Gracias a Dios es viernes

#78 | El pequeño Laje ilustrado

Mengolini contra la Scaloneta. La administración Trump, en un capítulo de «Veep». Blanca Nieves se las ve negras.

El lunes, día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, el Gobierno argentino difundió un video en el que Agustín Laje, director ejecutivo de la Fundación Faro, dedica 19 minutos y 31 segundos a contar con el máximo detalle posible los años anteriores al golpe de 1976. La historia de perversión y crímenes de lesa humanidad que perpetuó la última dictadura militar es un período harto conocido y representado en nuestra cultura, razón por la cual el escritor mileísta se concentra en los pedazos que a él, nacido en 1989, nunca le contaron en el colegio.

Es un lugar común desprestigiar los fueros académicos de este joven argentino que podría seguir todavía viviendo con su madre, si es que no lo hace, pero en esta ocasión ninguna crítica ha conseguido hacerle decir lo que no dice, o callar la avalancha de visualizaciones que consume con fervor la “nueva“ (que de nueva no tiene nada) verdad histórica. Si Fantino critica el enfoque autobiográfico de Laje es porque no se da cuenta de que aquel que nos habla vestido de traje y barba es el mismo niño que, sospechando vacíos en el relato de sus profesores y maestros, tomó el camino del autodidacta y aprovechó bibliotecas públicas y viejos cancelados.

Que el kirchnerismo iba a indignarse con el video era una obviedad, pero que Ceferino Reato saltara a denunciar la asimetría de Laje en el racconto setentista le valió el mote unánime de celoso por haber perdido el micrófono de la historia negada. Imposible no pensar en la vicepresidente, que dedicó dos décadas de su vida para que los argentinos lográramos reconocer la existencia de las víctimas del terrorismo revolucionario, y es, en esta ocasión y una vez más, desaprovechada.

Aunque muchos puedan inferir cierto espíritu procesista en este perfil de personaje público, el video de Agustín Laje es legítimo. Ningún profesor responsable omitiría hablar de la guerra revolucionaria, así como ningún extranjero podría entender el dogma bajo el cual la izquierda ha pretendido forzarnos a vivir, y al que Laje se refiere como “la obligación moral de mentir“. Ahora bien, una cosa es que te hagan el vacío y te dejen fuera de la corporación y otra que te impidan hablar o investigar un tema, como sucede hoy en Venezuela y en tantos otros rincones del planeta.

El video del Gobierno nos recuerda que todos podemos ser el pequeño Laje que enfrenta a sus mayores y a sus pares amparado en sus propios recursos, con la fuerza de su propia autonomía intelectual. La mordaza del kirchnerismo con su imperativo moral de sostener cifras falsas en pos de la democracia y de los derechos humanos siempre se puede sortear con coraje. No es anodino, sin embargo, que un gobierno, por primera vez desde el comienzo de la democracia, cuente los hechos del terrorismo armado. Por más que muchos conociéramos los datos reportados, escucharlos desde el máximo órgano estatal surte su efecto de realidad institucional; el resto es ruido.

A lo largo de la semana, Laje se defendió en X de los distintos y variados ataques, recuperando la vieja tradición de la injuria entre adversarios políticos, de asquerosos inmundos unitarios a zurdos cerdos mugrientos.

Los kirchneristas pata negra siguen sin poder digerir a la Scaloneta. Acusan a los campeones del mundo de no ser políticos, de no criticar al Gobierno, de ser unos desclasados. “¡Cómo no dicen algo sobre los jubilados o el precio de la carne!“, se lamentan.

Esta situación viene desde hace varios años, pero se volvió a encender esta semana porque la periodista Julia Mengolini, metro patrón del termismo K, dijo que desde el triunfo de Milei se le empañó el recuerdo de la tercera estrella (lograda cuando gobernaba Alberto). En su programa de radio, acompañada de otros que sentían lo mismo, se escuchaban frases como “gobierna la derecha y estos muchachos no dicen nada“, “son momentos complicados, no se puede estar en el medio“, los jugadores de la Selección “son un producto procesado, no sabemos qué tienen adentro“.

A muchos K les cuesta mucho ser felices porque siempre encuentran maneras de ser infelices. Lo peor es que si los jugadores de Scaloni no salen a decir nada sobre la situación no es porque sean tibios o superficiales sino, más bien, porque son (en su mayoría) bastante anti-K. Los acusan de despolitizados y quizás sólo están politizados de una manera que no les gusta.

