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Empezamos hoy con Juan Belikow, consultor en Seguridad Ciudadana y especialista en la lucha contra el crimen organizado. Lo llamamos para hablar sobre la violencia creciente en Rosario, donde en estos días el narco asesinó a cuatro personas en la calle. La situación generó una fuerte reacción de los gobiernos nacional y provincial, que prometen combatir a las bandas narcotraficantes con una nueva fuerza conjunta. La entrevista la hizo Paula Etcheberry.
¿Cómo explica el incremento de la violencia en Rosario los últimos días?
Rosario era una ciudad industrial poderosa, que generaba mucho empleo. En la década del ’90 esas industrias se fueron desactivando y se cortaron las oportunidades de empleo para varias generaciones de jóvenes. Se generó un vacío y una gran masa disponible de personas que se pauperizó. Al mismo tiempo, el negocio narco avanzó en la región. Rosario tiene una característica particular: confluyen rutas terrestres que vienen de Brasil, de Bolivia, de Paraguay. Está la Hidrovía. Está cerca de Buenos Aires, que es el gran mercado del consumo de droga.
En cuanto a los episodios de los últimos días, se están adoptando medidas duras que están pegando en el corazón del problema. Están tratando de endurecerles las penas y las condiciones a los narcos para evitar que manejen sus negocios desde la cárcel. Al sacudirles el árbol y quitarles estas posibilidades, se despertó una reacción violenta. La respuesta fue victimizar a cualquiera, a gente que no tiene nada que ver.
¿Qué significado tienen los asesinatos de personas totalmente desvinculadas de las bandas narco?
Son un mensaje mafioso que apunta a mostrar que van a victimizar a cualquiera. Ya no sólo a los blancos duros, aquellos que son víctimas lógicas y previsibles, como las fuerzas de seguridad. Es una muestra de poder: las bandas narco no aceptan que les impongan un confinamiento mayor. El mensaje es que la gente tiene que pensar dos veces antes de ir a Rosario, porque a cualquiera le puede pasar. Es un mensaje frente al despliegue federal: acá no vengan, porque nosotros les vamos a tirar a cualquiera que cruce nuestros límites.
Estas son tácticas terroristas, que asustan a todo el mundo, muy comunes en el crimen organizado cuando entran en un estadio mafioso. Acá hay una disputa por el poder. Quieren demostrar que Rosario es su territorio, que son los dueños y ahí se hace lo que ellos quieren. Cualquiera que intente sacudir ese orden será sancionado de la manera más cruel.
Algunos empiezan a llamar a estas acciones “terrorismo”.
Llamarlo terrorismo es un salto peligroso. Hay que mantenerse todavía dentro de la ley, en el marco del Estado de derecho. Las excepcionalidades no ayudan en estas situaciones, es un campo muy peligroso y que puede agravar la situación.
¿Dónde hay que ir a buscar a los jefes narco para desmantelar las mafias?
Hay dos niveles de capos narcos. Los capos narcos locales están en las cárceles. Esta semana mandaron a matar gente frente al endurecimiento de las condiciones en las cárceles y la imposibilidad de manejar su negocio desde ahí. La cárcel para ellos es un comando de control, un centro de entrenamiento y de reclutamiento de nuevos soldaditos. No sabemos si son jefes de grupos locales autónomos, o si son una filial de una organización transnacional más importante.
Hay que tener cuidado con el descabezamiento de los grupos. Cuando un capo muere, se aplica un protocolo para que el negocio siga adelante. A veces las segundas líneas no están de acuerdo con ese protocolo de sucesión y empiezan a pelearse entre ellos, aumentando la violencia y el negocio, porque se dividen en nuevos grupos. No hay que ir por lo simbólico, lo que se ve lindo en los titulares de los diarios. Hay que ir a pegarles a los pies y no a la cabeza: debilitar el mando, romper el financiamiento, establecer medidas duras de control de lavado de dinero para que no puedan usar sus recursos.
¿Qué tan eficaz es el trabajo conjunto de la policía santafesina con las fuerzas federales?
Siempre es complicado. A todos les gusta la coordinación, pero a nadie le gusta ser coordinado. Los que conocen mejor el territorio son las policías provinciales, pero su efectividad ha demostrado ser baja. ¿Fue baja porque son parte del problema, o porque no tenían recursos suficientes? No tengo una respuesta clara.
Las fuerzas federales no tienen suficiente presencia en el territorio. En la coordinación, lo lógico sería que las fuerzas locales estén al mando del operativo y que las fuerzas federales se pongan a sus órdenes. Esto nunca sucede: las fuerzas federales se consideran superiores a las policiales. Lo mismo ocurre con la presencia del ejército. Si el ejército se va a limitar a quedarse en la retaguardia, es una historia. Pero si lo meten en la operatividad, el ejército va a querer tener control sobre la policía, pese a no ser especialista en el tema.
¿Son suficientes las medidas anunciadas?
Con políticas de “mano dura” solamente nunca se ha logrado nada. Generan impacto de corto plazo. El problema es que producen un desplazamiento del delito, sin eliminarlo. Para eliminar al delito hay que atender a las causas profundas. Ir con un modelo de represión pura sin ofrecerle a los soldaditos una alternativa, un trabajo digno para construir un proyecto de vida, es una pérdida de tiempo.
Hace falta implementar medidas preventivas, que le permitan a la juventud tener una oportunidad de inserción en la economía formal. Y, sobre todo, hacen falta recursos. La decisión política se refleja en los números, en el presupuesto que acompaña a la declaración de intenciones. Hay que ver cuántos recursos están dispuestos a ponerle a Rosario.
¿Qué opina de un proyecto de ley antimafias similar al que implementó Bukele?
La de Bukele no es la primera mano dura que se aplica en El Salvador. Ojalá le vaya bien. Hoy en El Salvador la gente está conforme, vive bien. A pesar de todas las violaciones de derechos humanos que ocurrieron. La situación era absolutamente invivible. Era un Rosario multiplicado por cinco. Es importante aplicar también medidas preventivas, como las que está implementando hoy Bukele. Tiene voluntad política, se refleja en que ha destinando muchos recursos a proyectos para generar empleo.
Pero no creo que sea un proyecto de ley viable para Argentina construir una cárcel para 40.000 presos. Las cárceles más efectivas tienen máximo 300 internos. Bukele además hizo una reforma judicial, mientras que en Argentina hay procesos judiciales que duran ocho o nueve años.
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