Hay ciertos desastres que suceden cuando una larga lista de condiciones adversas o fallas de algún tipo se dan a la vez: lo que se suele llamar una tormenta perfecta. Un caso particularmente trágico fue el del boliche Cromañón: nada o casi nada de todo aquel desastre podría haberse evitado si al menos un eslabón de la cadena hubiese jugado a favor. Si tan sólo alguna puerta de emergencia no hubiese estado trabada, por ejemplo. Pero no, ni eso.
Después, claro, se discutieron largamente las responsabilidades, a quién o a quiénes se debía atribuir cada fallo o negligencia y qué tan determinante había sido en cada caso en la consumación del hecho. Y tanto fue el esfuerzo de las muchas partes interesadas en eludir lo más obvio que de ahí salió una de las tapas más logradas de la revista Barcelona cuando era graciosa. El elefante en la habitación del que no se hablaba era que en el comienzo de todo fue la bengala.
Pues bien, el miércoles a la noche en la cancha de Independiente hubo otra de estas tormentas perfectas, si bien todo indica que de milagro esta vez no hay muertos que lamentar. Y sí, también en este caso hubo muchos eslabones en una cadena de responsabilidades que fallaron de manera muy burda. Repasemos:
La Conmebol cuida su negocio y se ocupa de cumplir con las normas ISO 9001 de la corrección política: como bien lo señaló Mariano Closs, nos dice a su manera “no room for racism”, pero si la policía militar de Praia da Brincadeira te muele a palos o si la barra de Defensores de Tero Violado te destruye el micro a piedrazos, problema tuyo.
El presidente de Independiente, acaso el mismo que quisimos que fuera gobernador, se hizo el desentendido: la culpa es de los visitantes, rompieron la cancha y tiraron cosas. A eso se redujo el problema, con lo cual bien podríamos inferir que con sus dichos avaló implícitamente la salvajada que sobrevino luego. Sí se esforzó en cambio en sobreactuar luego una defensa muy airada de los intereses del club, la vida por los tres puntitos, no sea cosa que después en las redes sociales lo puteen por “no tener peso” en la AFA, en la Conmebol o en la ONU.
¿Policía de la Provincia? Jajaja, prevenir, actuar y —llegado el caso— reprimir es de fachito privatista cruel neoliberal. ¿Seguridad privada? Hay que tener ganas de cagarse a palos en una tribuna por un contrato de trabajo, eh. Que después te cubra los daños la ART, mucha suerte. ¿Aprevide? “Para la gripe, tomá Aprevide”. ¿El Gobierno provincial? La culpa es de coso. ¿El Gobierno nacional? La culpa es de Kicillof.
Entonces, ¿qué pasó? ¿”Fallamos como sociedad”? La tentación de decirlo es fuerte, claro. Pobreza, marginalidad, educación detonada, la infancia y la adolescencia mirando El aguante en TyC Sports, “escuchen, corran la bola”, las series tumberas, el pobrismo, Grabois, los curitas villeros. Pero bueno, la pobreza en Chile es mucho más baja, y sin embargo la barra de la U también se manejó de manera criminal. Y hace poco mataron a dos hinchas de Colo Colo y hubo sanción para el club. Uruguay emite deuda en francos suizos al 2%, pero hace pocos días mataron a dos hinchas de Nacional.
Podemos también hacer sociología al paso: hay cuentas de redes sociales dedicadas a las barras de aquí, de allá y de cualquier parte, hubo algo así como una versión inglesa de El aguante que se fascinaba con la cultura de la violencia en el fútbol (y cuyo conductor vino a ver un clásico de Avellaneda como quien hace un posgrado en el exterior). Quién no se cruzó con algún video de decenas de hinchas rubios, de pelo muy corto y tatuajes cagándose a trompadas en algún descampado en las márgenes del Danubio o del Elba, a mayor gloria de Droctulft. La violencia hooligan provocó decenas de muertos en los ’70 y ’80, por no hablar de lo picante que se pusieron últimamente las finales en Wembley, Saint-Denis o de qué te puede pasar si sos un hincha israelí en Amsterdam.
