BERNARDO ERLICH
Domingo

Por qué Patricia (I)

Porque esta etapa histórica necesita algo más que una buena gestión: necesita un liderazgo bien plantado y con las ideas claras.

El timing de las PASO, tan próximas a la elección general, nos impide valorar una fortaleza del PRO y de Juntos por el Cambio: tenemos muchos candidatos presidenciales competitivos. A la contienda final llegaron Horacio y Patricia, los dos son buenísimos y serían opciones ampliamente superadoras de lo que tenemos actualmente, porque cuentan, además, con el equipo de JxC: cuadros políticos valiosos y técnicos formados y con experiencia. Sin embargo, creo que este momento de la Argentina requiere de las convicciones, las ideas y la experiencia que condensa el liderazgo de Patricia.

No pertenezco al círculo chico bullrichista. Durante la gestión 2015-2019 no me tocó interactuar con ella ni con su equipo. La conocía por los diarios: por lo tanto, supe mucho más cuando fue lo de Santiago Maldonado. Como a tantos otros, me hubiese gustado que la campaña desestabilizadora orquestada por el kirchnerismo, a la que se sumaron periodistas y progresistas circunstanciales, se terminara lo antes posible: soltarles la mano y desligarse del accionar de Gendarmería parecía la forma más fácil de lograrlo. La ministra hizo todo lo contrario.

A finales de 2021, en una comida chica con amigos, conocí a Patricia más de cerca. Cuando llegó, se sacó los tacos y se sentó en el sillón del living. Apenas tuve la oportunidad le pregunté lo que siempre quise saber sobre aquel caso:

–¿Por qué hiciste lo que hiciste? ¿Por qué no elegiste el atajo que minimizaba la probabilidad de que nos tiraran abajo el gobierno?
–¡Porque no era lo correcto! –me contestó–. ¿Cómo iba a entregar a las fuerzas sin esclarecer lo que había pasado? ¿Qué clase de ejemplo daba yo, como ministra, hacia adentro de las fuerzas? ¿Cómo podía pedirles que pusieran sus vidas en juego, porque su trabajo a veces requiere eso, si yo no garantizaba una investigación seria sin caza de brujas?
–¿Y cómo fue? –quise saber–, ¿cómo te impusiste a la presión de tus pares?

Suspiró e hizo una pausa.

–¿Sabías que me quisieron traer a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos? La Comisión Interamericana no venía a la Argentina desde la dictadura. Una locura. Así que dije que de ninguna manera, y me planté.

No sé cuántas personas hubieran resistido la presión. ¡El atajo era tan tentador! Y sabemos que esa no fue la única vez que se plantó.

El otro día vi pasar un tuit que sintetiza muy bien lo que pienso. El futuro es impredecible, la pandemia lo dejó clarísimo, y por más plan que tengas, cuando las papas queman lo único que te quedan son tus valores y tus convicciones. Por eso, en la situación actual del país, estoy convencida de que además del plan, necesitamos un liderazgo que sepamos que va a reaccionar correctamente cuando lo que haya que hacer no esté guionado. En ese sentido, Argentina es más predecible de lo que parece. Ya sabemos que habrá resistencias, que tendrán lugar todas las huelgas que se postergaron durante estos cuatro años y que gran parte del periodismo, que hoy lee de corrido y publica las gacetillas que reparte el Ministerio de Economía, volverá a aplicar la vara suiza al próximo gobierno. Lo sabemos porque vimos a una mujer autolesionarse en Jujuy para acusar a Gerardo Morales de represor y porque, aun quienes algunos quieren sumar, embisten contra la ciudad de Buenos Aires permanentemente. Por eso estoy convencida de que lo que viene requiere de un liderazgo que esté bien plantado y que tenga las ideas claras y correctas. Patricia Bullrich es esa persona.

Dijo que quería ganar para transformar, no para que nada cambie. El todo o nada se refiere a eso, no a la guerra civil que buscan instalar algunos malintencionados.

