Gracias a Dios es viernes

#91 | Lo que Axel no paga, Loretta no Preska

Carignano, diputada de bosta arrojar. Lula volvió a la cárcel (de visita). El llanto agobiante de Julia Mengolini

Mucho se habló esta semana del juicio que enfrenta la Argentina en una corte de Nueva York por la expropiación y estatización de YPF. Así, con la sentencia que obligaría al Estado a entregar un 51% de las acciones de la petrolera para resarcir a los beneficiarios del juicio por un monto de unos 16.000 millones de dólares, la jueza Loretta Preska bien puede presumir de haberse ganado su lugar en la exclusiva galería de súper villanas de la banca, las finanzas y la sinarquía internacional. Un club formado bajo los auspicios de los más oscuros poderes al solo efecto de rapiñarnos, e integrado por arpías de la talla de Anne Krueger, Teresa Ter-Minassian, Kristalina Georgieva y Gita Gopinath. Con ellas no hay camaradería peneana que valga.

Vamos a aportar entonces nuestros dos centavos acerca de este juicio, que seguramente más adelante nos costará un poquito más que eso, siempre y cuando podamos negociar y llegar a un acuerdo favorable. Acuerdo que implicará seguramente una nueva ronda de bonos que endeudarán a nuestros hijos, defaultearán nuestros nietos y renegociarán nuestros bisnietos. No vamos a ser especialmente originales: lo verdaderamente grave en este entuerto no es tanto la sentencia, sino esa arraigada mentalidad nacional que combina dosis parejas de anticapitalismo, estatismo, victimismo, pensamiento mágico y vocación por la trampa y la impunidad.

Hace ya un par de años Alfonso Prat ideó el Kicicostómetro , una planilla con la que trataba de ponerle cifras concretas al perjuicio causado por el doctor en Economía más caro que haya dado  una facultad de este mundo alguna vez. Sabemos pese a ello que no tiene mucho sentido personalizar aquellos males que en verdad son estructurales: es muy probable que si Axel Kicillof no hubiese nacido, lo habríamos inventado. Sabemos también que el kirchnerismo fue desde el comienzo una asociación ilícita por la que una de sus principales cabecillas ya cumple una primera condena de seis años de prisión, pero que aún más dañinas resultaron sus políticas económicas. ¿Hay forma de cuantificar el impacto de la confiscación de los fondos de las AFJP, por poner apenas un ejemplo entre tantos? Se podrán hacer cálculos, pero aquella aberración jamás tendrá ni juicios ni culpables formales.
Vamos a cansarnos de repetir entonces que mientras que este tipo de pensamiento siga encontrando formas competitivas de expresarse electoralmente no va a haber política económica que elimine los 600 puntos de riesgo que nos corresponden de movida sólo por ser nosotros. Por nuestra reputación. ¿Tenemos que sentarnos a dialogar para acordar políticas públicas saludables? ¿Nuestros problemas se solucionan con más educación, particularmente financiera, hoy totalmente ausente de nuestras aulas primarias y secundarias? Puede ser, pero lo que hay que cambiar definitivamente es este discurso y esta manera de pensar.

Otro ejemplo ilustrativo. No importa tanto si el gobernador Pullaro realmente piensa esto que dice o si sólo está tribuneando: cualquiera de las dos opciones es igualmente inaceptable.

“Cayó la sesión por insultos entre libertarios y K” , dice la tapa del diario Clarín en el epígrafe de las fotos que muestran el griterío en Diputados del miércoles. Dicho así, parecería que la cosa fue mutua, pero lo que pasó más bien fue que la diputada Florencia Carignano, entre otras, se le fueron al humo a José Luis Espert y le dijeron de todo menos lindo, mientras él las observaba con una sonrisa.

Ayer a la mañana, entrevistada por María O’Donnell, Carignano dijo que simplemente fue a “encararlo, a preguntarle” por qué habían detenido a cinco compañeras que le tiraron bosta en la puerta de su domicilio. Las imágenes son claras: no parece haber preguntas sino improperios.

