Santiago Caputo sigue vendiendo su personaje de niño malo y los periodistas se lo siguen comprando. El lunes se acercó al Canal de la Ciudad para ver el debate de candidatos a legislador (poco para reseñar) y se miró fijo con un fotógrafo que le había puesto el lente en la cara. Después le sacó una foto a la credencial, un gesto que el gremio periodístico calificó de mafioso o, más suave, intimidatorio. La anécdota es 100% Caputo, todo teatro, pura provocación, un héroe taciturno asqueado del mundo. Nada le genera entusiasmo, quiere hacer muchas cosas (cambiar el país), pero que parezca que lo hace a desgano, con desdén, sin esforzarse.
Es todo tan transparente que nos sorprende otra vez la sobreactuación del periodismo y de la oposición. Facundo Manes, que no encontró todavía una ocasión donde no gritar “¡qué barbaridad!”, como Susanita, denunció a Caputo en Comodoro Py y relacionó el episodio con José Luis Cabezas, el fotógrafo asesinado en 1997 por el equipo de seguridad del empresario Alfredo Yabrán.
En fin: un episodio menor, que será olvidado en dos días y con el que ganaban todos (Caputo porque refuerza su personaje; el propio fotógrafo, Antonio Becerra, porque se hizo famoso y ahora tiene una causa para militar), arruinado por el presidente manos de tijera, que sobreactuó a su manera, usando sin entender bien las consecuencias un viejo meme (de 2022) de la alt right gringa: “ no odiamos lo suficiente a los periodistas”.
Nosotros tenemos mil críticas al estado del periodismo argentino, una de las cuales es que está siempre siempre atento a escandalizarse con los pecados de los políticos y las redes sociales y nunca jamás con los del propio periodismo. Pero ante semejante ataque oficial (Milei también compartió ayer un video lleno de mentiras sobre Carlos Pagni), se nos van un poco las ganas de criticar al periodismo.

Tema Pagni. Hay que tener mucha paciencia para mantener la atención durante todo su editorial. El tipo arranca el relato y va dejando caer nombres propios, haciendo conexiones y navegando por hechos y rumores hasta que nos perdemos. El de este lunes duró 47 minutos y su transcripción tiene más de 26.000 caracteres. Empieza con la Biblia, Trump y Zelensky, pasa por Manuel Adorni y Silvia Lospennato, y termina con el narco rosarino Lindor Alvarado.
Pero en el medio nombra a Hitler y a Milei y ahí se metió en un berenjenal, porque el presidente, que está en su punto más intenso de beligerancia contra la prensa, lo acusó de “banalizar el Holocausto”. Menos de cuatro horas después salió la DAIA, diligentemente, a respaldarlo : “Comparar las condiciones por las cuales nuestro presidente argentino llegó al poder con la Alemania hitleriana es una aberración, y minimiza el desastre que generó Hitler en la humanidad toda. Justamente es lo contrario; estamos ante un presidente que condena al terrorismo y se expresa a favor de la vida contra un líder capaz de asesinar a millones de personas”.
Por si eso fuera poco, el propio presidente de Israel Isaac Herzog ayer se sumó a la controversia en un posteo de agradecimiento por la felicitación de Milei por los 77 años del Estado de Israel. “Aprovecho esta oportunidad para condenar enérgicamente el uso de simbología nazi por parte de un periodista argentino contra usted. Es una comparación absurda y ofensiva; una distorsión de la historia y una peligrosa banalización de los crímenes nazis. No puede haber comparación con los nazis, cuyos crímenes permanecen como la mancha más oscura en la historia de la humanidad”, posteó Herzog.
Para más inri (siempre quisimos usar esa expresión), Milei salió a decir que La Nación había borrado el fragmento polémico del editorial, lo que significaría una admisión de culpa, cosa que no había ocurrido.
Ahora bien: ¿comparó Pagni a Milei con Hitler? En realidad, no. Lo que hizo fue citar el libro 30 días del poder , del historiador norteamericano Henry Ashby Turner, cuya tesis es que Hitler llegó al poder porque todos los demás políticos de la época tenían una hipótesis errónea respecto del comportamiento de los demás líderes. “La incomunicación engendra monstruos”, dijo. Después pasó a hablar de Milei y sus ataques a la prensa, del Brexit, de Beppe Grillo, una jarra loca de nombres, países y conceptos con un hilo medio débil.
Claro que si uno quiere ser mal pensado puede concluir que la alusión a Hitler no fue inocente, porque no parecía venir muy al caso, pero lo cierto es que si nos atenemos a la letra fría del texto no hubo comparación directa.
Ahora esperamos con ansias el editorial del lunes. No sabemos si vamos a aguantar hasta el final, pero el principio va a ser imperdible.

Siguen las alegrías para la mitad menos uno del país de la mano de Román, el auténtico admirador del primer Néstor: una gestión espantosa en todo sentido, pero con superávits gemelos. Periodistas y relatores partidarios, tuiteros e influencers del Mundo Boca, la comisión directiva de La Pasucci y otros referentes caracterizados pintados de azul y oro admiten en voz cada vez más alta que la situación es penosa, pero al menos no gobierna la derecha macriísta.
Es cierto que el equipo venía levantando después de la traumática eliminación de la Copa Libertadores y todavía se ubica líder de su zona en este engendro maligno pergeñado por Tapia y sus secuaces, pero la actuación de los players boquenses en el superclásico del último domingo fue la de un típico partido “sacatécnicos”. Las quejas por el planteo táctico fueron tantas como los reproches a los jugadores, por lo que el Consejo del Mate optó por lo más fácil en lo inmediato: descomprimir la situación echando a Fernando Gago, alguien que como jugador quizás no haya alcanzado la estatura de ídolo, pero a quien de ningún modo se le puede negar su prosapia xeneize.
Claro que ahora, y aún sin haber repetido el grotesco de consumar el despido del DT en el bar de una estación de servicio, a Román le espera la parte difícil: tiene que encontrar a alguien que agarre esta papa caliente justo cuando arrancan los mano a mano del engendro mencionado arriba (podemos aceptar el anglicismo play-off , pero le decimos no al “mata-mata” y a la importación indiscriminada de la jerga deportiva hispánica). Por supuesto que el Consejo se siente obligado a prometer a una primera figura (y de ahí los rumores y operetas apuntando al Virrey Bianchi o algún otro tapado internacional), pero, ¿quién podría ser tan ingenuo de atar su suerte inmediata a la definición de este torneo tan poco serio? Una situación complicada, en efecto, para la que quizás no alcance la difusión de un nuevo render de la reforma de la Bombonera.
Vaya un párrafo aparte para Gago, un jugador de una calidad indiscutible que como técnico ya demostró su capacidad para armar equipos que jueguen bien al fútbol. Pero que, además de fallar en los momentos decisivos, parece estar signado por una curiosa tendencia al blooper . Buena parte de lo que mostró en estos pocos meses en Boca ya lo había mostrado en los dos años que dirigió a Racing: buen nivel de juego, eliminaciones insólitas , decisiones cuestionables y una manera de declarar y conducirse en público que provocan la irritación general. Gago es sin dudas un tipo muy correcto y razonable, pero también pareciera como si el medio local le resultara incómodo (por no decir que se maneja como si le quedara chico). Da la sensación de que “Pintita” tiene serios conflictos con la argentinidad al palo, unos que debería tratar de resolver con urgencia si es que piensa seguir dirigiendo en la tierra de los 30 equipos de Primera.
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