IGNACIO LEDESMA
Domingo

Decí que sos tuitero sin decirlo

Apuntes preliminares para entender los códigos, usos y costumbres argentinas de Twitter, la más fascinante de las redes sociales.

Hace unos días, publiqué un tuit que decía lo siguiente: “¿Me listan frases célebres de Twitter Argentina? Voy con ‘Qué boludos son los comunistas'”. En 48 horas, tuvo más de 45.000 impresiones y 1.813 interacciones. Mucho no me importan las estadísticas de Twitter (hace años que ando clavado en la misma cantidad de seguidores), pero en este caso el asunto fue curioso porque tuve muchas respuestas, cerca de 500. Y todas las respuestas hacían gala de un humor que podría tildarse de “metalingüístico”, pero que en realidad es otra cosa.

Quien lea esta nota puede hacerlo desde dos lugares: conoce Twitter o tiene una cuenta en esa red, o es totalmente ajeno a ella. Si está en el primer conjunto, va a reconocer muchos de los modismos que los usuarios listaron a partir de mi tuit; si no, es probable que no lo haga. Así y todo, podría podría suceder que algunas de estas frases sí le resulten conocidas, porque varios de estos modismos ya han trascendido la Internet, su lugar de origen.

Para quien no maneja la red, Twitter es un sitio de microblogging (así se decía, hace tiempo que no leemos este término) donde en cualquier momento alguien puede escribir un mensaje público (aunque ahora hay forma de restringirlos a ciertas personas de la red) muy breve. Por supuesto que da para el chiste, el chisme, la definición exagerada y contundente, la ironía. En sus orígenes, ningún mensaje podía superar la barrera de los 140 caracteres; luego, se duplicó la cantidad. Hoy, los usuarios “verificados” —pagos, desde que Elon Musk compró la red— que se distinguen por una doble tilde azul pueden tuitear textos de hasta 4.000 caracteres y subir videos de hasta dos horas y 8 gigas de peso, algo que desnaturaliza completamente el juego del impacto breve. Es esa concentración la que lleva, inexorablemente, a modismos y a que se genere un código común. Perdón por la precisión terminológica: cada comunidad lingüística o cultural crea su propio código (en Twitter Colombia no se usa “Andá pallá, bobo”) aunque algunos términos y siglas, incluso traducidos, rompen fronteras.

Es esa concentración la que lleva, inexorablemente, a modismos y a que se genere un código común.

Me dispuse a hacer una especie de taxonomía, pero como son tantos y uno además es un poco vago, vamos a formar algunas categorías bastante generales. Y, para ser inclusivos, vamos a escribir suponiendo que el lector pertenece al segundo conjunto: ni idea de qué corno se dice en Twitter.

Primera división: modismos nacidos en Twitter y modismos que vienen de afuera. De los primeros, hay dos categorías. Aquí van ejemplos de los que se agotan en sí mismos (es decir, no requieren un argumento para funcionar):

  • Degame en pas (para quejarse de una acción repetida o un comportamiento absurdo)
  • Estoy desbasatado (de un tuit del abogado Miguel Pierri, famoso por escribir pésimamente)
  • No seas TROLO man (no quejarse de cosas estúpidas)
  • Escupí el mate (me causó gracia el tuit que acabas de publicar)
  • Kedesirte (no hay explicación a aquello a lo que te refieres)
  • Mi hente (ironía ante un comportamiento justo pero exagerado)
  • No soy todos los pelados (clásico del usuario @Mr_Bugman, célebre entre otras cosas por carecer de cabello)
  • Nadie es kernerista gratis (creado por @MabelPajarita y aplicado sobre todo a celebridades afines a tal sector político)
  • Viejo Meado (refiere a un hombre mayor que dice estupideces)
  • Gordo tucumano (larga historia, pero implica un ser masculino que puede fingir ser una doncella enjundiosa desde su invariable asiento y su pantalla pringosa)
  • Inés P. Rado de Senlace (leerlo en voz alta: es una ironía respecto de que algo termina siendo exactamente como cualquiera hubiera adivinado)
  • Al menos no gobierna la derecha (respuesta a cada desquicio miserable que aparece en el país)

Ésta es quizás la categoría más simple de utilizar. Basta con ver un par de tuits que los utilicen para pescarle la lógica y, de allí en más, hacer lo mismo. Como en todo lo que aparece en la era de Internet, Twitter genera su propia historia bastante rápidamente, de allí que tanto en esta categoría como en las demás haya muchas alusiones a esa historia (los tuits de Pierri, mencionados arriba, son un clásico al respecto). Eso quizás “cierra” un poco la experiencia al novato o a quien quiera ver qué pasa en la red sin formar parte. Pero, en general, el contexto (todos los modismos de la lista se utilizan o bien como comentario o bien como respuesta a un hecho, noticia y otro tuit) permite reponer esa información que falta. Hay que recordar que la brevedad y la contundencia mandan. Para despacharse emocionalmente está Facebook.

