Gracias a Dios es viernes

#42 | La base está

Hasta acá llegaste, polaco. Tinelli: de inventar freaks a ser uno de ellos.

Hubo ley. A los seis meses y dos días de la asunción de Javier Milei como presidente, a los cinco meses y medio de presentada en su primera versión extra large, se aprobó por fin la Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos. Ahora sí, to the moon.

Quien gusta de ver el vaso medio vacío dirá que la ley aprobada es una versión “desguazada” de la original (en palabras de Marcelo Bonelli). Es cierto que el proyecto original redactado por Federico Sturzenegger tenía 664 artículos y el que se debatió en el Senado el miércoles, “apenas” 238. También es cierto que para aprobarla en el Senado se negociaron aún más cambios, como retirar del listado de empresas privatizables a Aerolíneas Argentinas, Correo Argentino y Radio y Televisión Argentina, o mantener la moratoria para quienes no suman suficientes aportes previsionales. Pero eso puede revertirse en Diputados, y además incluso con esas modificaciones se aprobaron cosas importantes como las facultades extraordinarias, el paquete fiscal, la modernización laboral y el Régimen de Incentivo de Grandes Inversiones (RIGI).

Esto último, con algunas modificaciones que sí parecen diluir el espíritu de la ley, como señaló ese mismo miércoles a la noche el diputado nacional del PRO, Luciano Laspina: “Me dicen que se limitaría el RIGI a «sectores ganaderos» y, cuando no, ¡a Tierra del Fuego! No se me ocurre algo más arbitrario, dirigista y discriminatorio. Un daño enorme al espíritu de una ley general de protección de inversiones para todos los que quieran invertir en el país”.

De todas maneras, y aunque todo esto es importante y ya Seúl se ocupará en las próximas semanas de la letra chica, el panorama general es que un gobierno en minoría absoluta, que no parecía ni dispuesto ni capaz de dialogar y negociar, dialogó, negoció y sacó una ley que, aun siendo un 65% más reducida que la original, tiene 238 artículos, lo cual es un montón. Si recordamos los vaticinios de algunos politólogos, que auguraban catástrofes institucionales, hay que decir que estamos bastante bien, al menos por ahora.

Afuera del Congreso, el espectáculo fue el esperable y recordó al de las 14 toneladas de piedras del 18 de diciembre de 2017, cuando el Congreso debatía la ley de Movilidad Jubilatoria del gobierno de Mauricio Macri. Ahora, como entonces, hubo diputados kirchneristas y de izquierda mezclándose entre los disturbios e invocando su condición de tales para obtener algún tipo de inmunidad y después victimizarse y gritar represión. Ahora, como entonces, los senadores pretendieron parar la sesión con la excusa de los disturbios. La diferencia es que pasaron seis años y medio y algo aprendimos.

Capítulo aparte merece el voto de Martín Lousteau, el único senador radical que votó en contra de la ley junto con los 33 de Unión por la Patria y los dos de Santa Cruz que se dieron vuelta a último momento con un video, aparentemente por promesas incumplidas sobre porcentajes de regalías mineras. Lousteau presentó un dictamen propio que no acompañó ninguno de sus doce compañeros de bloque.

Muchos nos preguntamos cómo puede ser que el presidente de la UCR vote de una manera y todos sus senadores voten de otra. Todo bien con la democracia partidaria y la libertad de acción, pero ¿el presidente de una manera y TODOS sus senadores de otra? El pobre Martín Tetaz hizo malabares ayer tratando de explicárselo a Jesica Bossi, e incluso se le escapó un fallido: “Si yo te saco el prejuicio que tienen muchos sobre la imagen de Martín, te doy el texto sin título y te digo «olvídate quién dijo esto», la gran mayoría de la gente va a estar de acuerdo con este discurso”.

¿Esa es la imagen que tienen de Lousteau sus propios correligionarios?

Los sitios de noticias oscilaban al ritmo de las tendencias, las palabras clave y la optimización SEO, que es ahí donde se supone que están las audiencias y el alimento: ¿”escalador polaco” o “influencer polaco”? ¿La “torre de Globant” o “en Puerto Madero”? Lo que había que averiguar el martes, a medida que crecía la tensión por el inminente debate parlamentario de la Ley Bases, era de quién se trataba el muchacho trepador a quien empezamos caracterizando como “polaco” por su lugar de nacimiento, aunque no sin ciertas prevenciones: puede pasar que en Argentina un “polaco” a secas resulte más bien impreciso, cuando no despectivo. “Ciudadano polaco”, entonces. Más respeto, che.

Así como el árbol que cae en el bosque no hace ruido si no hay nadie allí para escucharlo, es probable que la instantaneidad de las redes nos haya traído a los loquitos del peligro que siguen arriesgando sus vidas de modos que al común de los mortales nos resultan inescrutables, pero que en su doble condición de loquitos e influencers se acercan mucho más a cualquier adolescente que arma videos para TikTok o a las señoras que transmiten sus experiencias de consumo en Instagram. En esto somos todos iguales: lo que hacemos, lo hacemos por los likes, los favs y los me gusta.

