobierno.
El Gobierno reculó, borró el comunicado, Mondino intentó decir que no había existido (los tuiteros tenían capturas) y finalmente ayer el ministro de Defensa, Luis Petri, que coordina el programa de identificación de cuerpos en Malvinas (de eso iba la reunión), admitió que el error había sido de su área, pero insistió con el lenguaje inflamado: “Queremos echar al responsable malnacido que cometió este acto malicioso, porque no refleja las posiciones que venimos sosteniendo”.
Un ida y vuelta clásico, en fin, de la política argentina, con acusadores que sobreactúan su ofensa y funcionarios que sobreactúan su sorpresa y su congoja. Decirle “malnacido” al pobre pibe que probablemente tuvo que traducir la versión original del documento y se olvidó de sacar el “Falklands” es un poco mucho. Y revela las taras que todavía tiene el tema Malvinas, aun 40 años después, en la discusión pública. No sabemos todavía si fue una invasión (nosotros creemos que sí), una gesta gloriosa, aunque liderada por un milico borracho, una tragedia innecesaria o un error que pospuso medio siglo (como mínimo) cualquier discusión sobre soberanía de las islas. Como nos cuesta, no se permite el menor error o desliz. Cualquier desviación de la ortodoxia debe ser señalado y humillado. Nos calmemos. El episodio será olvidado en horas más (si ya no ha sido olvidado), pero volverá a jugarse, de manera similar, con otros protagonistas y otros deslices, en cualquier momento.
Es sabido que el fútbol es un material no del todo apto para las analogías y las correlaciones fáciles: el resultado lógico de hoy puede convertirse mañana en uno más de los tantos batacazos que –otro lugar común– hacen que este deporte sea tan apasionante. La imprevisibilidad, las situaciones cambiantes, la posibilidad siempre latente de que el David de quinta división le dé vuelta un partido imposible al Goliat multicampeón en una jornada de copa cualquiera son recordatorios muy efectivos para no bajar la guardia y tomar siempre las precauciones del caso.
Así y todo, en la noche del miércoles pudimos observar en partidos de distintas competencias situaciones de un contraste tan marcado y de un impacto tan inmediato que, mal que nos pese, se impusieron por su propio peso. Mientras que el Botafogo dejaba prácticamente definida su semifinal de Copa Libertadores pegándole un baile inolvidable a Peñarol (uno de esos que provocan hasta la compasión por la suerte del derrotado a medida que pasan los minutos y se hace evidente la falta de equivalencias), en el Coloso del Parque se desataba la violencia en el entretiempo del partido entre Boca y Gimnasia por la Copa Argentina. Nada especialmente extraño en el fútbol local, desde luego, pero la intervención del ídolo boquense y actual presidente del club –Juan Román Riquelme (quién si no)– para tratar de que la situación se tranquilizara fue el detalle que disparó los videos, fotos y memes virales en las redes sociales y sitios de noticias.
Entonces: de un lado, una fiesta de goles, toques y gambetas en un estadio moderno y espectacular colmado de espectadores eufóricos, una suerte de síntesis entre el lujo de las competencias europeas y la intensidad exacerbada de las hinchadas sudamericanas. Del otro, uno más de los tantos espectáculos toscos y faltos de brillo del fútbol local, resuelto por enésima vez por la vía de los penales, con la máxima autoridad de uno de los clubes mezclado con los barras para tratar de contenerlos mientras a su alrededor volaban las butacas arrancadas de un estadio que está en el promedio de los estadios argentinos: no especialmente deteriorado, pero muy lejos de los estándares propios de las mejores ligas del mundo. Y no se trata de que queramos comparar al fútbol argentino con el francés o el alemán (cuando empieza a acumularse evidencia de que institucionalmente podríamos empezar a mirar con envidia al –digamos– ecuatoriano) porque nosotros no venimos de la selva ni somos todos de Angola, sino porque es la propia conducción de la AFA la que proclama orgullosa que la nuestra es “la liga de los campeones del mundo”.
Sí, demasiado fácil el contraste, regalado el razonamiento. Porque Riquelme desde luego que habló con la prensa y dio las explicaciones del caso: “Cosas de nuestro fútbol y al final tuvimos la suerte de que pudimos seguir jugando el partido, que es lo que importaba”. Es facilísimo guglear, prender la tele o la radio, buscar un poco en Twitter. Meme de Román, ruidito de bombilla, el Consejo del Mate, Chicho Siesta, el que se confundió con el huso horario y el que no sabe escribir “Fenerbahçe”, con o sin cosito en la C. Román como vice primero de la AFA proclamado en la misma asamblea a la que nos referimos el viernes pasado. Chiqui Conducción, Chiqui el Grande, Chiqui Eterno, Chiqui con potencial de candidato del PJ, vamos por más, por el campeonato de 30 equipos, por qué no por uno de 40 o incluso uno de 76, en dos zonas de 38.
Es también muy fácil recordar que desde aquella final en Madrid todos los campeones de la Libertadores han sido brasileños. También que River, el club económicamente más poderoso del fútbol local y con un estadio que empieza a parecerse a los de la élite mundial, se volvió igualmente goleado de Belo Horizonte por un equipo que marcha en la novena posición en su liga. Seguro, la serie no está cerrada, lo impensable puede volver a pasar. Y por supuesto, todo el poderío económico del fútbol brasileño no impide que los hechos de violencia se repitan una y otra vez, especialmente cuando van a jugar allá argentinos o uruguayos.
Pero resulta que el Botafogo es un club que fue adquirido en 2022 por el Eagle Football Holdings. Una SAD, digamos. El Mineiro también es una SAD, en su caso, desde el año pasado. Y al antiguo Bragantino, desde hace unos años el Red Bull Bragantino, tampoco le va nada mal. ¿La casualidad permanente? ¿Seguimos con las comparaciones fáciles o paramos acá? Mejor paramos, porque si se trata de mirar fotos no hay dudas de que cualquiera apasionado de las asociaciones civiles sin lucro va a encontrar muchos casos de SAD que se fundieron y obligaron a una épica refundación por parte de los socios.
La cuestión es ver cómo viene la película de los últimos años, y cómo va a seguir en los próximos. Hagan sus apuestas.
Nota del Editor: sabemos que el SIRCREB es provincial y de CABA, no lo recauda la AFIP. Queremos echar al responsable malnacido que cometió este acto malicioso porque no refleja las posiciones de la revista.
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