Gracias a Dios es viernes

#58 | ¿Quién tiene la plaza más grande?

Explicándole capitalismo a Julia Mengolini. Lali y la nueva grieta: gente correcta vs. argentinos de bien.

El miércoles se llevó a cabo la segunda marcha federal universitaria. En este caso, fue en contra del veto presidencial a la ley de Financiamiento Universitario, aunque las consignas fueron maximalistas: sí a la educación pública, como si el Gobierno propusiera cerrar mañana todas las universidades. Es cierto que uno de los adversarios predilectos del mileísmo es la comunidad académica, a la que acusa de adoctrinar con ideas obsoletas. También es cierto que gran parte de esa comunidad académica, que debería estar a la vanguardia del pensamiento, apoyó y todavía apoya políticos, gobiernos e ideas que son las que nos trajeron hasta acá. Todo eso cierto.

Aunque la marcha fue para pedir plata, también funcionó como una demostración de fuerza. Al acto del presidente Javier Milei del sábado, por el lanzamiento de La Libertad Avanza a nivel nacional, se le contestó con esta marcha, a ver quién tiene la plaza más grande. En ese sentido, ganó la oposición.Todos estuvieron presentes, hasta el ex ministro de Economía y candidato a presidente Sergio Massa, responsable de un ajuste del 15,5% solo en 2023, según el cálculo de la ONG Argentinos por la Educación en base a la Ley de Presupuesto presentada en 2022. Fue el segundo más bajo de los últimos 11 años (el más bajo había sido el de 2020).

Eso no le impidió a Massa ir a la marcha, abrazarse con Guillermo Moreno y cantar “vamos a volver”. “Proteger la Universidad es cuidar el sueño de millones de jóvenes y el futuro del país”, expresó, con su clásica labia insustancial el egresado de la Universidad de Belgrano.

Los libertarios fogonearon el hashtag #LaMarchaDeCFK para restarle importancia, pero convengamos en que menoscabar la marcha señalando a algunos impresentables que fueron es lo mismo que hacían los kirchneristas cuando nos decían que marchábamos con Cecilia Pando.

Un párrafo aparte para el ex Jefe de Gobierno y precandidato a presidente Horacio Rodríguez Larreta, que la pasó mal porque se tuvo que retirar insultado. Pudo haber sido simplemente un hecho aislado producto de la mala suerte, pero creemos que también es otro ejemplo de los errores que cometió en los últimos años: buscar congraciarse con un segmento del electorado que no lo va a querer nunca. Como dijo Daiana Molero en estas páginas: igual no te van a querer.

Algunos señalaron que, más allá de lo que uno piense sobre Larreta, da bronca que lo insulten a él y que Massa pueda ir a la marcha sin problemas. Es cierto, pero hay que tener en cuenta que Massa fue rodeado de militantes y guardaespaldas. Lo mismo Martín Lousteau. ¿Hubieran pasado desapercibidos sin que nadie les diga nada en caso de ir solos como Larreta? Chi lo sa.

Hay que sacarlo todo afuera, como la primavera, así que no nos vamos a callar nada. Especialmente cuando se trata de esos pequeños dramas que nos hacen la vida un poquito peor. “Odio todo”, dice en cada uno de sus amables newsletters domingueros Cecilia Absatz. La vieja sección «Los insufribles» de la revista Humo(r) parece haber renacido al final de los envíos de Esteban Schmidt. También Mariela «la Inspectora» Sexer tiene sus quejas. Y resultó muy festejado este otro aporte de la casa: las cosas que nos irritan son muchas y estamos hartos.

¿Y saben qué otra cosa es insoportable? Los clickbaits. La desesperación por conseguir nuestra efímera atención online está acabando con nuestra paciencia, si no con la industria entera. Necesitamos más héroes como éste. ¿Y sabés qué otra cosa ya no se tolera más? El edit de menos de un minuto. Era una pesadilla en épocas del seisieteochismo y se hizo una plaga con el trolleo en redes y el encadenamiento sin fin de polémicas y acusaciones cruzadas que no llevan a otro lado que al hastío.

La víctima notable de la semana fue Julia Mengolini, protagonista de una larga entrevista con el youtuber Rosendo Grobocopatel de la cual salió la pieza de la discordia: la cuestión de la izquierda y su posición acerca de las empleadas domésticas. Una hora y cuarto de entrevista, y resultó que a Julia le cayeron encima por dos fragmentos de unos pocos segundos. Ah, sí, nos hemos divertido con esos edits que se cierran con la canción de Curb Your Enthusiasm y la placa del “Directed by Robert B. Weide”, pero vamos, que hay que hacerlo bien.

Tampoco se ilusionen con una defensa de Mengolini porque no: escuchar con atención la entrevista completa es una experiencia antes que nada frustrante. En los diálogos entre gente que piensa diferente –pero no TAN diferente– muchas veces podemos encontrar matices, vueltas de tuerca, argumentos interesantes que se contraponen y nos hacen reflexionar. Pero en este otro caso, es imposible, es desgastante y hasta puede ser desesperante ver cómo Grobocopatel le quiere explicar, por ejemplo, el rol de los empresarios en la sociedad (un poco como vía secundaria para llegar al sentido del capitalismo) para chocarse contra una pared que le responde una y otra vez: “Son todos garcas”.