A cualquiera le puede pasar. Creés que le estás mandando un mensaje de WhatsApp a un compañero de la oficina en el que hablás mal de tu jefe, y resulta que lo mandaste a un grupo de trabajo: se entera todo el mundo, el jefe antes que nadie. O, por qué no, creés que estás mandando un mensaje directo y resulta que el contenido sale posteado directamente a tu timeline de X. Peor, se entera la humanidad completa y ya no hay remedio para la gaffe.

Errar es entonces inherentemente humano, pero hay humanos más importantes que otros. No es lo mismo hablar mal de tu cuñada y que se entere quien no debía que ser un alto funcionario del Gobierno de Estados Unidos —digamos por ejemplo, Mike Waltz, asesor de Seguridad Nacional del presidente Donald Trump— y exponer involuntariamente ante el mundo los planes de guerra de tus fuerzas armadas en Medio Oriente. ¿Cómo pasó eso? Porque Waltz incluyó por error en un grupo de chat de la aplicación Signal a Jeffrey Goldberg, editor de The Atlantic. Y en ese chat pasaron cosas.

¿Qué cosas? Por ejemplo, empezaron a circular planes muy detallados de un ataque contra las milicias hutíes en Yemen, además de discusiones entre varios miembros del gabinete de Trump. Todo ante la atenta e incrédula mirada de Goldberg, que no decía esta boca es mía. Hasta que llegó el día indicado, el ataque empezó y el periodista tuvo que admitir que lo del chat no era una jodita para Tinelli. Entonces, hizo un último chequeo para corroborar la veracidad de los hechos, salió del grupo y publicó una nota en el sitio de su revista. Los implicados en la filtración no tuvieron mejor idea que ladrarle e intentar desacreditarlo. Entonces, Goldberg les cantó retruco y publicó los chats completos.

La primera reacción a esta historia podría ser una risa entre nerviosa e incrédula. Podríamos imaginar la situación como un capítulo de Veep, uno que terminaría con la pantalla partida verticalmente, los títulos finales de un lado, una discusión a los gritos en la Casa Blanca del otro. Pero lo volvemos a pensar y es abrumador. Esta gente maneja armas nucleares, y algunas otras también.

Y hay más. Porque si bien es cierto que el mencionado Waltz, el vicepresidente J.D. Vance, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, la directora de Inteligencia, Tulsi Gabbard y el director de la CIA, John Ratcliffe son unos tarados irresponsables, también hay que reconocer que deberían estar presos: no hay que ser un especialista en geopolítica para saber que algo tan peligroso como compartir información tan delicada a través de teléfonos personales y por medio de apps vulnerables a hackeos por parte de otras potencias es algo necesariamente ilegal.

Y una yapa: tampoco hay que ser un adicto a la rossssca política internacional para darse cuenta de que en este segundo gobierno de Trump, uno que se suponía integrado sólo por los más fieles y arrastrados adictos al jefe, también hay internas. A Waltz se lo quieren comer entre dos panes no sólo por haber metido al intruso en el chat, sino también por halcón intervencionista que le quiere hacer el trabajo sucio a los europeos. Porque parece que ahora la onda es el aislacionismo, el restrain. Que hay mucha gente en el mundo reclamando su cuota de hard power norteamericano, y que éste se volvió un bien escaso, cotiza alto y no se puede andar derrochándolo. Minucias.

En cualquier caso, podríamos preguntarnos cómo pasó que Estados Unidos llegó a esta situación, y una respuesta rápida podría ser: los votantes se enojaron con un partido cuyos dirigentes no podían responder qué era una mujer mientras dejaban que los hombres compitieran con mujeres en un montón de deportes, entonces decidieron votar por el partido que nombró como secretario de Defensa al Fran Fijap de allá. Prove us we’re wrong.

El chiste sobre biopics de personajes históricos como Adolf Hitler o Napoleón protagonizadas por actores negros ya se ha convertido en un meme recurrente, pero la realidad no está tan alejada. Recientemente se estrenó Blanca Nieves, protagonizada por Rachel Zegler, una actriz de ascendencia latina. Si bien es cierto que Blanca Nieves no es un personaje histórico sino la protagonista de un cuento de hadas alemán del siglo XIX, y que Zegler nació en Nueva Jersey y sólo tiene una abuela colombiana, su tez morena clara (por lo demás, hermosa) contrasta notablemente con la descripción “blanca como la nieve“ del personaje original.

Este detalle sería meramente anecdótico si esta nueva versión del clásico animado de Disney de 1937 no se hubiera convertido en el campo de batalla entre defensores de la corrección política y sus detractores desde mucho antes de su rodaje. La controversia ha sido tan intensa que pocos críticos y espectadores han logrado enfocarse en los aspectos puramente cinematográficos de la obra.

