MARISA LICATA
Domingo

Un PRO de hace cien años

El Partido Socialista Independiente tuvo un auge breve pero influyente y fue quizás el primer partido con una visión modernizadora del Estado y la economía.

En 2005 defendí mi tesis de maestría sobre Antonio de Tomaso, el líder del Partido Socialista Independiente (PSI), que tuvo una vida breve pero influyente a fines de los años ’20 y principios de los ’30. Más tarde, cuando releí mi tesis, me impresionó que mi descripción del pensamiento de De Tomaso parecía notablemente similar al ideario de un partido que siempre había querido que existiera en Argentina y que, en el transcurso de esos años entre mi tesis y mi relectura, de hecho había surgido. Como trataré de explicar, el PRO y el PSI comparten no sólo ciertos valores, sino también el haber surgido en la Capital, haberse posicionado como lo nuevo y moderno frente a un actor político hegemónico y, sobre todo, una clara vocación de poder combinada con una dosis importante de pragmatismo.

Durante las primeras décadas del siglo XX, el Partido Socialista argentino era un típico exponente de los partidos socialistas de su época, con un marxismo muy atenuado y una actitud reformista; esto es, buscaba mejoras en las condiciones de vida de los trabajadores, pero no instalar el socialismo por la vía revolucionaria. En 1917, el partido tuvo una primera escisión importante: tras la Primera Guerra Mundial y la revolución bolchevique en Rusia, un grupo se separó para formar el Partido Socialista Internacional, que luego derivó en el Partido Comunista. En 1921, otro grupo, conocido como “Claridad”, haría lo propio. Estas eran escisiones de fuerte contenido ideológico, en la medida en que el comunismo soviético buscaba apoyo internacional y una postura revolucionaria, contraria a la democracia liberal.

La escisión de 1927 que dio origen al PSI, en cambio, fue diferente. Quienes siguieron en el PS acusaron a los desvinculados de ser un ala derecha o burguesa, que se había separado por cuestiones ideológicas. En mi opinión, esto no se verifica en el trabajo parlamentario hasta 1927 de quienes serían luego independientes. Después del golpe del ’30, claro, aparecen más a la derecha, porque todos vemos a Juan B. Justo, el histórico líder socialista, a la izquierda de Agustín P. Justo, pero no es obvio por las medidas concretas que propiciaban, ni antes ni después de 1930. Otros explican la división por problemas personales, ligados en parte a que el socialismo imponía a sus miembros un código moral casi religioso. Algo de eso pudo haber habido.

Un gran problema del PS argentino era que, siguiendo a la Segunda Internacional, se había autoimpuesto la regla de no colaborar con otros partidos

A mi entender, y hasta donde pude ver lo mismo apunta Martín Casarino en su propia tesis, la verdadera razón de la escisión fue política. Un gran problema del PS argentino era que, siguiendo a la Segunda Internacional, se había autoimpuesto la regla de no colaborar con otros partidos, lo que en Argentina se enunciaba como entrar en la “política criolla”. Esto le impedía tener una verdadera estrategia de poder. En 1928, frente al posible retorno a la presidencia de Hipólito Yrigoyen, a quien el PS se había opuesto férreamente por poco liberal y poco republicano, los socialistas que terminaron en el PSI buscaron enfrentarlo asociándose con los radicales anti-personalistas del entonces presidente Marcelo T. de Alvear.

Lo que terminó decidiendo la separación fue un proyecto de intervención a la provincia de Buenos Aires, bastión yrigoyenista. La legislatura de la provincia había aprobado en 1927 una ley que permitía la instalación de casinos e hipódromos, lo cual no estaba permitido por la constitución provincial. Los radicales anti-personalistas presentaron entonces en el Congreso Nacional un proyecto de intervención federal (que permitiría además, y sobre todo, desbaratar la máquina electoral personalista en la provincia). El proyecto encontró al principio apoyo en el socialismo (que obviamente no aprobaba de los juegos de azar), pero Yrigoyen y Justo acordaron retirar tanto la aprobación de casinos e hipódromos como el apoyo socialista a la intervención. El socialismo había perdido así una oportunidad única para asestar un golpe a Yrigoyen; esto, y la forma en que se realizó, en una reunión secreta e inconsulta, decidió la salida de los independientes. En esta versión, los independientes, como demócratas, republicanos y liberales, intentaban defender a la República de un segundo gobierno de Yrigoyen, que ganaría las elecciones y volvería al gobierno.