Es decir, sí, podemos ser unos animales que queremos matarnos con el gusto por lo artesanal y con la mayor violencia posible. ¿O acaso no fueron los hinchas comunes (jóvenes, adultos, viejos, mujeres, niños), las familias que “no tienen nada que ver”, los que les cantaron a los barras del club que no fueran cagones y los alentaron a ejecutar su venganza ? ¿O no escuchamos en los videos de las palizas las exclamaciones en off, “tomá, chileno puto”, “corré, puto”, “ahí tenés, puto”, todo dicho de lejos, como comentaristas casuales?
Fue el miércoles en esa cancha con esos equipos, pero la sensación es que podría ser en cualquier lado en cualquier momento. De haber tirado la bengala no se hace cargo nadie.

Ya está muy gastada esa excusa de que algo no es plagio, sino “homenaje”. Obviamente que el arte está lleno de influencias, inspiraciones y reinterpretaciones, pero para que algo entre en esa categoría debe contener algún valor agregado, alguna modificación, una mirada propia diferente. No parece ser el caso de la obra de Carrie Bencardino expuesta en el MALBA, idéntica a una de Ciruelo.
Tampoco es cuestión de cargar las tintas contra la artista. El problema no es tanto la obra en sí sino su actitud después de la denuncia. Ahí es donde todo adquiere un matiz peor. Porque apenas Ciruelo publicó en su Instagram ambos cuadros, ella le disparó: “Te cito siempre como mi gran referente al hablar de esa obra. Mi muestra gira en gran parte en torno a las imágenes que más me influenciaron cuando era adolescente y me empezaba a interesar el arte. Unx nunca piensa que las personas que admira pueden ser terribles fantasmas, pero bueno, lecciones que se van aprendiendo”.
Claro, eso fue como echar nafta al fuego, porque los fans de Ciruelo (y cualquiera que pasaba por ahí) se enfurecieron y la empezaron a insultar en todos los idiomas, con el agregado de que la artista se declara “no binarie”, detalle que no hace al fondo de la cuestión, pero obviamente sus detractores pusieron en primer plano.
Varios días después, el MALBA salió a bancar a Bernardino , aunque más que a ella suponemos que estaba bancando al curador de la muestra: “El trabajo de Carrie Bencardino se alimenta de imágenes encontradas en libros, revistas, tapas de discos, videoclips, internet y su archivo personal de objetos y otros materiales que circulan en la cultura de masas y sus plataformas. (…) En su pintura, la apropiación no es un fin en sí mismo, sino un medio para interrogar la memoria cultural, las iconografías compartidas y la relación afectiva que establecemos con las imágenes”.
No sabemos bien qué significa “interrogar la memoria cultural” ni qué tiene que ver eso con copiar la imagen de un dragón (con las mismas proporciones, colores y fondo), y probablemente el que escribió el comunicado tampoco. Un caso típico de chamuyo.
Y por si esto fuera poco, Bencardino posteó el miércoles en su Instagram que la persiguen por mujer, pobre y coya: “Para sorpresa de nadie, una vez que una identidad trans no binarie portadore de concha pisa un museo, el ‘éxito’ y la valoración general de su trabajo dura un mes y medio. (…) El machismo sistemático implícito en el hecho de que Ciruelo, un señor cis blanco heterosexual de 62 años, en lugar de escribirme por privado, contactar a la institución, o pedir una reunión, haya decidido exponerme en redes avalando a que me hostiguen sus fanáticos, está siendo sorprendentemente ignorado por muchas personas”.
Por su mención a la edad de Ciruelo podríamos acusarla de gerontofóbica, pero no queremos caer en la misma que ella. Cada uno sacará sus conclusiones acerca de si la obra de Bencardino es un plagio o una “interrogación a la memoria cultural”. De lo que hay pocas dudas es de que su manera de victimizarse es una verdadera obra maestra de apropiación: se apropió del papel de víctima con la misma precisión milimétrica con la que se apropió del dragón de Ciruelo.