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Luego están los tuits que son en sí mismos un esquema estereotipado que requiere un argumento variable dentro del texto (indicado entre corchetes):

  • Me hice un café tan negro que [incluir comportamiento de persona de bajísima extracción o político bestial]
  • Te doy hasta que [hecho altamente improbable o totalmente imposible]
  • [Frase que el autor del tuit considera de altísima autoridad] Una remera que diga
  • ¿Ustedes [Comportamiento propio del autor del tuit que el mismo considera vergonzante o absolutamente absurdo] o son normales?
  • [Afirmación completamente absurda, contradictoria, falaz o imposible] dijo nunca nadie.
  • Te mentí, no vamos a coger, vamos a [acción completamente aburrida, displacentera o estúpida]
  • Ustedes eran chicos (variante: “muy chicos), pero [algo totalmente absurdo o contradictorio que sucedió hace demasiado poco tiempo]
  • Sos old, pero ¿así de old? [imagen o declaración de por lo menos tres décadas atrás, salvo uso irónico para consignar una contradicción flagrante de algún político o personaje célebre, incluso un tuit]
  • Unpopular opinion [opinión que contradice tendencia mayoritaria en la red]

Quizás ésta sea la categoría más “conversacional” (y probablemente, cerrada) de las mencionadas, y requiere un entrenamiento para poder utilizarse. Pero, como sucede con todos los códigos, la imitación lleva a la comprensión del mecanismo. Una de las reglas básicas es la abundancia de ironía, quizás porque para ser irónico —como cuando uno quiere hacer una parodia— debe contar con el conocimiento previo del hecho sobre el que se ironiza por parte del receptor. Pero la magia de la web además ayuda a reponer el sentido porque uno puede incluir una captura de pantalla, una imagen cualquiera, un link, otro tuit, etcétera sobre el que se aplica el comentario.

Frases importadas

Entre los modismos que vienen de fuera de Twitter, figuran con uso frecuente:

  • ¿Cómo le vas a creer al PJ? (Expresado por Elisa Carrió en un programa televisivo)
  • No tengo pruebas, tampoco dudas (Expresado por Cristina Elisabet Fernández de Kirchner en cadena nacional tras el asesinato de Nisman)
  • Emosido Engañado (referencia a un graffitti escrito con evidente alevosía gramatical)
  • Esto complica más a Boudou (referencia a los titulares contra el ex vicepresidente/rocker/chorro cuando el caso Ciccone —la imprenta, no Madonna—)

Aquí se demuestra algo que muchos pasan por alto: Twitter no es impermeable al mundo en el que sucede, sino que al comentarlo constantemente en tiempo real, también se ve alterado por él. Y además puede tomar fragmentos de ese mundo e incorporarlos a su propio código. Hay una pequeña pero importantísima, central enseñanza en esto, algo que el periodismo obvia: ya no hay más lectores, hay usuarios. Un tuit puede tener respuesta y generar una conversación, o un hecho del mundo no virtual puede convertirse no sólo en un tema de conversación en Twitter (lo que es una perogrullada, porque es para eso), sino que esa comunidad que es Twitter puede recortar algo que viene de afuera y hacerlo propio. Lo mismo pasa hoy con cualquier cosa que se publique. Y la comunidad, con el uso y el comentario, termina cristalizándolo o no, repitiendo el código o incluso comportamientos.

Hay una pequeña pero importantísima, central enseñanza en esto, algo que el periodismo obvia: ya no hay más lectores, hay usuarios.

Los que lloran trolls cuando abunda la andanada de reacciones adversas a sus dichos o comportamientos deberían tener en cuenta que no es necesaria una acción coordinada en una red donde todo es visible a toda hora en todo momento y todas las opiniones aparecen a medida que se emiten. Algo que, de paso, “olvidaron” aquellos que perpetraron esa aberración fascista —por suerte rápidamente desactivada— que llevó por título “La reacción conservadora” (habría que escribir sobre esto, aunque hayan pasado dos años).

Y, como corresponde a lo anterior, existen modismos que provienen del “meta Twitter”, que es el comentario en un tuit de uno o varios tuits:

  • Cómo empezó/cómo sigue [cita captura de tuits que se contradicen entre sí con el paso del tiempo]
  • ¿Se lo dicen ustedes o se lo digo yo? [Ante un tuit con una declaración demasiado ingenua]
  • [Declaración polémica, especialmente respecto de los seguidores del usuario en cuestión] vengan de a miles.
  • Decime que sos [una categoría o apelativo quizás vergonzante que explica el tuit citado] sin decirme que sos [mismo argumento ut supra]
Viralización cruel

Hay varias categorías más, algunas muy puntuales. Pero creo que, de todas, la más ilustrativa es el tuit idiota o violento (o, peor, falsamente neutral, pero evidentemente interesado) que luego es parodiado ad infinitum (y con ello, satirizado su productor). Van tres casos celebérrimos.