¿Y lo de las domésticas? Nada, una pelotudez: que a los cuatro años a Julia le parecía raro tener empleada en la casa y hoy le parece normal. En una, en al menos una chiquita, pudo darse aquello de que si no sos de izquierda de joven, no tenés corazón, y que si lo seguís siendo en la madurez, no tenés cerebro. No hacía falta entonces el edit pedorro, las reacciones indignadas en los medios y hasta el retuit de ya saben quién.

Esta semana Carlos Pagni reveló que el polémico discurso que Milei dio en la ONU, que impactó tanto a críticos como a seguidores, fue tomado de una escena de la serie The West Wing, de la cual Santiago Caputo y Santiago Oría son grandes aficionados. Ignoramos si el presidente lo sabe o no, aunque dudamos que pueda importarle. Whatever works, parece ser su mantra, y por qué no adoptar un modelo comprobado. Ya Fabián Casas demostró en su discurso en el FILBA 2019 que la originalidad está sobreestimada: “es malísima”, dijo, “termina siendo una mochila muy pesada” y agregó: “Había poesía en la Tierra antes de las palabras y la habrá una vez que las palabras se hayan acabado”.

Pero Javier Milei no fue el único que recibió esta semana una acusación de plagio. También saltaron contra Lali, su opositora pop, denunciando que su nueva canción «Fanático» era una copia de «So What» de Pink y su “nanana”. Aclaremos: «Fanático» –a siete días de haber salido ya tiene más de 3 millones de vistas en YouTube– es el tema con el que le responde directamente al presidente. Lo cierto es que, le pese a quien le pese, un “nanana” no es nada. Mil temas lo tienen, como «Na Na Na (Na Na Na Na Na Na Na Na Na)» de My Chemical Romance, o «Black Night» de Deep Purple. Más que el plagio que no termina de unirlos, los une el haberse elegido el uno como contrincante simbólico del otro. Que Lali entre en el juego y le dedique una canción tiene efectos interesantes, y no sólo negativos para el Gobierno.

Desde el famoso tuit hasta esta última canción, Lali se perfila como la adversaria pública más influyente que tiene Milei. El videoclip oficial de «Fantático» refuerza esta rivalidad con diversas referencias ocultas y guiños políticos, desde los más finos hasta los más obvios, como el personaje que le grita mientras ella, superada, se duerme de aburrimiento: un Milei gordo y sindicalista, generado por IA, cuya campera de cuero deviene de rockera a moyanesca, y las patillas parecen un gusto excéntrico de camionero mafioso.

El miércoles en la marcha la música de Lali fue un emblema para la gente: los carteles replicaban sus letras y sonaban por todas partes sus canciones como forma de resistencia al gobierno libertario. En su programa de radio, Andy Kusnetzoff le preguntó a Lali por sus “responsabilidades” en tanto que “representante” de tantos, y Lali (que se ve que hizo mucha terapia para llegar a este momento) respondió con notable sabiduría: “Ya es de la gente”. No reniega del orgullo que le da que su canción les sirva a otros para expresarse, pero tampoco se hace cargo: “Esa canción es una idea: que todo odiador también te ama”, y todos se ponen a cantar la canción de Pity que dice “para odiar hay que querer”. Kusnetzoff, incansable creador de momentos incómodos, tira de la soga un poco más de la cuenta, lo suficiente como para que la cosa se ponga rara, y resalta cuánto debió el asesino de Lennon adorarlo.

Lali mantiene una relación sana y madura con su figura pública: “Ya sé quién es ella y sé quién soy yo –dice con la voz quebrada por momentos, y entonces entendemos que la que está hablando en ese momento es Mariana–. Todo bien con Lali, es divina –sigue explicando, y es muy interesante escucharla desmenuzar qué significa vivir dos vidas: la de un personaje relevante, mezcla de diva y servidor, de amo y esclavo, de representante e individuo.

En la guerra entre Lali y Milei aparece la actuación estelar de Rodolfo «Fito» Paez, que después del tuit de la cantante y la respuesta nuclear del presidente que, fiel a su estilo de bullying estandapero, la bautizó “Lali Depósito”, habría llamado a Lali para decirle, épico en la mitad de un rodaje: “No te vayas a pelear al campo de batalla de otros, vos peleá en tu campo, que es la música”. En otras palabras: no te metas a discutir en X, donde tus ex fans decepcionados ahora son soldados de Milei, y él es el rey.

Lali habla de los rockeros argentinos y les dice “nuestros próceres”. Su campo de batalla es el arte, su tradición los reyes del rock, su ejército, todas las chicas que salieron adelante gracias a sus canciones y caminarían kilómetros en el desierto por ella, si ella se los pidiera, aunque Mariana (ya no Lali) no tiene, al parecer y para su gran fortuna, ninguna intención de conducir ninguna lucha que no sea la suya propia.

Al final del programa, hacen pasar a diferentes fans que sufrieron bullying y le agradecen a su ídola, entre lágrimas y temblores, haberlas salvado con sus canciones. Mariana las contiene como puede, aunque se nota que le cuesta, mantiene el equilibrio y la resistencia que parece darle toda la escena. “Gracias por prestarte a este experimento tan extraño”, le agradecen antes de despedirse del púbico. “No importa que todos te quieran, sino que te quiera la gente correcta”, le dicen y ella responde: “Pienso igual”. Nueva grieta: gente correcta versus argentinos de bien.

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