Breve auge electoral

Su primera participación electoral fue en 1927, cuando quedó tercero en las elecciones para el Concejo Deliberante porteño, detrás de radicales y socialistas. Un año después, quedaría segundo (detrás de la UCR yrigoyenista) en las elecciones legislativas en Capital, lo que le permitió enviar al Congreso a sus primeros seis diputados, entre los que estaban Héctor González Iramain,
Augusto Bunge y Federico Pinedo, futuro ministro de Hacienda y abuelo del ex senador del PRO (y presidente provisional por un día) del mismo nombre.

En las elecciones legislativas de 1930 el PSI consiguió su mejor resultado electoral, cuando consiguió el 37% de los votos en la Capital, único distrito donde fue realmente competitivo, por delante del PS y el radicalismo oficialista. En esa lista entraron al Congreso figuras como el propio De Tomaso, Roberto Noble (después fundador de Clarín) y Fernando de Andreis, cuyo nieto homónimo fue secretario general de la Presidencia durante el gobierno de Mauricio Macri. El PSI había hecho campaña en defensa de la constitución y con una oposición absoluta al yrigoyenismo, al que caracterizaba de “dictadura” y al cual sin dudas debilitó con su triunfo.

Esta oposición, claro, terminó en el golpe del 6 de septiembre de 1930. Cuánto participó el PSI del golpe en sí es objeto de debate, pero no hay dudas de que sus dirigentes fueron perseguidos por el régimen de José Félix Uriburu ni, tampoco, de que luego fueron parte del gobierno de Agustín P. Justo, cuyo poder electoral se derivaba del llamado “fraude patriótico” (en una década poco hospitalaria en general para las democracias). Siguieron presentándose en elecciones, pero tras la muerte de De Tomaso y su absorción dentro de la Concordancia, la coalición oficialista, sus resultaron se diluyeron. En 1936 el PSI obtuvo 12.000 votos en la Capital, frente a los casi 110.000 que había sacado en 1930.

En el campo de las ideas, el PSI no parece haber tenido grandes diferencias con el socialismo tradicional (salvo, quizás, en el tema petróleo).

En el campo de las ideas, el PSI no parece haber tenido grandes diferencias con el socialismo tradicional (salvo, quizás, en el tema petróleo). Según Osvaldo Graciano, el PSI llevaba una plataforma electoral “con los lineamientos más caros a la izquierda socialdemócrata de posguerra, como eran el fortalecimiento del parlamentarismo en la gestión gubernamental, la laicidad absoluta del Estado, el voto femenino, una amplia legislación laboral y social, el reconocimiento de los sindicatos y el fomento de la educación pública, entre otros”.

Lo que más había diferenciado al PSI del socialismo había sido su posicionamiento político: oposición total a Yrigoyen, acercamiento con otros partidos y vocación de poder e influencia. Esto permitió que, con la llegada de Justo a la presidencia, en 1932, Pinedo (Hacienda) y De Tomaso (Agricultura) fueran ministros y de dos de las carteras más importantes en la época. De Tomaso y Pinedo fueron fundamentales en la salida de Argentina de la terrible crisis que significó el crack de 1930, gracias a una modernización del Estado y una reforma de sus instituciones monetarias (fundación del Banco Central) y fiscales, como la creación de un de sistema impositivo moderno basado en el impuesto a las Ganancias.

