Gracias a Dios es viernes

#64 | Estados Unidos: todo el poder a los nerds

El Gobierno tribunea con la jubilación de Cristina y hace bien. El kirchnerismo ve la baja de la inflación y parece que entiende, pero no.

Repasando el número especial de Seúl del domingo, en el que se analizaron las razones del triunfo electoral de Donald Trump, puede concluirse en que el resultado consumado no hizo más que dejar brutalmente en evidencia que el fiasco demócrata era tan obvio como inevitable. Pese a toda la pirotecnia verbal y los malos antecedentes del candidato republicano (aquel 6 de enero…), su campaña le dio respuestas claras a preocupaciones muy concretas del electorado, preocupaciones que el discurso demócrata se dedicó a ignorar, relativizar o incluso bastardear. La interpretación que señala a un outsider e iconoclasta venido para derrumbar todas las mentiras de las élites políticas, económicas y culturales de Estados Unidos no será fácil de refutar, al menos por un tiempo.

Pero claro que en este mismo especial, particularmente en la nota de Alberto Ades, se nos recuerda que, a partir de enero de 2025, Trump deberá develar el misterio acerca de cuán literales han sido sus promesas de campaña y qué consecuencias concretas podrían tener sus decisiones. Algunos entienden que, por los antecedentes de su primera presidencia, por los contrapesos institucionales del sistema americano y por el tiempo limitado de gestión efectiva que tendrá antes de ser considerado un “pato rengo”, el segundo mandato de Trump no implicará un quiebre tan fuerte con las tradiciones de su país. Otros, sin embargo, tienen razones para sospechar que el regreso del Donald a la Casa Blanca implicará quizás no un cambio de época, pero al menos sí un cambio cultural muy importante.

Así las cosas, resulta muy tentador entender la decisión de Trump de convocar nada menos que a Elon Musk para liderar una suerte de Ministerio de la Desregulación como un indicio claro a favor del segundo grupo. En primer lugar, porque Musk, como el propio Trump, es una de las poquísimas personas en todo el planeta sin nadie que se le parezca siquiera remotamente. Después, porque el hecho de desayunarnos con que Estados Unidos necesitaba a su propio Sturzenegger resulta bastante sorpresivo. ¿Tan dramático es el peso de la burocracia federal americana, y más aún si dejamos al margen al aparato de defensa?

Y finalmente, bueno, porque ponerle a ese ministerio el nombre de una famosa shitcoin es… como mucho. ¿Es en serio, es en joda, será más humo, servirá para algo? ¿Cómo saber? En cualquier caso, antes del cambio de gobierno, se lo quiere hacer pasar como todo un statement ideológico, político y estético. Un neo-reaganismo desregulador y carnavalesco, de estética armada con memes diseñados con IA y cultura digital. Seguramente, un gesto disruptivo tendiente a reforzar el contraste con la élite gubernamental tradicional, pero no nos animaríamos a decir nada más.

En cualquier caso, al margen de Elon Musk, esta misma semana Trump anticipó otras designaciones importantes de su futuro gobierno. Algunos de esos nombres son más previsibles y lógicos, pero otros despertaron no pocas alarmas, y no sólo entre la prensa tradicional progre. Son tan impresentables que hacen quedar al juez Lijo como en erudito de trayectoria intachable. ¿Es más del mismo ruido y humo de la campaña, es alguna clase de moneda de cambio para negociar otras cosas, es parte de alguna estrategia maquiavélica? ¿O es simplemente que Trump es así y piensa moverse esta vez sin ningún tipo de ataduras? Otra vez, ¿cómo saber?

Ayer el vocero presidencial Manuel Adorni anunció que la expresidente Cristina Fernández de Kirchner dejará de percibir los 21.827.624,65 pesos mensuales que el Estado argentino le viene haciendo el esfuerzo de cubrir desde hace años. Al parecer, la ley 24.018, que dictamina la asignación de privilegio, hace referencia al honor, al mérito y al buen desempeño en el cargo, tres requisitos que la recién condenada, exvice del último presidente fajín feminista, no estaría logrando alcanzar. Casi 22 palos que la ex mandataria se embolsaba bajo el amparo de la ley cada mes entre su jubilación VIP y su pensión de viuda presidencial. La selección léxica de Adorni incluye el verbo “mancillar” en alusión al honor del que el matrimonio Kirchner careció. “Un manto de sentido común y cordura a la gestión pública”, concluye, presentando con su estilo de fraseo barroco y tono neutro una noticia política como si fuera la consecuencia objetiva de una realidad moral.

