La novela de la designación de los nuevos jueces de la Corte Suprema prosigue alegremente y con todos los trapitos al sol. Nos quedamos la semana pasada en que el Gobierno había decidido nombrar por decreto y en comisión a sus dos candidatos: por un lado, el del prestigio académico (qué bien) y los antecedentes con perfume a Opus (qué mal); por el otro, al de la famiglia de Comodoro Py. Qué mal.
El primero, Manuel García-Mansilla, juró ante sus nuevos compañeros de trabajo en medio de un excelente ambiente laboral. Al segundo, Ariel Lijo, los supremos parecieron ponerlo en capilla, demorando el momento de su jura a la espera de una decisión sobre el pedido de licencia en su juzgado federal. “Mirá si todavía me llego a quedar sin el pan y sin la torta”, habrá pensado el bueno de Ariel. Se han dicho unas cuantas cosas en contra de sus antecedentes, pero nadie podría acusarlo de poco previsor.
Así las cosas, los ahora cuatro supremos decidieron la suerte de la licencia del candidato en capilla en una acordada de ayer jueves. De los tres supremos full full y con patente de metal se podía esperar una decisión dividida, por lo que la incógnita se planteaba con el voto del otro medio flojo de papeles, que salió a la calle con la provisoria pegada en el parabrisas. No eran pocos los que imaginaban un empate entre los que votarían en contra de la licencia de Lijo (R y R) y los que votarían a favor: el amigazo Lorenzetti (guiño) y el nuevito en comisión.
Pues bien, en un alarde de independencia republicana, principios irreprochables, pito catalán, pelito pa’ la vieja y andá a cantarle a Gardel, García-Mansilla decidió votar en contra. Partido 3 a 0 porque Lorenzetti prefirió no votar.
Apenas conocida la decisión, las redes estallaron con aquello ya muy gastado de que el invento revienta siempre al inventor. También abundaron las citas a aquel viejo chiste acuñado entre profesionales y aficionados a la rosca política: “Nos cagaron, Ariel, entré yo solo”.
¿Y ahora? En el seno del Gobierno hay un debate muy áspero entre dos bandos muy claramente divididos. Están los de línea muy dura, de modales pendencieros y discurso radicalizado, que creen que deberían acelerar también en esta curva y mantener el pliego de Lijo para que sea debatido en el Senado y están los otros más moderados y dialoguistas, que creen que deberían acelerar también en esta curva y mantener el pliego de Lijo para que sea debatido en el Senado. Fuentes inobjetables y con buena llegada al Triángulo de Hierro nos dicen que las discusiones entre ambos grupos fueron ásperas, pero que esperan que la sangre no llegue al río. Fuerza, Ariel, no vayas a aflojar ahora.

Uno de los momentos más memorables de la campaña de Pato Bullrich en 2023 fueron los “¡Massa, Massa!” con los que empezaba cada respuesta en los debates presidenciales. Con ese mismo tono, reo y bravucón, le contestó el otro día a Mauricio Macri, que había apoyado a su primo en la larga disputa entre CABA y Nación por quién se hace cargo de los presos. En lugar de responder el punto concreto (largo de explicar, pero todos tienen un poco de razón y algo de culpa, pero el más culpable es Alberto Fernández), la Pato tiró un volquete de acusaciones que parecía tener guardadas desde hace tiempo.
La tangana fue vista como el adiós definitivo de Bullrich del PRO (aunque formalmente sigue perteneciendo) y como un cierre casi definitivo a una posible alianza electoral del PRO y La Libertad Avanza en la Capital, para las que faltan, queridos amigos, apenas 75 días. No es una mala lectura, aunque tardía. Hace meses que ese acuerdo, que el presidente acaricia en sus entrevistas pero después nadie ejecuta por debajo, está caído, en buena parte porque no lo quiere casi nadie. Quizás ni siquiera los votantes lo quieran.
O sea que se vienen elecciones divertidas, porque por primera vez la hegemonía del PRO (invicto desde hace 20 años en CABA) parece seriamente desafiada. Durante décadas pensó que ese desafío iba a venir del progresismo o del peronismo, pero vendrá del otro lado, de la Armada Brancaleone del libertarianismo porteño.

La política exterior de Donald Trump nos tiene en estado de alerta. En Seúl ya analizamos su postura frente al conflicto ruso-ucraniano, que diverge significativamente de la tradicional posición estadounidense. Respecto a Medio Oriente, aunque aparentemente apoya “el lado correcto”, sus críticos esperan el momento en que su doctrina America First termine afectando también a Israel.
Esta posibilidad pareció materializarse cuando se reveló que la Casa Blanca estaba negociando directamente con Hamás. Cabe recordar que entre los 59 secuestrados que permanecen cautivos en Gaza, cinco tienen ciudadanía estadounidense (aunque sólo uno de ellos, Edan Alexander, está vivo). ¿Trump se cortó solo? No parece ser completamente el caso, porque el miércoles se reunió con un grupo de ex secuestrados y después publicó en sus redes sociales un ultimátum, redactado en un tono que parecía el de un Harry el Sucio judío:
“Shalom Hamás” significa Hola y Adiós. Pueden elegir. Liberen a todos los secuestrados ahora, no después, y devuelvan ya los cuerpos de las personas que asesinaron, o SE ACABÓ para ustedes.
Mientras tanto, Israel designó a un nuevo Jefe del Ejército, el teniente general Eyal Zamir, quien declaró: “Daremos un golpe decisivo”. Sin embargo, los expertos coinciden en que recuperar a los secuestrados mediante la fuerza parece poco viable. Quizás por esta razón Trump está llevando a cabo negociaciones directas con Hamás. Se le pueden cuestionar muchas cosas, pero no su dominio de la realpolitik.
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