En aquella misma comida nos contó su visión. Creía que en las próximas elecciones el acuerdo no tenía que ser con la política, sino con la gente. Si, para ganar la elección, uno acuerda con quienes no quieren cambiar, ¿por qué va a esperar que luego voten leyes que les quiten sus privilegios? Tenemos que tener a la gente de nuestro lado: los padres que quieren que sus chicos vayan a la escuela, los maestros que quieren ir a trabajar, las empresas que quieren producir y dar trabajo sin ser extorsionadas por los gremios, la gente que quiere vivir tranquila y no con temor a los narcos y a la inseguridad, los policías que quieren cuidar a la gente y al mismo tiempo sentirse cuidados por el Estado, las mayorías silenciosas. Dijo que tenía que ser clara en la propuesta que representaba y en las transformaciones que quería hacer, porque ese aval de la gente en las urnas sería el que después necesitaría para negociar con la política las leyes y las medidas del cambio. Que si no era clara con la gente o si diluía su propuesta sumando dirigentes que no estaban identificados con el cambio, después no estaría en condiciones de impulsar las reformas que necesita el país. Dijo que quería ganar para transformar, no para que nada cambie. El todo o nada se refiere a eso, no a la guerra civil que buscan instalar algunos malintencionados. Ganar con una propuesta clara y transformadora en las urnas y luego sumar a los que quieran sumarse y negociar en el Congreso con todos. Siempre dentro de las reglas de la democracia, siempre dentro de la ley y las normas republicanas. Pero el “para qué” tiene que ser muy claro.

Repasando esa conversación estoy cada vez más convencida de que los spots y la campaña los podría haber escrito ella ese mismo día. No quiero minimizar el trabajo del equipo de comunicación, que eligió buenas imágenes y efectos de sonido, pero lo mejor de los spots de Bullrich es su autenticidad. Hace cuatro años que Patricia viene diciendo lo mismo. En esos cuatro años pasaron cosas y el tiempo le fue dando la razón. El presidente Alberto Fernandez pasó de recibir dibujitos de niños y del encadenamiento discursivo-decisional a la irrelevancia absoluta actual. Patricia siempre estuvo en el mismo lugar. Diciendo lo que había que decir y haciendo lo que había que hacer, sin especular con los focus groups. Por eso su campaña tampoco cambió. El mensaje es siempre el mismo. Por eso, también, camina con naturalidad entre la gente. Porque sus interlocutores son las personas comunes, no los políticos. Porque viene hablando con ellos hace tiempo, no salió a besar señoras y niños en el último mes.

La batalla por las ideas

También me gusta de Patricia que está dispuesta a dar la batalla cultural para cambiar el sentido común distorsionado que tenemos hoy. Ese sentido común fallado lo vemos en distintos ámbitos. El económico es tal vez el más evidente. ¿En qué otro país se sigue discutiendo si la emisión genera o no genera inflación? ¿Qué otro país terceriza la responsabilidad de la falta de dólares en la restricción externa? Tenemos inflación porque gastamos de más y terminamos emitiendo papelitos del Estanciero (como me dijo el otro día un taxista al examinar desconfiado a un devaluadísimo San Martín en los nuevos billetes de $1000). Nos faltan dólares porque encepamos la economía, les ponemos la pata encima a los que exportan y generan divisas y promovemos el vivir con lo nuestro para beneficiar el negocio de unos pocos empresarios amigos.

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El concepto de orden también está absolutamente tergiversado. Desde que tengo hijos aprendí sobre el método Montessori, que busca criar niños autónomos, curiosos y que exploten todo su potencial siguiendo sus propios intereses y preferencias personales: ¡libertad! Pero resulta que en esta filosofía de aprendizaje, el orden y la estructura son clave. Los chicos tienen que estar en un ambiente ordenado para poder crear, explorar y desarrollarse. Sólo en Argentina el concepto de orden puede tener connotaciones negativas y se busca asociarlo a las peores imágenes de nuestra historia. Hasta ahora esa lamentable asociación la promovía un sector político, pero desgraciadamente hoy vemos que en nuestro propio espacio algunos se enganchan a validar el sentido común kirchnerista.

