Gracias a Dios es viernes

#59 | Violencia es violencia

Radicalismo champagne. La humillación de Periodistán.

La jornada en la que la Cámara de Diputados terminó convalidando el veto presidencial a la Ley de Financiamiento Educativo culminó otra vez con un hecho de violencia que se sumó a las agrias polémicas derivadas de la cuestión principal: la agresión sufrida por el militante, streameryoutuber y periodista libertario Franco Antúnez, alias Fran Fijap, alias @franfijap (basta del anglófilo “aka”, recuperemos nuestra soberanía apodística). Muy bien, pero quién es.

Justamente, en el link anterior de Clarín –y todavía más en este otro de La Nación– se puede empezar a comprender la situación: es un profesional de la provocación, alguien que busca fama, un bocón que no se la banca. Un nene de mamá que tiene menos calle que Venecia, terció Jorge Rial, alias Pepe Cien Barrios Conurbanos. Va a una marcha vestido así, de traje y con la ideología muy cortita, lógico. Querés clics, tomá, acá tenés.

Bueno, no. Vamos a repasar. Hasta hace dos días no sabíamos quién corno era Fran Fijap. Tampoco nos queda claro –ni nos importa– si los que le pegaron eran kirneristas, troskos o alguna combinación evolutiva de ambos grupos. Sí queda claro que, si los empleados de la casa de empanadas y otro pibe con una bicicleta no lo hubiesen defendido, a Fijap lo podrían haber matado. No importa si el agredido dos horas después estaba hablando en la tele sin mucho maquillaje: sobran los casos en los que se ha podido comprobar que, cuando a alguien se le pega en el suelo, cuando se tiran golpes y patadas indiscriminadamente, el resultado final se parece bastante al de una ruleta rusa. Lo mismo cuando llueven los piedrazos. ¿Importa cuántas son las probabilidades? ¿Cuánto es “muchas”?

Efectivamente, los pibitos libertarios nos caen mal. Muy mal, de hecho. Sí, son bocones, provocadores y bastante idiotas. Es probable que, de todos ellos, los que fueron capaces de dibujar una O con un vaso hoy estén cobrando como funcionarios o sentados en las bancas del Congreso, no afuera haciendo la crónica, así que ya podemos tener una noción del nivel de los streamers.

Desde luego que también nos resulta desagradable el trolleo en las redes, ya sea a título personal organizado por algún gordodan o cerimedo de ocasión, y si además la actividad resulta bancada con fondos públicos, ya entra en el terreno del seisieteochismo. Para qué engañarnos, nos podemos sorprender en la ducha canturreando “me chupa la pija la opinión de los kukas”, pero el show del exceso verbal libertario es un espectáculo degradante y potencialmente peligroso.

Key word: “potencialmente”. Basta de la gilada de “violencia es mentir” y similares. No, violencia es violencia. La violencia verbal puede derivar en física, pero del dicho al hecho hay un trecho. Y vamos a seguir de largo con el llanto graboisiano de “es la respuesta a la violencia con la que someten al pueblo”. Circule, circule, que ya sabemos a dónde nos llevan si nos enroscamos con eso.

Así que nada de condenas parciales ni de “ah, pero Guazzora”, que era otro tarado (y con causas por abuso en la Justicia, de paso) al que tampoco había que pegarle, por muy provocador profesional que fuera. No se justifican las golpizas, no se justifican los escraches. Nunca, a nadie, maestro.

Semana intensa para los correligionarios, que pasaron de la euforia a la depresión y del amor al espanto en apenas un par de días. Fueron el bloque que más capital emocional invirtió en la Ley de Financiamiento Educativo y perdieron la votación en Diputados (mal), pero ganaron una causa, que (bien) los pone del lado  de los buenos de las encuestas.

Pero en el Congreso votaron juntos diputados radicales que se venían arrancando las pestañas del domingo, con acusaciones mutuas de fraude en la interna partidaria bonaerense. Había dos listas, una más ligada a Lousteau y Yacobitti, la conducción porteña y nacional, y otra a Maxi Abad y los sobrevivientes del viejo cambiemismo. Es curioso que Lousteau llegó a la política como una cara fresca y nueva, pero eligió construir poder a través de los aparatos y las roscas de la política tradicional. A la noche ambas listas se atribuyeron la victoria; la junta electoral del partido declaró ganadora a la lista anti-Lousteau y los pro-Lousteau dijeron que algo olía mal en Quilmes. En la semana circularon audios y operaciones donde nadie queda bien parado. El radicalismo, como todo partido democrático, vende orgulloso su salchicha pero prefiere no contar de qué está hecha.

En principio hay un ganador (Miguel Fernández, ex intendente de Trenque Lauquen), pero los perdedores no reconocieron la derrota y fueron a la Justicia con un duro comunicado: “El radicalismo de la provincia de Buenos Aires no puede seguir el camino de la Venezuela de Maduro”. Si el resultado se confirma, sería un duro golpe para los porteños Lousteau y Yacobitti, que intentan imponerle al resto del partido su estrategia Milei-hater y peronismo-friendly. Veremos qué pasa. El mes pasado ya suspendieron a cuatro diputados por votar distinto. El clima parece estar lejos de calmarse.

El martes, en el canal de streaming Blender, se llevó a cabo un debate entre Fernando Duclos, alias Periodistán –periodista propagandista de las teocracias islámicas y las dictaduras de izquierda latinoamericanas–, y el sociólogo especialista en Medio Oriente Kevin Ary Levin, también de izquierda, pero democrático y sionista.

Cuando se anunció la charla, nuestro editor Diego Papic se tuiteó encima y dijo: “No se debate con Periodistán”, y lo comparó con Julius Streicher, el fundador del diario antisemita Der Stürmer, quien fue juzgado y condenado en Nüremberg. No es que Periodistán deba ir a la horca, por supuesto, pero el nivel de judeofobia que destila lo descalifica como interlocutor legítimo. Basta con recordar su festejo el 7 de octubre de 2023, un tuit que luego eliminó.

A pesar de todo, el debate estuvo bien porque Periodistán fue humillado. Cuando le pidió a Tomás Rebord que le convide un mate para hacer tiempo y pensar una respuesta, casi daba pena. Quizás porque no fue exactamente un debate. Levin fue para echarle en cara su tuit de festejo del 7 de octubre (que llevó impreso) y Periodistán no tuvo mucho más que hacer. Como dijo uno en X con una metáfora excelente: “El lenguaje corporal de la serpiente que se enrosca y no sabe qué responder”.

El resto del intercambio fue lo habitual en este tipo de discusiones. Periodistán citó a organismos internacionales que hablan de genocidio, mientras Levin explicó la definición original de Raphael Lemkin (y mencionó la nota de Andrés Rosler); Periodistán habó de apartheid en Cisjordania, a lo que Levin respondió reconociendo problemas de seguridad, pero aclarando que no se trata de una cuestión racial.

La pregunta sigue en pie: ¿sirvió de algo? Mirar los comentarios en X da pavor, porque los televidentes de Rebord parecen salidos del Reichstag de 1938. Quizás, por cada comentarista, haya neutrales silenciosos que pudieron haber sido convencidos. Sin embargo, lo más importante podría no ser convencer a la audiencia, sino el hecho de que Periodistán haya sido desangelado. Ojalá deje de ser un referente. Dirás como somos unos soñadores.

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