ELOÍSA BALLIVIAN

Una reflexión sobre las SAD

Un lector comenta la entrevista con Eduardo Sacheri y dice por qué ve lejana la implementación de las Sociedades Anónimas Deportivas.

Hola.

Me gustaría saber, con mayor precisión, cuáles son los argumentos jurídicos que sostienen la solicitud de la Dra. Victoria Villarruel. Ella pide el enjuiciamiento de los crímenes cometidos por las agrupaciones clandestinas, como Montoneros, que jamás fueron llevados a juicio. ¿Pueden publicar algo al respecto?

Saludos y gracias,

–Estela Kallay

Soy un hombre del siglo pasado (83 pirulos). Tal vez por eso me sigue resultando evidente que el mejor presidente que hemos tenido fue don Arturo Illia y que continuamos la decadencia que comenzó el gobierno militar sindical nacional católico de Juan Carlos Onganía.

–Diego Balducci

Hola a los tres.

Coincidencias y diferencias. Lo que resulta es la incertidumbre en cuanto a la perspectiva de la forma republicana de gobierno que supimos elegir después de años oscuros y violentos, empezando por Ezeiza, cuando Perón regresó al país.

Ojalá que la sociedad crezca y aprenda a discernir con autonomía de las prebendas ofrecidas por los populismos disfrazados de republicanos, que después de obtenido el poder no respetan la independencia de los tres poderes.

Muchas gracias por el debate de ideas.

–Dra. Lucrecia Romera

Excelente el artículo de Andrés Rosler. Muy bien fundamentado lo que plantea.

No pude leer todos los otros, pero los felicito a ustedes y a Andrés.

Siempre un gusto.

Saludos,

–Pablo Mugia

Hay entrevistados que son más “enganchadores” que otros. Sacheri es mucho más interesante cuando escribe. ¡Sorry!

–Ana Ierace

Estimado Hernanii:

Escuchando la imperdible nota con Sacheri, en un momento la conversación gira hacia las llamadas Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) y hacen algunos comentarios respecto de ellas.

Siempre tuve ganas (y quizás ahora encontré el espacio) de decir algunas cosas sobre algunos conceptos que, cuando de SAD se habla, se repiten como verdades incuestionables y que, finalmente, son falsos.

Nota al pie: alguna vez lo escuché (o lo leí) a Alejandro Dolina hablando de las verdades populares o consignas; señalaba que como sonaban lindas y adecuadas, hacían que las personas adoptaran la pereza mental: ¿para qué voy a pensar yo, si otro ya lo hizo y lo pudo expresar con belleza? Cierro nota al pie.

Empecemos por el principio.

Las SAD son como los unicornios arcoiris: ¡no existen!

En Argentina los tipos asociativos resultan de una norma legal que los caracteriza o tipifica. Así, la Ley General de Sociedades establece los contornos de las sociedades colectivas, las de capital e industria, las comanditas simples, las comanditas por acciones, las de responsabilidad limitada y las anónimas. Hay una ley para las Sociedades Anónimas Simplificadas y otra para las unipersonales. Las fundaciones, las asociaciones civiles, las mutuales y las cooperativas también se constituyen y funcionan a partir de leyes. ¿Y las Sociedades Anónimas Deportivas? Por más que uno busque y rebusque, no existe ni una ley argentina que hable de ellas.

Lo que sí podemos encontrar son proyectos de ley que han tenido estado legislativo –y que en eso quedaron–: dos presentados por el Partido Justicialista, uno por la Unión Cívica Radical y, el último, presentado por Juntos por el Cambio. Ya volveremos sobre ellos.

Volvemos a las verdades que no son tales.

Cada vez que se habla de las SAD, tanto en conversaciones privadas como en entrevistas u opiniones vertidas en los medios masivos, hay un supuesto que sobrevuela la cuestión: la asociación civil, mi querido club, va a quedar en manos de un magnate ruso/saudí/catarí/chino o de la nacionalidad que mejor convenga a los intereses de quien lo dice.

¿Y de dónde sale esta idea? De lo que pasó en España. Allí, en la Madre Patria, hubo un momento en que la economía del fútbol profesional era un descalabro. Entonces, el gobierno de ese momento (a través de las normas pertinentes) estableció un “examen” económico y financiero que tenían que rendir los clubes; si la prueba era superada, podían elegir la estructura jurídica con la cual seguir funcionando, pero si la nota era un aplazo debían transformarse en Sociedades Anónimas Deportivas –ellos sí crearon el tipo societario–. El final del cuento es que sólo el Barcelona, el Real Madrid, el Athletic de Bilbao y el Osasuna pudieron elegir y eligieron continuar como asociaciones civiles; el resto… ¡SAD!