Todo comenzó con los enanos, que fueron eliminados del título (recordemos que la película original se llamaba Blancanieves y los siete enanos). Cuando se anunció el rodaje, Peter Dinklage, el actor con enanismo más reconocido del momento, expresó su indignación:

Hay mucha hipocresía. Literalmente sin ofender a nadie, pero me quedé un poco desconcertado cuando los ví tan orgullosos de elegir a una actriz latina como Blancanieves. Pero siguen contando la historia de Blancanieves y los siete enanos. Den un paso atrás y miren lo que están haciendo. No tiene ningún sentido para mí. Sos progresista en cierto modo, pero después seguís haciendo esa maldita historia retrógrada sobre siete enanos viviendo juntos en una cueva. ¿Qué demonios estás haciendo, amigo? ¿No hice nada para avanzar la causa desde mi lugar? Supongo que no soy lo suficientemente ruidoso. No sé qué estudio es ese, pero estaban tan orgullosos de esto. Todo mi amor y respeto para la actriz y para las personas que pensaron que estaban haciendo lo correcto. Pero me pregunto, ¿qué están haciendo?

Disney, alarmado por estas declaraciones, respondió rápidamente:

Para evitar reforzar los estereotipos de la película animada original, estamos adoptando un enfoque diferente con estos siete personajes y hemos estado consultando con miembros de la comunidad de personas con enanismo.

La situación parecía sacada de Curb Your Enthusiasm o Extras. . ¿Cómo evitás poner a enanos haciendo de enanos? Es cierto que pusiste a una latina haciendo de Blanca Nieves, entonces todo es posible. Finalmente, los cráneos decidieron crear a los enanos mediante animación digital en lugar de contratar actores. No queda claro por qué esta solución sería menos estereotipada, pero fue la elegida.

Irónicamente, varios actores de talla baja con menos reconocimiento que Dinklage, quienes podrían haberse beneficiado profesional y económicamente de trabajar en una producción como Blanca Nieves, también expresaron su descontento ante esta decisión.

Con el tema de los enanos resuelto (más o menos) y la película ya filmada, fue el turno de Rachel Zegler de generar controversia. Durante la D23 Expo (la convención oficial de fans de Disney), le preguntaron sobre su interpretación de Blanca Nieves, y su respuesta reveló un evidente rechazo hacia la película original de 1937, lo que indignó a muchos fans.

—El dibujo animado original salió en 1937 y se nota mucho. Está muy enfocado en la historia de amor con un tipo que literalmente la stalkea. Polémico. Así que esta vez no hicimos eso.

—¿Entonces no hay un Príncipe? ¿O hay un tipo diferente de Príncipe?

—Tenemos un enfoque diferente de lo que mucha gente asumirá que es una historia de amor sólo porque casteamos a un chico para la película. Andrew Burnap, gran tipo.

Si ya había cierta desconfianza por el color de piel de la actriz en relación con el personaje, estas declaraciones, no sólo por el contenido sino sobre todo por el tono en que fueron pronunciadas (vale la pena ver el video), terminaron de generar rechazo entre los fans más tradicionales.

Aunque todavía no hay confirmaciones oficiales, todo indica que Blanca Nieves será un fracaso comercial. Si bien ocupó el primer lugar en la taquilla durante su estreno, tuvo la peor primera semana de todas las adaptaciones live-action de Disney, recaudando apenas 43 millones de dólares en Estados Unidos. Parece difícil que pueda recuperarse.

En cuanto a Zegler, conocida por su activismo en favor de Palestina y en contra de Donald Trump, ya está preparándose para interpretar a Eva Perón en el musical Evita de Andrew Lloyd Weber y Tim Rice en el London Palladium del West End. Quizás este papel le resulte más adecuado, considerando que, como es bien sabido, la abanderada de los humildes no era rubia natural.

Si te gustó esta nota, hacete socio de Seúl.
Si querés hacer un comentario, mandanos un mail.

Si querés suscribirte a este newsletter, hacé click acá (llega a tu casilla todos los viernes).

Compartir:

Seguir leyendo

Ver todas →︎

#77 | Es goloso el mercado

La avivada de Yamil Santoro. Si eso no fue una dictadura, ¿qué fue?

Por

#76 | Otras 14 toneladas

La pelea subacuática entre Milei y Kicillof. El circo del bloque libertario. La demostración de fuerza de Lali y Rosemblat, la pareja argentina.

Por

#75 | García-Mansilla: “Nos cagaron, entré yo solo”

Se picó definitivamente entre Pato y Mauricio. Donald Trump, un Harry el Sucio judío.

Por