En agosto de 2018 un grupo de intelectuales kirchneristas, varios de ellos hoy funcionarios, publicaron un documento muy flojo (horriblemente escrito, pésimamente argumentado) para criticar al gobierno de Mauricio Macri. En ese documento decían que “no somos un país de mierda” y la frase se convirtió en un mantra del kirchnerismo académico. Casi cinco años después, Sergio Massa la usó anoche en su frío cierre de campaña con teleprompter y por YouTube. Más allá de señalar su éxito (¡felicitaciones!), la supervivencia de la frase muestra que lo único que le queda al kirchnerismo es inventarse un enemigo de maldad absoluta sobre el cual generar miedo, porque no tiene nada bueno para decir sobre sí mismo ni sobre su visión del futuro. Mucho menos pueden decir la verdad, menos que menos Massa, que nunca tuvo afición por ella y anoche mintió como mínimo media docena de veces, como cuando dijo que bajó 90% la inseguridad en Tigre o que si en las elecciones gana la oposición se va a terminar el aguinaldo.
El breve mensaje del candidato ministro cerró un día raro, de “clima enrarecido”, como decían los periodistas en aquellos paranoicos primeros años de la democracia. Veníamos de un corte y caos en Constitución, una muerte en el Obelisco, que la izquierda y el kirchnerismo ya estaban tratando de convertir en un nuevo caso Maldonado, de dos tuits extraños de dos ministros poniendo en duda la realización de las elecciones. Así se despiden de su gobierno, embarrando la cancha, negando que seamos “un país de mierda” pero haciendo todo como para que finalmente sea verdad.
La campaña antes de las PASO, por lo tanto, se cierra en un clima de shock. Morena Domínguez, una chica de Lanús, iba a la escuela el miércoles cuando la atacaron dos motochorros. La golpearon para robarle la mochila y el celular. Murió poco después de una hemorragia interna. Tenía 11 años. Si esto fuera una película, se irían superponiendo en la pantalla (y oyendo como fragmentos sonoros) las reacciones: caras desorbitadas de panelistas, declaraciones adustas de funcionarios, tuits en mayúsculas, periodistas persiguiendo a funcionarios que se refugian en autos, intentos de explicar el horror desde la sociología, el derecho, la economía, la política. Por supuesto, también urgencia por especular a qué candidato perjudica o beneficia potencialmente este horror, al tiempo que se denuncia la indecencia de especular a qué candidato perjudica o beneficia este horror. A veces las dos cosas son obra de la misma persona.
En efecto, algunos tuiteros se preguntaban, en estos días, qué operación, revelación escandalosa o cisne negro habría antes de las elecciones del domingo. ¿Es la muerte de Morena Domínguez ese cisne negro? Si es el caso, parece imposible saber a esta altura qué efecto puede tener en las elecciones. Lo que sí puede hacerse es repasar los debates que generó. El más prominente gira en torno al garantismo. Se dice que la muerte de Morena es consecuencia de la doctrina Zaffaroni. Se reclama proteger a las víctimas antes que a los victimarios. Se recuerda la suelta de presos durante 2020.
Página/12 habla de la ambulancia que tardó 40 minutos en llegar al lugar donde agonizaba Morena. Otros recuerdan que Juan Grabois dijo que si hubiera tenido que ser cartonero, habría “salido de caño”. Y que Natalia Zaracho, diputada del Frente Patria Grande, en febrero pasado defendió de la policía a uno de los menores miembros de la banda que presuntamente asesinó a Morena. Aníbal Fernández dijo que, como ministro de Seguridad de la Nación, no tenía “por qué meterse” (sic). Todos los precandidatos a la gobernación suspendieron sus campañas.
Lo cierto es que llegamos a las PASO con la sensación triste de un país degradado. Cierto, matan a gente todos los días para robarles un celular o una mochila, pero se tiende a asumir que a los chicos todavía se los deja vivir, sobre todo por el elemental reflejo de protegerlos, pero también por lo poco que puede reportar, en principio, robarles. El video de las compañeras de colegio de Morena Domínguez llorándola puede ser, al final, lo que más se recuerde de este año donde se derrumba todo, el nivel de la campaña política, la economía, la seguridad, y sin embargo todo parece en sordina, como si no pasara.
Hablando del nivel de la campaña política, a algunos les llamó la atención el renovado interés de varios diarios por el tema de Montoneros. Un perfil de Patricia Bullrich en La Nación, muy comentado, enfatiza mucho su pertenencia juvenil a la organización, aunque ella suele matizar que su militancia fue en la Juventud Peronista; lo cierto es que el texto se detiene justo donde empieza el período que le dio la mayor parte de su prestigio, al frente del Ministerio de Seguridad, durante el gobierno de Mauricio Macri.
Lo llamativo es que en pocas semanas hubo en el mismo diario otras cuatro notas sobre el tema Montoneros; mientras tanto, en Clarín y Perfil hubo seis o siete más sobre lo mismo. Hace un mes, Sergio Massa (sí, Sergio Massa) chicaneó a Bullrich por sus virajes ideológicos: “¿Cuál es Bullrich?”, preguntó el ex azote de La Cámpora, “¿La de Montoneros, la que estaba con Menem, la que trató a Macri de delincuente?” Lo cierto es que Patricia Bullrich nunca elude hablar del tema, que tiende a cristalizar como una virtud política: algo así como “sólo quien vivió desde adentro el delirio setentista y lo dejó atrás puede terminar con el neosetentismo kirchnerista”.