El usuario @AlberdianoArg tuiteó —enemistándose con las comas— el 3/9/2019 lo siguiente: “Se que me vana (sic) putear pero por las circunstancias en que está la Argentina creo que Fernández va a rumbear a una suerte de neomenemismo aliado al peronismo ortodoxo aislando al Kirchnerismo en una suerte de grupo de los 8 porque no tiene mucho margen de maniobra“. A lo que el usuario @GekkoLeeson respondió inmediatamente: “Agree”. Tanto “neomenemismo”, como “grupo de los 8” y “agree” fueron tomados irónicamente por una gran parte de los tuiteros nacionales con el devenir previsible del “gobierno” de Alberto Fernández.

Otro que hizo historia fue el ya casi precámbrico (celebra en estos días sus diez añitos) tuit de la usuaria @mariananannis, enamorada de la mayúscula tremendista: “YANINA LATORRE SOS UNA TERRIBLE PUTA Y TU MARIDO UN TERRIBLE CORNUDO NO TE ACORDAS CUANDO MI HERMANO TE LLENABA EL CULO DE LECHE…”. Varios segmentos de este tuit han sido reformulados y vueltos a utilizar de manera irónica y paródica, y tal efecto en el receptor se basa en la referencia al original, como en el caso anterior.

Sin embargo, es probable que el más parodiado y utilizado como segmento comunicacional bastante novedoso sea el de la usuaria @mecasullo: “Tenés razón. Hay todo un encadenamiento: lo científico, lo coalicional, lo social ¿no? Hay un modelo discursivo-decisional bastante novedoso que empieza a aparecer”. Era en respuesta a otro tuit, de la usuaria @LaraLin78 que rezaba: “El factor común de las conferencias de @alferdez es dar cuenta de que cada decisión se toma en base a evidencia, en consulta con científicos, diálogo con actores sociales y representantes de su espacio y de otros espacios, y luego el Presidente toma la decisión. No es menor”.

“Hay todo un encadenamiento” es uno de los sintagmas más clásicos, utilizados y demolidos de todo Twitter Argentina.

Ambos se publicaron el 29 de marzo de 2020, cuando se estableció la cuarentena criminal y la comunidad científica aplaudía a rabiar al casi recién estrenado presidente. “Hay todo un encadenamiento” es uno de los sintagmas más clásicos, utilizados y demolidos de todo Twitter Argentina, citado —con malicia para aplaudir— en un episodio de la serie El Encargado para caracterizar el habla de progres hipócritas. No es poco, y es quizás el mayor éxito intelectual (claro que involuntario) de María Esperanza Casullo, doctora en Ciencia Política de la Universidad de Georgetown, más irónico incluso que el título de su libro Por qué funciona el populismo (si el lector cree que las últimas oraciones son un chiste, pues no, no lo son).

Podríamos seguir un montón de tiempo hablando de todo esto. Pero el factor común de las conversaciones de Twitter que utilizan este repertorio es el humor, a veces cruel, a veces sarcástico, a veces irónico. Siempre como una manera de enfrentarse a una realidad que se vuelve más y más abrumadora. Eso además permite un constante juego de asociaciones que lleva a que nos identifiquemos como un enorme grupo de amigos que maneja, esta palabra es central, ese mismo código.

Lo que sucede en definitiva es que, con incorrección y libertad, las personas crean su propia manera de decir las cosas y, al mismo tiempo, de enfrentarse a las injusticias, los atropellos del poder y el goteo constante de absurdo de la vida cotidiana. Lo mismo sucede en otros países y otros idiomas: cada cultura crea su propia forma de complicidad, que evade además los lugares comunes (en general biempensantes) del habla “oficial”. Y, de paso, este pequeño glosario con su análisis desmechado y apresurado (requeriría un trabajo de campo enorme, aunque también enormemente divertido, hacer un paper con esto, recordando de paso que “un paper del Conicet con…” es otra ironía tuitera) demuestra que, aunque alguien quiera imponer un tipo de lenguaje “correcto”, una forma inclusiva de meter en el lecho de Procusto la gramática y su historia, la gente crea el lenguaje como se le da la gana. Parafraseando el tango, logramos la ironía cruel de no pensar más que en tuit.

 

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Leonardo D'Esposito

Crítico de cine, periodista, docente. Edita en BAE Negocios, escribe en Noticias y Brando y publicó cuatro libros, entre ellos "50 películas para ser feliz".

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