Gracias a Dios es viernes

#85 | La ARCA ya no es la Stasi

La intifada global empezó en Washington. El familicidio de Villa Crespo.

El paquete de medidas económicas más anticipado, postergado, filtrado y comentado sin que se supieran sus detalles fue finalmente anunciado ayer. En los días anteriores se había hablado mucho de “los dólares del colchón” y de un blanqueo de facto, e incluso el propio Javier Milei había explicado hace dos semanas el concepto de “dolarización endógena” con una metáfora bien cuevera: usen sus crocantes carachica y caragrande, que no les van a quedar los dedos marcados.

Pues bien, resultó que el paquete presentado finalmente por el vocero Adorni y el ministro Caputo tiene un nombre tan pomposo como sarcástico, una evidente parodia a la jerga oficial del kirchnerismo que supo ser nuestra neolengua: “Plan de Reparación Histórica de los Ahorros de los Argentinos”. Adorni, quizás agrandado por su victoria electoral en la Ciudad, se animó además a resumir el espíritu del plan en un eslogan igualmente jodón: “Tus dólares, tu decisión”. Es cierto, podría haber seguido con algo del estilo de “Saquen sus ARCAS de nuestras colchonas”, o “El evasor es el otro”, pero no se animó.

No vamos a comentar acá el detalle de las medidas que salieron publicadas ad nauseam en todos los sitios de noticias y comentadas en todas las radios y canales de televisión. Algunas primeras reacciones salieron acá , vimos a muchos contadores en redes sociales muy entusiasmados por la enorme reducción de burocracia que implican las medidas y hasta escuchamos a Cristina Pérez citando al tributarista César Litvin, quien dio una definición que nos pareció genial: se termina “el panoptismo tributario sobre la intimidad del contribuyente”.

En el cierre del día, el Toto la siguió hasta tarde en un programa especial del canal de streaming Carajo (con parte de su equipo y la banda habitual del Gordo Dan) y trató de explicar que todo esto apunta efectivamente al sagrado canuto verde de los argentinos, pero que en realidad va más allá: se trata de “un cambio de régimen”.

¿Lo es? ¿Es cierto que la agencia recaudadora estatal va a dejar de presumir que somos todos narcos o en verdad van a ser los narcos los que se van a divertir? No querríamos adelantar una opinión concluyente, pero sí es cierto que, repasando las medidas, caímos en la cuenta de una verdad tan horrible como evidente: que dentro de toda la enorme masa de locura kirchnerista que debimos aceptar y naturalizar en estas dos décadas venía incluida la noción de que la AFIP debía ser como una Stasi de la información financiera de la población. Cada paso, cada transacción, cada compra con tarjeta o cada plazo fijo, ella, la AFIP, se enteraba al instante. “Every breath you take, I’ll be watching you”, nos cantaba, sólo que con todo el poder de cómputo de las planillas de cálculo y los servers de hoy. En cierta manera, una parte del sueño húmedo de Axel Kicillof, el de una economía planificada al estilo estalinista, se había materializado y era parte de nuestra vida diaria. Y estábamos tan acostumbrados a eso que ya no nos dábamos cuenta de la locura que implicaba.

En fin, veremos cómo sigue y cómo se traslada todo esto a las leyes. Por supuesto, sabemos que pueden ser los mismos cantos de sirena de otras veces, al argentino le cuessssta pensar que no lo van a cagar. En cualquier caso, creíamos que sí, pero no: no odiamos lo suficiente a la DGI, AFIP, ARCA o como le quieran decir.

Los estudiantes de la Ivy League que protestaron los últimos tiempos usando como grito de guerra “globalize the intifada ” pueden festejar: el miércoles, el estadounidense Elias Rodríguez asesinó a Yaron Lischinsky y Sarah Lynn Milgrim, dos empleados de la embajada de Israel, en la puerta del Capital Jewish Museum de Washington, D.C.

Probablemente sea casualidad que el lunes, el Secretario General Adjunto de Asuntos Humanitarios y Coordinador del Socorro de Emergencia de las Naciones Unidas, Tom Fletcher, dijera en el programa Today de BBC Radio 4 que en Gaza “hay 14.000 bebés que morirán en las próximas 48 horas si no los ayudamos”. Por supuesto, no era verdad. El informe de la Clasificación Integrada de las Fases de la Seguridad Alimentaria (CIF) dice que “se prevé que ocurran cerca de 71.000 casos anuales de desnutrición aguda en niños de seis a 59 meses, incluidos 14.100 casos graves, entre abril de 2025 y marzo de 2026”. Es decir: ni bebés, ni morirán, ni en 48 horas. (Claro que para ver la corrección de la BBC hay que ir al noveno párrafo de esta nota, cuyo título dice: «La ayuda a Gaza aún no llega a los civiles, según la ONU, mientras aumenta la presión sobre Israel».)

Puede parecer una observación cruel y superficial. Después de todo, no hay tanta diferencia entre un niño de cuatro años y un bebé; un caso de desnutrición grave es muy serio aunque no lleve necesariamente a la muerte; que el período sea un año y no 48 horas quizás lo haga menos urgente, pero no menos importante. Y sin embargo, “14.000 bebés morirán pasado mañana” es una afirmación de un peligro tan enorme e inmediato que puede llevar a un extremista a tomar medidas drásticas.

No sabemos si eso fue lo que ocurrió con este muchacho Rodríguez, que los medios están diciendo que pertenece a agrupaciones de extrema izquierda. Pero sin dudas los libelos de sangre que difunden organizaciones como la ONU y Amnesty International, los actores de Hollywood que llevan pines con manos rojas, los estudiantes de la Ivy League que le niegan a Israel el derecho a existir, todo eso ha creado un caldo de cultivo para que después venga un loquito a dársela de Gavrilo Princip.

La realidad es que, después de que la ONU dijera que 14.000 bebés morirían en Gaza el miércoles, fueron asesinados dos judíos en Washington.

Los porteños no estamos acostumbrados a casos policiales tenebrosos, por eso el de Barreda se convirtió rápidamente en un hito nacional (la fábula del hombre castrado que un día amanece convertido en femicida), y por eso también la noticia de la familia Seltzer resulta difícil de asimilar.

Una clásica familia tipo de Villa Crespo: papá, mamá, hijo de 15, hijo de 12. La empleada doméstica encontró los cuatro cadáveres, cuando entró con su llave a la casa el miércoles por la mañana. Sabemos poco: que ella mató a su marido a apuñaladas, mientras él dormía, que luego hizo lo mismo con su hijo mayor, que el menor se despertó, trató de huir, y ella lo atacó por la espalda. Cuando sus tres hombres estuvieron muertos, se metió en la bañadera y se clavó el cuchillo en el corazón. Dejó una carta incoherente y, por la fuerza física extrema que necesitó para llevar a cabo los tres homicidios y su posterior suicidio, la certeza de haber atravesado un brote psicótico. “Todo mal, fue mucho. Los amo. Muy perverso”: ocho palabras manchadas con sangre, unas escritas con la izquierda, otras con la derecha.

Hace un lustro, el femicidio de Jorge Neuss nos sorprendió con una escena contraintuitiva, la de una mujer rica que juega al golf, cultiva rosas y muere a sangre fría en manos de su regio marido, pero el familicidio de los Seltzer resulta muchísimo más ominoso. Nos falta todavía mucho por comprender.

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