Espíritu de escalera

#4 | Sin culpas

El periodismo progre le reclama a Juntos por el Cambio como si ya gobernara.

Hola. Buen martes.

La semana pasada fue diciembre. No por el calor agobiante y los consecuentes cortes de luz. Fue diciembre porque pareció que ya gobernaba Juntos por el Cambio.

En el programa de Romina Manguel del jueves (No dejes para mañana, Radio Con Vos), el mismo día en que se publicó que la Canasta Básica Alimentaria había subido un 11,7% mensual, a Lucas Llach le preguntaban sobre la inflación y la famosa foto del 10% (+ – 2) durante su período como vice del Banco Central hace 6 años, y qué había aprendido para no volverse a equivocar.

En el programa de Diego Iglesias (Mejor país del mundo, Radio Con Vos) del martes, la joven Galia Moldavsky lo escrutaba a Larreta sobre qué estaba haciendo con el drama de la vivienda. Porque ella, como portavoz de su generación, ya ni soñaba con comprarse una casa, y ahora tampoco podía alquilar. Ella, que había vivido más de dos tercios de su vida durante el kirchnerismo, acusaba a un precandidato a presidente del drama de la vivienda para sectores jóvenes. Por supuesto que todas las soluciones que aportaban para la problemática (regulación, estatización de las viviendas ociosas, congelamiento de alquileres, etc.) eran justamente las recetas aplicadas por las cuales los jóvenes no tienen vivienda.

El miércoles, el día que en que el dólar CCL tocaba los 400 pesos, hubo venta récord de divisas en el mercado único y libre de cambios, con reservas netas negativas, Willy Kohan (Somos nosotros, Millenium) dijo que el que tenía que pedir perdón era Guido Sandleris.

Los cortes de luz tuvieron como escrachado a Larreta. Ni a Alberto, ni a CFK, ni a Massa, ni a los Federicos Bernal y Basualdo, ni a la subsecretaria de Energía Flavia Royón, ni al pasmado que pusieron en al frente del ENRE Walter Martello, cuyo conocimiento sobre el tema de energía eléctrica pueden observar en el CV que está en su página oficial. La excusa para el escrache ya venía siendo manijeada desde temprano por El Destape con los mismos argumentos que el de bermudas y barba que increpó al jefe de gobierno..

No hemos llegado a las PASO, que se dirimirá entre halcones y palomas, pero ya rondan sobre el futuro gobierno aves de pico encorvado que al robo le tienen afición, como diría el Martín Fierro.

Pese a que la pobreza se ha profundizado a niveles críticos, no hay saqueos ni estallido social. Prueba ácida de que, cuando han sucedido, fueron orquestados por el peronismo, que trata de derrocar a todo gobierno que no sea de su signo. La represión a los sectores levantiscos en el próximo gobierno deberá ser entendida como un acto en defensa de la democracia, contra los sediciosos. Sin culpa.

Cine para adolescentes

He visto poco ─pero muy poco─ cine en mi vida, por lo que tal vez haya mejores y más ajustadas películas para adolescentes, pero yo, humildemente, sugiero que Expreso de medianoche y la recientemente galardonada Sin novedad en el frente sean de proyección obligatoria en los colegios secundarios.

La adolescencia es esa etapa en la que tenés la capacidad física y mental y, a partir de los 18 años, legal para hacer cosas cuyo daño aún la mente no está en condiciones de representarse. De ahí que sea una edad muy peligrosa. Un chico de 13 años tiene capacidad reproductiva pero no está en condiciones de criar un hijo. Un chico de 17 años tiene la capacidad para ser feroz en una pelea a piñas, hasta llegar a matar, ocasionada por una discusión en un boliche bailable. A los 17 o 18 años pueden manejar autos pero no tienen idea de la peligrosidad para él, para sus ocasionales pasajeros y para terceros, que implica andar rápido y furioso y muchas veces con alguna copa de más.

En Expreso de medianoche se puede ver a un prolijo joven americano, con una novia que parece sacada de Utilísima Satelital, que por lo que se observa después proviene de una familia que no tuvo ninguna carencia, que comete la travesura de querer llevar hachís de Turquía a sus amigos de Estados Unidos. A partir de ahí empieza a vivir el infierno de estar preso por contrabando en las cárceles turcas. Para él era una travesura, pero para el derecho era tráfico internacional de drogas. No era un traficaaannnte, pero traficó. Tampoco los “rugbiers” que mataron a Fernando Báez Sosa eran asesinos tipo Robledo Puch, pero asesinaron.