Pero resulta también que los practicantes del buildering –que, como buena disciplina del siglo XXI, resultó que tenía un gerundio sustantivado en inglés para definirla– se dedican necesariamente a escalar en un entorno urbano, porque desde luego que, de acuerdo a esta lógica, venir desde Polonia para colgarse sin cuerdas ni arneses en el –digamos– Cerro de los Siete Colores, no tiene el menor sentido. Un cóndor puede volar alto, pero el drone de Infobae tiene cámaras y se puede controlar. Los cientos de oficinistas que encontraron en Marcin una distracción a sus rutinas y viralizaron sus videos estaban precisamente ahí, y eran tan necesarios como el mismo trepador.

Muy pronto se supo que el polaco de marras tiene un historial no poco frondoso de escalamientos urbanos en grandes ciudades del mundo. Qué bien, eso quiere decir que Buenos Aires conserva su lugar en el ranking de lugares en donde vale la pena ir a hacer algo. Y estuvo astuto Marcin: seguramente al tanto de que su actividad no se lleva muy bien con las leyes, tomó nota de la conveniencia de llevar el gran salvoconducto de todo extranjero de bien: la camiseta de la Selección con el 10 y el nombre de Messi.

Lo cierto es que, de un edificio de 30 pisos, nuestro amigo polaco sólo pudo trepar 25. No estuvo lejos de la cima, pero resultó que a las autoridades locales no les causó mucha gracia tanto alboroto: puede que la moda actual tienda más hacia el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, pero tampoco era cuestión de que pasara algo feo y dónde está el Estado que no hace nada, señor. El Estado estuvo presente, y cómo: munidos ellos también de cámaras (porque influencers son los individuos y también las instituciones) los bomberos de la Ciudad y otros agentes del SAME se mandaron un operativo de lo más profesional y vistoso. Hasta acá llegaste, polaco.

A la espectacularidad de las imágenes en alturas le siguieron otros posteos, algo más burocráticos y jurídicos: Marcin se las ingenió para instagramear hasta su trayecto en patrullero, esposado pero conforme con la labor hecha. Lo que debía saberse, se supo. A nosotros, porteños, argentinos piolas, no nos podés mentir, Marcin. Viniste a ponerla, ¿no?

Toda diva responsable sabe que impactar es un deber cotidiano, y Marcelo Tinelli no es la excepción a la regla. Incansable trabajador, sobrevive con la misma sonrisa al fin de la tevé, y continúa navegando contra viento y marea en las redes de esta nueva era. No parece sufrir su transformación de presentador pico de rating a meme; por el contrario, la disfruta. Esta semana, antes de viajar a Miami para alentar a la Selección en la Copa América, Marcelo se tomó en serio el trabajo de sorprender al país con un look lo suficientemente arriesgado como para volverse viral.

Instagram: @marcelotinelli

Algo más jugadito, Tano“, le ruega a un peluquero reticente mientras se mira platinado en un espejo de mano. Él quiere más, y hasta el chicle Bazooka no para. Su objetivo principal es causar sensación en su encuentro con Messi, quien al verlo lo abrazará y saldrá en la foto con esa expresión de niño feliz que tan bien caracteriza al héroe rosarino del fútbol mundial.

Algunos podrán decir, al juzgar la nueva apariencia de Tinelli, que los narcóticos hacen mal y no saber envejecer, mucho peor. Sin embargo, es impresionante que, en un mundo saturado de estímulos, algo tan simple como un color de pelo en un hombre pasado de bótox pueda generar un efecto viral, un logro sin dudas del genio del espectáculo que supo ser Marcelo.

Como argentinos, no debemos olvidar el encanto que tiene el arco de su personaje mediático, que esta última foto nos invita a repasar. ¿Cómo era el primer Marcelo? Un jovencito casado, de traje y tonos siempre oscuros, que no podía contener la risa mientras le sostenía el micrófono verde loro al show de chistes, o atendía el teléfono como Susana, tentado con su montón de amigos haciendo payasadas en el piso (no se pierdan el baile final de Pablo Granados en el icónico momento en que una señora se confunde al aire al conductor de Videomatch con Susana Giménez).

Así empezó Tinelli, entre varones, a las risotadas, con look conservador y espíritu bromista, como son hoy los streamings con más audiencia. De a poco, a lo largo de décadas, creó la pista por la que pasaría el glorioso tren fantasma de la farándula argentina. Pasó de entrevistar freaks hasta inventarlos, como al legendario Ricardo Fort, a convertirse indefectiblemente en uno de ellos. Del otro lado de la fama, sólo queda pasarla bien y estar en la tuya, entre los propios, como Marcelo divirtiéndose en TikTok con su primo.

La foto de frente con mirada triste, el pelo Pin y Pon y cuello tapado de tatuajes que circula por las redes parece una campaña antidrogas, pero ahí está en nuestro TL, en nuestra conversación y en el abrazo de Messi.

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