Gracias a Dios es viernes

#49 | Los ojos en Venezuela

La trompada de Imane Khelif nos enloqueció. María O'Donnell tiene que ver si está lloviendo.

Los ojos del mundo miran a Venezuela, y el régimen chavista se retuerce sin poder evitarlo. Nada querrían más que poder impedirlo, así como impidieron comicios transparentes el domingo pasado y volvieron a robarse la elección, esta vez presidencial. A pesar de la ilusión renovada de millones de venezolanos en la diáspora y dentro del país, el fraude era un panorama realista que se impuso y contó con los cómplices de siempre.

La reacción del pueblo fue explosiva; la de María Corina Machado y Edmundo González Urrutia, líderes de la oposición, consistente y racional: en un mismo movimiento, denunciaron el fraude, dieron por ganador a González Urrutia con el 70% de los votos e instaron a la gente a tener paciencia, a resistirse a la violencia y apostar a una transición pacífica. Ayer mismo, Estados Unidos reconoció a González Urrutia como el nuevo presidente electo de Venezuela.

Maduro, probablemente abrumado por la atención indeseada que recibe del mundo libre, intercambió insultos con Javier Milei y chicanas con Elon Musk. Mientras el dueño de X se divirtió burlándose de la inferioridad intelectual del líder bolivariano que abusa de un país entero desde hace lustros, el presidente argentino optó por la ironía optimista: “Los insultos del Dictador Maduro para mí son halagos”).

Si la calle no se prende fuego, es porque el ataque diplomático que enfrenta hoy mismo el régimen le permite al pueblo tener fe. Las negociaciones que se están dando en estos días en la OEA y entre los presidentes de Argentina, Brasil y Venezuela son las más decisivas que jamás hayan tenido lugar en la vida republicana de América Latina.

Y un día la batalla cultural llegó a los Juegos Olímpicos. Si la lucha grecorromana, el judo o la esgrima te parecen poco vistosas o atrapantes, en las redes sociales hay un ring global siempre disponible para “tirarse con de todo”. En este rincón, el globalismo malvado, la Agenda 2030 y la degeneración total y definitiva del ser humano; en este otro, la ultra-extrema-mega-derecha, los nacionalismos fachos y las tradwives devotas y servidoras de sus chads. La única regla: vale todo.

Y fue ayer cuando se destapó una olla que se venía calentando a presión: el caso de la boxeadora argelina Imane Khelif empezó a circular con cierta fuerza en las redes con un video que la mostraba castigando duramente a una rival mexicana. Los comentarios adosados señalaban que se trataba de un caso de un hombre fajando a una mujer sin ningún tipo de equivalencias. Los más despistados pensaron que eso mismo estaba pasando en París, cuando en verdad las competencias de boxeo olímpico ni habían empezado. Otros lo mostraron como ejemplo de la catástrofe inminente, porque la tal Khelif había sido descalificada el año pasado por ser en verdad un hombre, y pese a todo, había sido habilitada para pelear en estos Juegos.

Bastó entonces que ayer la argelina derrotara a la italiana Angela Carini en apenas 46 segundos y un par de tortazos para que explotaran las redes, los sitios de noticias, los canales y los presidentes de la extrema-über-hiper-derecha: Giorgia Meloni tuvo algo que decir y mirá si su cortejante amigo se la iba a perder. Recién hacia el final de la jornada, cuando bajó un poco la espuma, el Comité Olímpico Internacional difundió un comunicado oficial con las aclaraciones del caso.

Pues bien, posiblemente como en varios otros ámbitos, se ha observado en el deporte que el péndulo se ha corrido en los últimos años desde una postura restrictiva y biologicista a una mucho más amplia que tiene en cuenta los derechos de personas trans y otros casos particulares. ¿Puede ser que entonces, también como en otros ámbitos, ese péndulo se haya corrido demasiado a la izquierda y ahora estemos asistiendo a un rebote exagerado hacia la derecha? Es difícil afirmarlo con certeza, porque es cierto que se vienen acumulando conflictos en la materia en deportes como nataciónatletismo y levantamiento de pesas. Pero sucede también que existen tantos deportes como entes rectores, políticas y reglamentos, y que en un torneo internacional tan abarcativo como los Juegos Olímpicos –que son para la mayoría de los deportes la máxima instancia competitiva y para la mayoría de los deportistas el máximo sueño posible– la organización y los reglamentos de cada competencia se suelen delegar en distintos organismos asociados al COI. Por esta razón, los criterios de elegibilidad pueden variar según el deporte incluso dentro de los mismos JJOO.