Se habla mucho de la necesidad de consensos. Pero consensos tenemos. Hace por lo menos veinte años que parece haber consenso sobre las ideas que nos llevaron al fracaso económico. El punto es otro. Necesitamos replantearnos esos consensos, y construir nuevos, pero sobre las ideas correctas, las que puedan torcer el rumbo de decadencia que tiene el país. Patricia tiene esas ideas y está dispuesta a defenderlas.

Ah, pero la gestión

A esta altura nadie duda del coraje y de las convicciones de Bullrich. Su debilidad suele asociarse a los equipos y a la gestión. “Patricia no tiene equipos”, se escucha. Patricia lo que no tiene es un cargo, un municipio o una provincia desde donde pueda contratar gente, que es distinto. Hasta se corrió de la presidencia del PRO. Hoy lo que hay es una asimetría de recursos abismal, pero los equipos son de JxC, y post-PASO los técnicos estaremos donde nos toque estar defendiendo los valores y el proyecto de país de la coalición. De hecho, muchos dirigentes que circunstancialmente hoy están con Horacio pertenecieron al círculo más íntimo de Patricia y volverán a estar, porque para lo que viene no sobra nadie.

En cuanto a la gestión, paradójicamente, ella es la única de los candidatos a presidente de la oposición que tiene la experiencia de haber gestionado el Estado nacional post-kirchnerista. Fue ministra de Seguridad, una cartera complicadísima y que requiere trabajar y coordinar con todas las provincias, y sabe de primera mano lo que se necesita para entrar a un estado tomado por la militancia kirchnerista. Esa experiencia es invaluable, sólo ella la tiene, y no puedo dejar de compararla con lo que fue el trabajo en la Ciudad.

El PRO transformó la ciudad de Buenos Aires, y esa capacidad de transformación y gestión hoy prácticamente no se discute. Porque hasta Palermo Sensible es kirchnerista de la General Paz para afuera, pero no les toques las plazas de primer mundo para sus hijos, el colegio público bilingüe, el puesto de reciclado, los trámites online y hacer home office desde un café de especialidad con sus notebooks en la vereda. La prueba está en que quienes aspiran a suceder al PRO no han podido esbozar una alternativa de cambio sustantiva a lo que hay y centraron la campaña en ataques personales o propuestas redundantes.

Muchos dirigentes que circunstancialmente hoy están con Horacio pertenecieron al círculo más íntimo de Patricia y volverán a estar, porque para lo que viene no sobra nadie.

Lo importante es que esa transformación no fue de un día para el otro y no fue sólo gestionar un tablero de control. Tuvo varias etapas. Los primeros ocho años de Mauricio, con la Nación en contra, fueron clave para todo lo que siguió después. Sirvieron para “desmalezar” el Gobierno, profesionalizar la burocracia, poner en funcionamiento lo que no funcionaba y a partir de allí introducir mejoras. Dicho de otra manera: Mauricio recibió un Estado con capacidades en el tercer subsuelo y había que primero llegar a planta baja para después construir hacia arriba. En sus años se definió una visión y un rumbo para la ciudad, que al principio fueron resistidos, incluso resistidos violentamente, y hoy parecen irreversibles.

Ya no nos acordamos, pero casi incendian la Legislatura cuando en 2011 se reformó una parte del estatuto docente para que fuera el Ejecutivo el que pudiera evaluar con criterios objetivos el desempeño de los maestros, y no que quedara a merced de los gremios. También quedó atrás uno de los momentos más tensos que atravesó el gobierno de Mauricio, la toma del Parque Indoamericano en 2010, cuando la policía federal dejó en banda a la Ciudad. Hoy parece ridículo pensar que alguien pudiera oponerse al Metrobús o a las ciclovías de la gestión macrista, pero en su momento fueron fuertemente resistidos por la oposición. Y hubo que tener las ideas bien claras para que el bloque PRO votara prácticamente solo en contra de la estatización de YPF en 2012, que tan cara le salió a los argentinos. Hubo liderazgo y también hubo que remar contra la corriente, contra el sentido común de muchos de nuestros aliados de hoy que votaron a favor. El método y los procesos ordenados fueron un medio para plasmar la visión y las ideas que, defendidas y promovidas con convicción ante enormes obstáculos, convirtieron a la Ciudad en lo que es hoy.