“Nunca había visitado la Rural”

En 1932 era una rareza que alguien como De Tomaso (socialista e hijo de inmigrantes) fuera ministro de Agricultura, puesto normalmente reservado para la Sociedad Rural. Como dice Peter H. Smith en Politics and Beef in Argentina, De Tomaso  “probablemente nunca había visitado la Sociedad Rural, mucho menos pertenecido a ella”. Sin embargo, su gestión ha sido reconocida tanto por los actores del momento como por analistas posteriores. Impulsó una batería de leyes que modernizaron al agro argentino y permitieron responder a las nuevas condiciones del comercio internacional, como la Ley de Carnes (1933), la ley sobre comercio de granos (1935) y la Ley de arrendamientos agrícolas (1932). Como señala Graciano, se trataba de “dotar a la economía agraria de las bases de organización normativa y fiscalización estatal que permitieran reordenar con regulaciones precisas, las acciones económicas de ganaderos y agricultores, de los frigoríficos y las empresas cerealeras”.

Era “una intervención estatal novedosa en la economía rural”, una intervención pragmática para garantizar el buen funcionamiento de los mercados y no la sobre-regulación que devino con el andar de las décadas y que sofocó al agro. Efectivamente, “todas estas medidas fueron defendidas por el ministro con explicaciones sobre la imperiosa necesidad de racionalización técnico-científico de la agricultura y la ganadería argentinas”, e instando “a los ganaderos a asumir un papel empresario en la industrialización y comercialización nacional e internacional”. Graciano contrapone estas medidas con la propuesta del socialismo tradicional de crear un organismo de planificación económica (la Comisión de Planes Económicos), inspirado en el Gosplán soviético. Ni libertario ni planificador, el socialismo independiente buscaba, como haría después el PRO, el buen funcionamiento de los mercados como condición para el desarrollo y para elevar el nivel de vida de los argentinos.

El único tema importante de la época en el que los independientes presentaron una postura muy alejada de lo que sería la de PRO y que de hecho era algo llamativa para la época es en lo que hace al petróleo. Durante el gobierno de Alvear se discutían básicamente tres opciones: el gobierno proponía, con el apoyo de socialistas y demócrata-progresistas, la nacionalización de los yacimientos con participación privada en la explotación; los conservadores, la propiedad provincial de los yacimientos; pero los yrigoyenistas proponían la nacionalización de los yacimientos y la explotación estatal. Extrañamente, en 1927 los independientes votaron con los radicales, acompañando a Yrigoyen en el sentido de la nacionalización y la explotación estatal. Pero eso fue quizás una postura más electoralista que doctrinaria; de hecho, como ministro, de Tomaso impulsó una ley (que se sancionó recién en 1935), que parece un compromiso: propiedad nacional o provincial dependiendo del caso, y posibilidad de la participación privada en la explotación.

¿Dónde estaría hoy De Tomaso? Por sus convicciones modernizadoras y liberales, no me lo puedo imaginar dentro del campo peronista.

Con todo el riesgo del anacronismo, me pregunto: ¿dónde estaría hoy De Tomaso? Por sus convicciones modernizadoras y liberales, no me lo puedo imaginar dentro del campo peronista. Por su accionar como ministro, buscando corregir fallas de los mercados y una regulación que permitiera la competencia y la equidad entre distintos sectores económicos, no me lo puedo imaginar en el campo libertario. Por todo esto, y por sus posturas progresistas en los temas sociales de su época (divorcio, derechos civiles y políticos de las mujeres, etc.), me lo imagino asentado entre nosotros, los liberales de PRO, más allá de la dificultad de hacer este tipo de elucubraciones.

Pasó mucho tiempo desde que dejé de estudiar a De Tomaso. En el medio, se creó un partido que para mí defiende algo muy parecido a lo que defendía de Tomaso y a lo que yo creo que necesita la Argentina: racionalidad económica, integración internacional, libertad para que cada persona lleve adelante su vida, un capitalismo moderno y dinámico, un Estado eficiente e igualador de oportunidades. Ese partido, tan parecido a lo que yo quería en 2005, llegó a poner un presidente de la Nación y se mantiene vivo e influyente. Con todos sus problemas, me siento orgulloso de mi muy módica participación en esa historia, y espero que quienes tienen mayores responsabilidades sean conscientes de todo lo que costó tener un partido capitalista y democrático electoralmente significativo en nuestro país.

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Fernando Santillan

Escritor, traductor y editor. Politólogo (UBA). Autor de Flanders (novela). Escribe, principalmente sobre libros, en 750aretiro.blogspot.com.

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