Pero lo de Carignano viene de antes. Recordemos cuando le gritó “loca” a Lilia Lemoine y “gato” a Nadia Márquez. Lo que se dice una lady.

Estamos acostumbrados a quejarnos de “las formas” de los libertarios, y está bien, pero no salieron de un repollo. No había en el Congreso un grupo de condes y condesas y cayó la barrabrava de Aldosivi. Pero eso sí: no todo da lo mismo. El miércoles, no hubo insultos entre libertarios y K. Hubo una patoteada unilateral clarísima.

A pesar del frío y el entusiasmo menguante , los móviles de televisión siguen aparcados en San José 1111, en parte porque es más cerca que ir a cubrir un crimen macabro en Rafael Calzada y en parte porque siempre aparece algún espontáneo que dice algo estrafalario. Ayer le tocó el turno a Lula Da Silva, que a la mañana saludó a Milei en el Palacio San Martín para la cumbre del Mercosur (la más corta que se recuerda) y a la hora de la siesta visitó a su “amiga” Cristina Kirchner. Quizás compartieron historias de convictos, aunque Lula estuvo preso en una cárcel y Cristina puede ir tranquila de su cama al living.

La visita puede haber tenido razones políticas y afectivas profundas, pero también parece un cortito contra Milei, que cuando fue a Brasil se juntó con Bolsonaro. Estos dos se llevan bastante a las patadas y tienen (los dos, no sólo Milei) una visión muy ideológica de las relaciones exteriores. En 2023, además, Lula le mandó a Massa sus expertos en campaña negativa y Milei le respondió con un rugido irreproducible. En San José 1111 seguramente lo trataron mejor.

Sigue sonando el agobiante llanto de Mengolini y no existen suficientes bocas libertarias para tragar tanta lágrima de zurdo. La misma periodista que otrora se burlaba al aire del presidente (“hacen radio por internet porque no las llama nadie”, vociferó hace poco Yanina Latorre) y de sus jóvenes seguidores en los space de X (“los estoy escuchando y me da pena porque creo que son todos vírgenes , ¿ustedes alguna vez hicieron el amor?), ha recibido esta semana un ataque masivo de libertarios dispuestos a crear una cantidad de contenido desmesurada, de sobra, por las dudas, para estar seguros de que Julia Mengolini pruebe su propio veneno. Hay deepfakes pornográficos (videos hechos con IA que muestran a los hermanos en el acto), infinidad de memes y tuits, hasta una captura de pantalla que parecería ser fake de Natasha Jaitt comentando dos días antes de morir los peor del secreto incesto “JM”, como lo pone.

Desfigurada por el llanto (llegó a llorar sin metáfora al aire ), Mengolini termina haciendo dudar a cualquiera: ¿por qué se pone tan mal? ¿No es acaso un disparate? Pocas cosas desactivan más rápido una noticia falsa y obscena que una carcajada. Oscilante en su humor semanal, por momentos cobra coraje, se pelea con ciudadanos en el subte y les dice con voz de mafiosa que acaba de recuperar el control de la situación: “Mis abogados piensan que vamos adquirir fama mundial ”. El mandatario Javier Milei le respondió, a su vez, con otra denuncia por “injurias”. Si la estrategia libertaria de pelear es espejando la vergüenza del enemigo, en este caso le estaría funcionando. ¿Podemos rechazar esa conducta? Sí, pero como dijo Martín Garabal en Radio con vos, mientras del otro lado no haya nada ni nadie que represente la frustración de todos aquellos que se horrorizan con Milei, es difícil contagiar un repudio. Lo sentís o no lo sentís. Tendrán que inventar otra cosa.

El mayor problema que tiene Julia Mengolini –el mismo que despunta en cada una de sus intervenciones– es su privilegio. Cualquier sea el tema, la periodista argentina consigue traducirlo a la sátira, por momentos una copia inquietante del tuitero cómico @AbogadoDijo. Moraleja: cancherear no es para todos e injuriar al presidente, al parecer, se paga caro.

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