A este modelo lo podríamos denominar “de sustitución” o “transformador”, y es el que está en el inconsciente colectivo (¡gracias Charly!), o sea, en las consignas.

Los proyectos de ley a los que aludí antes no iban por el camino de la sustitución o la transformación; elegían –para ponerle nombre, también– la “complementación”.

Se trataba de que las asociaciones civiles podían, siempre que una asamblea extraordinaria así lo decidiera –con sus quórum y mayorías especiales–, constituir una Sociedad Anónima Deportiva para que esta se ocupe de la gestión de uno o varios deportes profesionales que se desarrollen en ese club. En ese proceso de constitución societaria, había límites mínimos en la participación que la asociación civil debía poseer en el capital de la SAD y, también, en los organismos de dirección y de fiscalización. Es decir, el club continuaba como tal, mientras que uno o todos sus deportes profesionales (fútbol, básquet, voley, etc.) eran gestionados por la Sociedad Anónima Deportiva, que contaba con presencia del club en el capital, en la dirección y en la fiscalización.

Hasta aquí, la historia de lo que no fue.

¿Y qué es lo que es, ahora?

A partir del ultra–mega–DNU dictado por esta administración nacional, se permiten dos cosas: a) que las asociaciones civiles se transformen en sociedades anónimas (a secas, sin ningún aditamento), o que b) formen parte de una de ellas. Esta última opción quiere decir que sean accionistas de una, ya sea que estuviera constituida o que se constituya ahora, desde cero.

En ambas opciones se necesita una asamblea extraordinaria –insisto con señalar que empieza a sesionar cuando se alcance el quórum previsto por el estatuto social, cosa que la mayoría de las veces no es sencillo– y que en dicha asamblea se apruebe la moción de transformar o de participar por una mayoría especial del 75% de los votos presentes –lo que no era sencillo se convierte en casi imposible–.

Para ir cerrando, pensemos en cuáles serían los puntos del Orden del Día de la convocatoria a asamblea.

No tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas, de que todos asumen que sería algo parecido al plebiscito por el acuerdo sobre el Canal de Beagle: Por SÍ o por NO (Massita dixit): ¿está de acuerdo con la transformación/participación del club en una sociedad anónima? ¡Para esto, ni se molesten en poner en marcha la maquinaria!

Lo que una Comisión Directiva seria y responsable tendría que someter al escrutinio de su masa societaria es el plan de negocios asociado a la transformación o a la participación de la asociación civil en una sociedad anónima: los deportes que estarán a cargo, la gestión de los estadios, el uso de las marcas, cómo estará conformado el capital, quiénes serán los accionistas “externos”, cómo se integrará el directorio y el organismo de fiscalización, y las formas de volver todo atrás si el negocio no funciona, por sólo consignar algunos de los puntos que debiera contener.

Imaginen la cantidad de información que cada socio debe recibir, leer y entender, para después debatir en una asamblea. Si este proceso intelectual no tuviera lugar, sería: voto sí porque sí, o voto no porque no.

Termino con una convicción y una duda.

Creo que hoy, por diversos motivos y circunstancias –con mayor preponderancia de las consignas y su constante repetición–, y hablando en general, en Argentina no se admite la idea de adoptar este modelo de gestión de los deportes profesionales. Cualquier intento terminará con una derrota.

La pregunta es si en un futuro no muy lejano, a nivel de clubes, los argentinos podrán ser competitivos en certámenes internacionales con sus pares de países que sí admiten las sociedades anónimas, y si los campeonatos argentinos –siguiendo con esta misma estructura– serán un producto atractivo para vender los derechos de reproducción de partidos al mundo entero. La respuesta no la tengo; pensar en ello es casi una obligación.

Hasta siempre.

–Sebastián W. J. Váquez

Redacción de Seul,

Leo Seúl como quien, sentado en un sillón, en un otoño fresco, observa el fuego de la chimenea mientras se va consumiendo la leña con su chisporroteo.

De repente, por algún acomodamiento, surge una llamarada más grande, de algún tronco que cambió su posición y la avivó.

Hoy, analizando la semana política en esta crónica, se aviva ese fuego, nos ilumina especialmente, nos “reconforta” y podemos expresar: “¡¡Nooo, si es como digo yo!!”.

¡¡Gracias, Hernán, gracias Papic, gracias Seúl!!

–Daniel Stoessel

Sobre el tema de si los jubilados ganan más o menos en dólares que antes hay que decir, también, que la Argentina de ahora es carísima en dólares, así como la de antes era baratísima. Por ende, ganar más dólares no significa tener mayor poder adquisitivo. En los hechos, las jubilaciones han perdido poder adquisitivo porque la apreciación del peso las hizo caer. Que Milei no tergiverse los números.

–Alejandro Sala

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