Casi de madrugada, cuando ya ni siquiera los politizados estábamos mirando el streaming del recinto, Diputados le dio media sanción el miércoles a un proyecto para cambiarnos el huso horario: si el Senado lo convalida y Milei no veta, dejaremos de tener la misma hora que Río de Janeiro para empezar a tener la misma que Santa Cruz de la Sierra. El proyecto era del exvicepresidente Julio Cobos, que con esto se retira del Congreso después de una década y fue aprobado por una mayoría generosa. Amanecerá a las cuatro en verano, arruinando las giras de los trasnochadores, pero también en invierno, deprimiendo menos a los madrugadores. Y anochecerá también más temprano, lo que nos dejará a los tilingos unas tardecitas de invierno europeas: oscuras antes de las seis, ya todos en casa con tecito, librito y mantita.
¿Está bien el cambio? ¿Qué dice la ciencia? Depende a quién se le pregunte. Por un lado es cierto que, si uno mira el mapa , la Argentina venía corrida, desplazada de su huso horario natural, compartiendo relojes con países al este y siendo distinta (ella, siempre distinta) de países más al norte. Una mirada fría diría: “Estás mal acomodada, Argentina, volvé a tu lugar”.
Sin embargo, en estos días aparecieron argumentos convincentes de que el huso horario es un tecnicismo que bien vale la pena ignorar dadas nuestras costumbres. ¿Acaso no son muchas más las personas que están en la calle a las 17:30 que a las 6:30? ¿Y no gastarán más electricidad esos vespertinos en penumbra que los madrugadores que refunfuñan frente al despertador?
Argumentos hay para todos, pero la decisión parece un poco apresurada y poco debatida. Sobre todo para un proyecto que, esta vez sí, afecta directamente nuestra vida cotidiana. Una vez que le pedimos al Congreso que nos dé bola y nos hace esto.

La farándula argentina, copada por el Wandagate desde hace ya casi un lustro, incorporó esta semana un nuevo escándalo: Gimena Accardi y Nicolás Vázquez, la pareja más sólida del idílico y siniestro mundo de Cris Morena, confesó haberse separado tras una infidelidad por parte de ella, que cometió el error de presentarlo como “un error” y recibió por ello la reacción y los escupitajos de las redes. El rumor que recorre oscuro esta separación mediática implica por rebote, secretos y elucubraciones maliciosas, a un tercero y a su familia puérpera, que el matrimonio Accardi-Vázquez, intenta, contra toda costumbre, proteger. La noticia no es lo sucedido entre estos cuatro personajes, sino el puritanismo absurdamente cipayo que la sociedad argentina parece haber importado sin la menor mediación. Muertos de miedo, los matrimonios demonizan la infidelidad, usan la moral como si fuera un elemento punzante, coercitivo, capaz de hacerte agachar la cabeza y mentir.
No haríamos mal en recordar que el matrimonio en cuestión nació hace quince años de una traición chinesca: el vestido de novia de Mercedes Funes, primera mujer de Vázquez, no había vuelto de la tintorería cuando él propuso un cambio abrupto de monogamia; la traición en algunos casos es lo de menos, por ejemplo, cuando el tercero se convierte en la pareja formal y duradera del infiel. Quien lleve los cuernos en este esquema queda completamente afuera, destruido por la unión poderosa de los traidores.
Para no quedarse atrás, la íntima examiga del matrimonio Vázquez, examante y actual mujer de Mauro Icardi, publicó en su Instagram un video del bulto del jugador de fútbol, al que vemos tomar sol en calzoncillos de pie en el balcón del cuarto. Sorprendentemente, frente a la evidencia fotográfica, nadie puede asegurar si se trata de un maní en proceso de erección o si la nueva pareja de la China Suárez ofrece grosor incluso en estado de reposo. La diva del sexo y sus verdades, Moría Casán, comentó en Instagram: “Maní con levadura, adoré”.
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