La misma semana en la que salió una encuesta que dice que Alberto Fernández carga con un 91% de imagen negativa, Jorge Fontevecchia le hizo una extensa entrevista en el canal Net TV que sorprendió por lo desapercibida que pasó. El expresidente no hablaba desde aquella entrevista en El País de hace seis meses, patrullada por la policía de género, pocos días después de la explosión del escándalo de la denuncia por violencia de género que le hizo la malograda Evita millennial Fabiola Yáñez. Y es la primera vez que lo hace ante una cámara.
A tal punto pasó desapercibida la charla, que muchos pensaron al ver el único clip que se viralizó, que era de una entrevista vieja. Y no se trata precisamente de una respuesta de Alberto sino de una pregunta de Fontevecchia.
Hay chistes sobre usted y las mujeres de toda laya. El Pollo Sobrero diciendo que si hubiera tocado el timbre en la Quinta de Olivos a las tres de la mañana usted lo hubiera hecho pasar confundido porque era una rubia de pelo largo. O Cristina Kirchner en off llamándolo “pito duro”.
Ante esto, el pobre Alberto asiente.
Pero más allá de este detalle de color, el fana del Bicho habla de todo: se defiende de las acusaciones de Fabiola, explica el tristemente célebre video que grabó de Tamara Petinatto y jura que no cometió ningún delito con el asunto de los seguros.
De Fabiola cuenta un poco más en detalle cosas que ya se habían filtrado de la causa: que sufre problemas psiquiátricos y de alcoholismo y estuvo bajo tratamiento en el instituto INECO (el de Facundo Manes). Lo que revela este capítulo de la historia, si creemos en su versión, es la tremenda irresponsabilidad que fue exponer a una persona así al circo de la Evita millennial, la “articuladora”, la “impulsora” y la “posibilitadora”. Por ella y por nosotros.
Después queda el interrogante, que esperamos resuelva la Justicia, de si Alberto ejerció violencia de género contra Fabiola o no. Que quede claro: el expresidente nos parece una persona despreciable, y nos lo parece desde mucho antes incluso de que fuera presidente. Su gestión no hizo más que empeorar nuestra opinión sobre él. Hoy está tan en la lona que el que decía “se va un buen hombre” le dice “pito duro” en la cara, y el 5% de imagen positiva que tiene deben ser Pepe Albistur, Santiago Cafiero, Bruno Bimbi, Vilma Ibarra, los que quedan vivos de los Super Ratones y algún otro enajenado, así que queremos ser justos. ¿Le pegó a Fabiola? ¿Le pateó la panza cuando estaba embarazada, como declaró ella? Todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario. Incluso Alberto Fernández.
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Hay unas cuantas cosas que se le pueden reconocer a Alejandro Fantino, un tipo con presencia constante en los medios en los últimos treinta años y siempre con recursos de todo tipo para hacerse notar. Empezó con su vena futbolera, y los videos de aquellas trasnoches en plan de ronda masculina en el cable aún circulan generosamente en las redes sociales.
Más tarde se las ingenió para oscilar entre el periodismo generalista y el cabaretero, hasta que el análisis de las métricas lo fueron llevando hacia el show del análisis político y las entrevistas de largo aliento. Se fueron acumulando momentos-meme de todo tipo, frases y latiguillos identificables, elogios desmedidos y críticas furibundas, y todo sin ocultar el carácter de opereta de muchos de aquellos segmentos, con el cartel de alquiler bien en alto. Con orgullo.
Lo cierto es que Fanta, en los últimos años, también demostró ser un tipo de apuestas fuertes. Contra la opinión de casi todos, se jugó (no digamos su prestigio, sino alguna cantidad nada desdeñable de esa otra cosa que se trafica en los medios) por tres underdogs: bastante antes de los Maracanazos, la Finalissima y Qatar 2022, por el Chiqui Tapia y Lionel Scaloni; y años antes de las elecciones de 2023, por Javier Milei. Ni hace falta decirlo: hizo saltar la banca dos veces.
También hay que decir que Fanta, el licenciado en Filosofía por la Universidad Católica de La Plata Alejandro Fantino, se subió al bondi libertario no sólo con buen timing, sino incluso en términos doctrinarios: en una tarde cualquiera en los estudios de Neura, el boliche propio que se armó hace unos años, se lo podía escuchar hablar de Peter Thiel, de Marc Andreessen, de Elon Musk, del maligno accionar del deep state, de geopolítica y de la guerra en Ucrania. Y siempre así, en términos como para que lo entienda el primo que está escuchando mientras repara un tractor en Vizcacha Mansa, simulando desconocer la pronunciación correcta de los nombres.