Frente a la flamante condena, nuestro adalid paramisionero del bien popular, Juan Grabois, salió gritando frente a un puñado de micrófonos en defensa de una Cristina que bien podría ser, si sólo lo escucháramos a él, un Perón con peluca y menos carisma que Traniela. Fiel a su costumbre, Juan nos dejó una epístola como prueba de la inocencia de la expresidente. Ella, por su parte, empezó una nueva serie de correspondencias vía X con el presidente Milei, a la que terminó sumándose Zulemita, hija devota del expresidente Carlos Menem. Fueron instantes de mucha sobriedad y protocolo en la cloaca del odio que dirige Elon Musk. Muchos referentes de la izquierda, como The Guardian, empiezan a abandonar la plataforma: sin dudas, un signo de victoria para el futurista americano y quienes compartan su pasión por la libertad de expresión.

Aunque se acuse al Gobierno de tribunero, es indiscutible que su estrategia de comunicación es exitosa. El cepo sigue funcionando, afortunadamente nadie ha escuchado explosiones en la calle Reconquista al 200, y sin embargo cada semana hay una nueva conquista de lo imposible. Los piquetes fueron sólo el principio. En este gobierno, cada cambio se percibe como un fin. Algo que se termina y da lugar a un futuro que, seamos honestos, jamás imaginamos posible. Milei es un conservador: sacrifica el hoy por el mañana, y el pueblo acompaña la huella inédita que se va a armando, y camina. Fin: una palabra que quizá tenga más fuerza de eslogan que la gloriosa libertad.

La inflación de octubre alcanzó el 2,7%, el registro más bajo desde agosto de 2021. Un detalle clave es que el rubro de alimentos y bebidas —el que más afecta a los sectores más vulnerables— aumentó sólo un 1,2%, la cifra más baja desde junio de 2020, en plena pandemia. A esto se suma una caída sostenida del riesgo país, que ayer cerró en 772 puntos básicos, el nivel más bajo desde antes de las fatídicas PASO de 2019. Todo bullish.

La reacción de los kirchneristas ante la noticia fue de rendición total. Salvo algún japonés perdido en la selva filipina, todos se rindieron ante la evidencia. Observan que, pese al mayor ajuste en la historia argentina, el Gobierno conserva un apoyo significativo en la sociedad, algo que atribuyen a la sensible baja de la inflación. Y no pueden evitar lamentar que el kirchnerismo, en su momento, haya subestimado la importancia de este problema. Eso dijo, por ejemplo, Roberto Navarro:

Tengo que decir algo en favor del Gobierno: con todas las mañas que tiene, con todas las irregularidades, con todo lo inestable de su plan, han acertado en el diagnóstico político. Es decir, los tipos dijeron: acá hace falta un presidente que baje la inflación, porque la gran demanda de este pueblo es bajar la inflación. (…) El peronismo hace mucho tiempo que convive casi cómodamente con la inflación. Dice “bueno, no me molesta tener 25%, 30%, total la peleo con el salario, qué se yo”. Bueno, este hombre se dio cuenta de que no es así, que lo que más querían los argentinos es bajar la inflación. Bueno, cuando termina la inflación hay una sensación de alivio, podés decir “bueno, gano tanto, me alcanza para tanto, el mes que viene no cambia”.

Les dedicamos a Roberto Navarro y a todos los kirchneristas que expresaron un razonamiento parecido el siguiente meme:

Ahora bien, no basta con decir “había que bajar la inflación”. A esta gente todavía le falta dar el siguiente paso en su razonamiento: ¿cómo se logra? Precisamente haciendo todo lo que el Gobierno está implementando, las mismas medidas que critican todos los días. Ese 2,7% incluye aumentos en servicios y transporte, recortes a jubilados, universidades, al sector público, al INCAA, al CONICET, a Télam. Una cosa no habría sido posible sin la otra.

Algo de eso entendió (milagro) Alfredo Zaiat, porque se preguntó:

—¿Un gobierno nacional y popular puede tener esta estrategia de bajar la inflación como la de Milei?
—Puede hacerlo de otra manera.
—¿Y cuál es la otra manera?

Ahí Navarro lo empezó a enredar con una discusión bizantina sobre los blanqueos y terminó con esta magia:

Yo hablé con Massa sobre lo que iba a hacer con la inflación. Él iba a hacer un ajuste. Él iba en el primer año a bajar el gasto. Es decir, iba a generar recesión. No esta bestialidad. Y parte del ajuste lo iba a descargar sobre el sistema empresario. Es decir, iba a bajar las importaciones, iba a bajar la emisión, todo lo que te pide el mercado, que vos tenés que hacer todos los deberes, pero no iba a desfinanciar el Garrahan, no iba a dejar de entregar comida.

No nos hagamos ilusiones. Los kirchneristas nunca se dan cuenta de nada.

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