Pues bien, reduciendo la cuestión a los términos más brutales posibles: ¿es Imane Khelif un hombre biológico peleando contra mujeres? No hay nada que así lo indique en principio. ¿Podría ser que Khelif presentara niveles de testosterona más elevados que otras mujeres, una cuestión que se suele observar en otros deportes y que también tiene antecedentes? Tampoco queda claro, pero también es irrelevante en lo estrictamente reglamentario. Y esto es así porque el COI delegó la redacción del reglamento del boxeo olímpico en un comité ad hoc, la Paris Boxing Unit (PBU), que estableció en sus reglamento los requerimientos para la inscripción, entre ellos, los médicos. Y no hay ahí ninguna referencia a exámenes de ADN (que podrían demostrar con el par de cromosomas XX la condición biológica de mujer y con el par XY la de hombre) ni test hormonales de ningún tipo. Cualquier otro tipo de especulación –como, por ejemplo, si Khelif podría tratarse de un raro caso de XXY– no hace en este caso a la cuestión.

Entonces, ¿de dónde sale lo de su descalificación anterior por “ser hombre”? De una competencia mundial amateur organizada por la IBA, una federación internacional comandada por un caballero ruso algo flojo de papeles para ciertos gustos, que entró en conflicto con el COI y perdió así el derecho a terciar en la organización de las competencias de boxeo olímpico. Fue entonces el año pasado cuando Umar Kremlev, tal es el nombre del caballero ruso, anunció la descalificación de Khelif poco antes de que fuera a pelear la final del torneo, aduciendo que la argelina había fallado tanto un test hormonal como un examen de ADN. Los resultados de esos exámenes nunca se hicieron públicos. Ante la polémica generada hoy, la IBA volvió a comunicar los motivos de aquella decisión.

¿Se puede llegar a alguna conclusión con esta complicada, burocrática y exaltada historia de guerra cultural? Seamos modestos: digamos que Khelif muy difícilmente se trate de un hombre biológico abusando de deportistas mujeres mediante una fuerza desproporcionada. Para el caso de que alguna vez se examinaran sus niveles de testosterona, ni siquiera hay consenso científico acerca de si eso implicaría una ventaja deportiva. Téngase presente además que Khelif ya compitió en Tokio 2020 y llegó apenas a cuartos de final. Cualquiera diría que Khelif no se trata de una atleta especialmente dotada en su disciplina.

Una conclusión más ambiciosa: vamo’ a calmarno’.

El miércoles la Academia Nacional de Periodismo repudió la “campaña de persecución, calumnias e insultos” contra la periodista María O’Donnell. Se referían a un video que publicó Horacio Cabak y que generó el consabido torbellino caótico de tuits que, como siempre pasa en las redes sociales, incluían las más variopintas expresiones humanas que iban desde el reproche educado hasta el insulto soez.

El video ya era conocido y estaba subido en YouTube desde hacía más de cinco años en el excelente canal DiFilm. Pertenece a una conferencia de prensa del presidente Carlos Menem en la VI Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno que se llevó a cabo en 1996. No queda claro de dónde viene (empieza cortado), pero Menem está reconociendo a Augusto Pinochet porque, aunque aclara que cometió crímenes y delitos, tiene el aval del 35% de los chilenos. Entonces una joven María O’Donnell, en aquel momento periodista de Página/12, interviene: “¿Fidel Castro no tiene apoyo en Cuba?” Y Menem retruca: “¿Y cuándo hay elecciones en Cuba?”. O’Donnell: “Ellos dicen que tienen elecciones con un sistema diferente…” Menem: “No, nada que ver. Hay un solo sistema en el ámbito de la democracia, la participación de todo el pueblo a través de las organizaciones políticas”.

Según O’Donnell en un tuit en respuesta a la periodista Laura Di Marco, una de las que se hizo eco del video, el diálogo había tenido origen en un cuestionamiento de ella a la condecoración de Menem a Pinochet. Si se refiere a la Orden de Mayo al Mérito, el ex dictador la había recibido el 12 de febrero de 1993, casi cuatro años antes, por lo que parece medio raro. De todas maneras, no es lo importante. Sea cual fuere el origen del intercambio, su relativización de la dictadura cubana existió.

Claro que esto fue hace casi treinta años. Seamos buenos entre nosotros. Lo que pasa es que ayer nomás, el lunes, en su editorial posterior a las elecciones en Venezuela, dijo: “Ahí entra esta discusión de si el gobierno de Maduro es una dictadura llana y lisa o si entra dentro de las calificaciones que hacen los politólogos, que sería una dictablanda o una democradura”. Como se ve, mismo procedimiento que hace treinta años: “Ellos dicen que”, “ahí entra esta discusión”, para igualar verdades con mentiras bajo la apariencia de sólo estar reflejando las opiniones existentes en el aire. Todos conocemos el viejo lema periodístico: “Si una persona dice que llueve y otra dice que no, tu trabajo como periodista no es citarlos a los dos sino abrir la ventana y ver si está lloviendo”.

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