A esos ocho años de transformación le siguieron cuatro años de gestión porteña en conjunto con Mauricio ya presidente de la nación. Por eso se logró el traspaso de funciones clave para la Ciudad y coordinar obras para mejorar la conectividad del área metropolitana, y los últimos cuatro años, donde siguieron algunas mejoras en el margen. ¿Cuánto de lo que hizo Horacio durante su gestión como jefe gobierno fue posible solamente porque antes tuvo a Mauricio en ese lugar y después tuvo a Mauricio en la Casa Rosada? Es por esta cronología y sus hechos que creo que del mismo modo que Horacio pudo ser un excelente jefe de gobierno gracias a los ocho años de Mauricio, podría ser un mejor presidente después de la presidencia de Patricia.

Ahora que está tan de moda la autocrítica, pienso que un error que cometimos en 2015 fue caer al Estado nacional con el tablero de control queriendo saltearnos pasos que son ineludibles. Olvidándonos de lo fundacional que había sido todo lo otro: la visión, la convicción de un rumbo definido, la búsqueda de un cambio cultural, la aspiración comprobada de que se podía tener una ciudad mejor y un Gobierno de la ciudad que funcionara mejor, y la firmeza para resistir los embates de los que preferían el statu quo.

Patricia lo entendió. Sabe que la gestión pasa volando y que el presidente tiene que estar enfocado y tener las prioridades claras. Me gusta que ella habla de tres cosas: ordenar la macro, ordenar la educación y ordenar la seguridad. Los tres pilares para que los argentinos puedan volver a proyectar y planificar su futuro. Quiero a una presidente enfocada en los temas clave. Que tenga clarísimo que el país no puede seguir con un cepo y que le exija a su equipo económico que se prepare para sacarlo cuanto antes. No me interesa que sepa cuántos arándanos se podrían exportar a Estados Unidos, porque con un cepo ese dato es irrelevante. En el gobierno anterior llegamos a tener cien prioridades de gobierno, todas prolijamente planificadas, pero el mismo Mauricio lo dijo: “Fue un error haberme sentado en la mesa de la competitividad del cuero y tercerizar la negociación con las provincias”.

Queremos lo mismo

Quiero que Patricia sea presidente porque tenemos una oportunidad única de resolver de raíz los problemas que viene arrastrando Argentina. Ya sabemos que el peronismo no es el único partido que puede terminar un mandato, que muchas provincias están eligiendo cambiar y van a ser aliadas en la transformación, que el mundo se presenta como una oportunidad para lo que producimos y sabemos hacer y que probablemente (ojalá) tengamos un Congreso mucho más afín a los cambios que queremos impulsar. Con las ideas claras, que no es lo mismo que intransigencia, con la firmeza, que no es lo mismo que patoterismo, y con los equipos, que no es lo mismo que presupuesto para contratar gente, Patricia tiene todo lo que necesita un próximo presidente para hacer una transformación sustantiva y duradera para nuestro país.

Pero más allá de las preferencias personales, lo más importante es que independientemente del cómo, en JxC soñamos con el mismo país. Un país en el que nuestros hijos elijan quedarse y en el que podamos proyectar y desarrollar todo nuestro potencial. Por eso no hay que perder de vista que nuestros verdaderos enemigos son el cepo, la inflación, el narcotráfico y el atraso generalizado. Después del 14 de agosto, gane quien gane, juntos vamos a resolver los verdaderos problemas del país.

 

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Daiana Molero

Economista. MC/MPA Mason Fellow en Harvard Kennedy School. Pre-candidata a diputada nacional (CABA). Ex subsecretaria de Programación Microeconómica.

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