Como sea, no deja de resultar llamativa semejante profusión de artículos sobre esa organización al tiempo que los rivales de Bullrich la acusan repetidamente de ser autoritaria y poco dispuesta al diálogo. Bienvenido el interés renovado por la Historia, en todos los casos; la posibilidad de que se deba en parte a la tentativa, operada sobre varios frentes al mismo tiempo, de construir una imagen negativa de una precandidata a la presidencia, no es más que un detalle.
En los últimos días abundaron también, y se discutieron fogosamente, las propuestas de los precandidatos a la jefatura de la Ciudad. La velocidad colectiva de Twitter permitió en pocas horas elogiar, evaluar, rechazar y reivindicar con diversos argumentos la propuesta de Jorge Macri de complementar la tarjeta SUBE y poder pagar el transporte directamente con una tarjeta de crédito o con el celular. Más polémica todavía generó la propuesta de Martín Lousteau de crear “hipotecas inversas”: préstamos hipotecarios con garantía sobre la propia vivienda que permitiría a los jubilados recibir un ingreso mensual por el resto de sus vidas. Como muchos adultos mayores tienen su vivienda como único capital, ese sistema les permitiría usar ese capital para tener una renta, sin por eso perder la propiedad o el derecho a usarla. Cuando esa persona muere, el saldo restante de la propiedad queda para sus herederos, si los tiene.
Este sistema ya existe en varios países, entre ellos Estados Unidos y España. De esas experiencias vienen las críticas más alarmadas. La página investopedia.com señala que cada prestamista puede ofrecer productos y condiciones diversas bajo la etiqueta de la hipoteca inversa; la revisión de las reglas relativas al costo del servicio, los intereses, los pagos o el default es tan compleja que se recomienda no hacerlas jamás sin la asistencia de un abogado. También advierte que los contratos de este tipo requieren la devolución inmediata de los préstamos al morir el dueño; cuando un matrimonio vive en la propiedad, si sólo firmó uno de los dos, el banco puede forzar la desalojo del viudo o viuda para vender la propiedad.
Por su parte, el portal español preahorro.com recuerda a sus lectores que la hipoteca inversa es un préstamo y, como tal, paga intereses, aunque éstos se cobren al final. También advierte que los eventuales herederos van a tener que decidir si pagan la hipoteca más los intereses para quedarse con la propiedad o si cobran sólo el capital que quede después de la venta, suponiendo que quede algo. Y que en España la renta no se actualiza por inflación. ¿Lo hará en la Argentina? Cuesta no quedarse con dudas, como mínimo, ante la advertencia de Ileana Schinder en Twitter: “Si ustedes creían que la Ley de Alquileres es una desgracia para el acceso a la vivienda, ni les digo el DESASTRE y la ESTAFA que es la hipoteca inversa que está proponiendo Lousteau”.
Alcanza con googlear “hackeo base de datos Estado argentina” para corroborar que en los últimos años ha habido para todos los gustos: Renaper, INTA, Ministerio de Economía, Fuerzas Armadas y Comisión Nacional de Valores, entre otros organismos. Es de suponer que todos estos casos han tenido un grado distinto de daño potencial (de cuyas consecuencias quizás nos enteremos más adelante), pero son también ejemplos de una larga lista que podría servir para ilustrar que, en lo concerniente a la gestión del Estado, en el kirchnerismo suelen predominar la desidia, la negligencia y la imbecilidad lisa y llana antes que la maldad. A la sempiterna pregunta que nos atormenta desde hace años (¿cuánto tienen de malignos y cuánto de idiotas?), nos responden con un festival constante de navajas de Ockham.
Sin embargo, como si todo lo anterior no fuera suficiente, nos enteramos de que en los últimos días le ha llegado el turno al PAMI, cuyos servidores y bases de datos han sido atacados al punto de que todo el sistema del organismo se encuentra fuera de línea e inoperativo. Recién el jueves pudo instrumentarse una solución temporal para las órdenes de atención médica y recetas electrónicas recurriendo a un sistema externo, pero ya se ha hecho evidente desde el comienzo del ataque la semana pasada que los contratiempos para los pacientes y sus familias han sido y siguen siendo innumerables. También, desde luego, persisten las incógnitas acerca de cómo y cuándo se solucionará definitivamente esta situación que compromete a millones de personas de uno de los grupos más vulnerables de la sociedad.
La amarga ironía del caso es que fueron justamente los adultos mayores (¿o les podemos decir “los viejos”, directamente?) los destinatarios de una de las promesas de campaña con más punch del gobierno de T☀️D☀️S: aquella que decía que las jubilaciones se recompondrían con el ahorro resultante de los intereses de las Leliq, que no quedaba muy claro si se defaultearían, se renegociarían o qué. Pues bien, todos sabemos que en estos cuatro años finalmente tocó “qué”. Las Leliq y sus intereses, por las nubes; los ingresos de la clase pasiva, a jaulas, a gateras.
Es probable que ya no tenga mucho sentido preguntarse a esta altura si toda esta situación no provoca quejas mucho más airadas en los medios y las redes sociales por alguno o algunos de nuestros sospechosos males de siempre (blindaje mediático, impunidad del PJ, sólo vale enojarse contra “la derecha”), más aún cuando en el cierre mismo de la campaña electoral antes de las PASO la sensación general de crisis y descontrol parece acelerarse. La situación financiera parece al borde del colapso, la inflación acelera su marcha y no pasa un día sin que nos enteremos de un nuevo crimen aberrante, mientras además ahora se suman episodios de protestas desbordadas y represión. Habrá que atravesar entonces este viernes que puede llegar a parecer larguísimo para después sí, ir a votar el domingo en medio de un clima enrarecido y con no pocos temores acerca de lo que pueda suceder una vez que se conozcan los resultados.
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