Por todo esto es que resultó tan burdo el ataque contra los economistas del CEDES. Diego Gvirtz o Sergio Szpolsky se habrían puesto colorados. Porque suponíamos que Fanta ya era alguien con suficiente espalda como para que no se le aplique el “¿tanto te piden?”, un tipo que demostró hace rato que ya no tiene patrones, sino —a lo sumo— socios.
Hay un detalle, sin embargo: ya casi no pasa una semana sin que el mileísmo en el poder nos recuerde que opera de maneras ya no tan misteriosas, pero siempre un poco más allá de los límites. ¿Cómo explicar si no que el propio dueño del circo haya —en la jerga cerimeda— destruido de esta manera a quien hasta hacía 20 minutos consideraba como “el mejor ministro de Economía de la historia”? Y haciendo tronar el escarmiento con la hija del Mingo sin ninguna contemplación, con la motosierra desafilada a propósito, para que duela más.
¿Hay alguien que gane algo con todo esto? Así es la lógica del Triángulo de Hierro champagne.
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“S.O.S Patagonia”: sobre un escenario neuquino, María Becerra levantó el pañuelo blanco con con letras negras. “Somos fuertes”, exhortó a su público (y a su comunidad) a involucrarse con el asedio del fuego en los bosques de Río Negro, de Neuquén, de Chubut. El Parque Nacional Nahuel Huapi –donde empezaron los incendios en diciembre de 2024, esa vez por un rayo en una tormenta eléctrica–, El Bolsón, Parque Nacional Lanín en Neuquén, Epuyén, El Pedregoso y Atilio Viglione en Chubut. Hasta el momento, son muchas más que 15.000 hectáreas de vida las que se llevó el fuego: árboles que ya no están, animales que murieron calcinados, gente que perdió sus casas o a alguien querido.
En su mensaje, la cantante bonaerense reprendió al gobierno nacional por no estar actuando en defensa del territorio argentino y de sus habitantes, por abandonarlos en su peor momento, y el presidente libertario entendió que era esa chicana, la de la joven estrella pop, la que había que responder con ingenio: “Parece que María BCRA no se enteró del despliegue enorme que se está haciendo desde el gobierno nacional en la lucha contra el fuego”. Su habilidad en el juego de palabras tiene deslumbrados a sus fanáticos y divertidos a sus simpatizantes, aunque es difícil saber si estas reacciones presidenciales son producto de un cálculo o las manifestaciones espontáneas de un espíritu impulsivo, de la más auténtica naturaleza infantil. Poco altera la consecuencia: el tuit de Javier Milei viralizó el discurso de María Becerra y puso a los incendios en el primer plano de la conversación.
Según los expertos, los incendios casi siempre son intencionales. Existen los descuidos y los turistas, y también los rayos, como pasó en Río Negro, pero es raro. ¿De dónde viene el fuego? De un lado, se dice que “los falsos mapuches” prenden fuego la tierra por venganza; del otro, que hay numerosos especuladores de Qatar a Rusia, y por qué no en China o Estados Unidos, dispuestos a incinerar liebres patagónicas con tal de poder después comprar sus tierras más baratas. O culpa del terrorismo o culpa de los capitales extranjeros (en complot por supuesto con los gobiernos provincial y nacional).
Martín Cirio –el neologista del conurbano que logró trasplantar el humor y la lógica léxica gay al habla cotidiana de la juventud argentina– apuntó contra el neolibertario Daniel Scioli, que hizo publicaciones de sí mismo jugando al paddle mientras al sur se lo devoraba el fuego. El influencer sin filiación política habló de “ausencia total del Estado”. Imposible no desear una réplica del presidente, y el diálogo que esa intervención desataría; en el TikTok de Cirio uno de sus seguidores responde: “El Estado mandó 9 aviones 10 helicópteros, 5 camionetas 70 agentas del manejo del fuego y 12 MIL MILLONES DE PESOS”.
Conocer quiénes fueron los responsables no nos traerá de vuelta la Patagonia que se quemó, toda esa riqueza que estaba viva y hoy son cenizas.
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