Por eso también me imagino que surgió la disociación cognitiva de las madres de los terroristas de los ’70. Seguramente que eran chicos afables, buenos amigos de sus amigos y muchos de ellos seguramente cariñosos y simpáticos, pero ponían bombas. Sí, esos mismos. Uno nunca puede creer ni que el vecino pone bombas ni que juega al fútbol en la primera de un equipo. Eso siempre pasa lejos.

Sin novedad en el frente empieza con un grupito de jovencitos alemanes que, embelesados por la guerra, que aún sin tener la obligaciones (por ser menores), consiguen la autorización de los padres para ir a las trincheras del frente occidental. Uno de ellos falsifica la firma del padre y tiene más miedo a la paliza que le va a dar por truchar la firma que a lo que va a vivir en la guerra unas semanas después.

La guerra, como cualquier otro trabajo, tiene mucho más de prosaico que de heroico. Domina el hambre, la sed, el barro, el frío, la suciedad y las ratas mucho más que las acciones épicas como las que nos mostró durante años la serie Combate. El casco se usa más como balde para achicar el agua de las trincheras inundadas que para proteger la cabeza de las balas enemigas, y la bayoneta más para deshuesar algún bicho guisado que para clavarla en el pecho de un enemigo. Mucho cavar y poco desfilar.

Digo esto porque veo mucha abundancia de jovenzuelos que ponen de foto de perfil a Julio A. Roca, que dicen que no fueron 30 mil pero deberían haber sido, que citan el churchilliano motto “sólo puedo prometer sangre, sudor y lágrimas” para hacerse los chicos malos. Porque se imaginan en el 10 de Downing Street y no, como sería más probable por su edad, desembarcando en Normandía frente a nidos de ametralladoras alemanas.

No hay que olvidar nunca que a esa edad se está reafirmando la hombría, y la necesidad de demostrarla ante los y, sobre todo, las demás te puede hacer tener posturas o conductas sin tener real dimensión de sus consecuencias. Y las fantasías mentales vuelan, señor presidente. Pero así como el derecho les ha dado la capacidad para manejar a los 18 años, también les ha dado el derecho a votar aun sin inferir los efectos que el ejercicio de estos derechos implica.

Me pregunto igual por qué a esa edad en que las preocupaciones tradicionalmente fueron otras, hoy estos jóvenes se la pasan usando términos como real politik, periodistas ensobrados, valijas, tibios, palomas, etc. Tal vez su deseo por observar el mundo adulto ya no pase por lo sexual, porque han tenido acceso al porno desde que está internet, y sus fantasías pasen por imaginarse una sala de situación donde hay que tomar decisiones sin mucho miramiento. Ya no fantasean con estar rodeados de odaliscas, sino con ser asesores en un oscuro despacho del anexo del Congreso.

Pienso ahora que tal vez si hubiera un sitio web que se llamara PolHub o YouPol, donde vieran cómo se toman las decisiones en lo alto del poder, se calmaría esa curiosidad. Porque, recordando otra cita más prosaica de Churchill: “si te gustan las leyes y las salchichas, nunca deberías ver cómo se hacen”.

Vidas entrelazadas

Ha habido dos grandes semilleros del periodismo actual: Lanata y su Página/12 y Pergolini y con Caiga Quien Caiga. Ambas canteras aún nos proveen de gran parte de los periodistas mainstream que ocupan los principales lugares en los medios audiovisuales.

Gerardo Rozín fue parte de esa trova rosarina que se había formado en Rosario/12 junto a otros, que irrumpió en los medios de Buenos Aires a mediados de los años ’90. No es difícil imaginárselo transitando las calles de la Chicago argentina con pulóver con llamas y morral con actitud psicobolche en los últimos años de la dictadura y principios de la democracia. Escuchando mucho Cuarteto Zupay, Markama, Víctor Heredia, Piero, León y la Negra Sosa, o cantando “Radicales de Yrigoyen, peronistas de Perón, comunistas e intransigentes, para la liberación” o “Canción con todos” de César Isella.

Si bien Gerardo, tengo entendido, se dedicó más a la producción periodística que a la conducción, tuvo un programa de TV con los ex Página/12 Maximiliano Montenegro y Reynaldo Sietecase. Si bien era más joven, uno lo supone amigo y compinche de Ernesto Tenembaum, Marcelo Zlotogwiadza, Luis Novaresio y otros tantos del periodismo progre argentino. Sin embargo, a diferencia de los otros con los que uno lo relaciona, nunca se le vio un atisbo de resentimiento en sus declaraciones. Una vez recuerdo que dijo que a él de chico lo habían querido bien, que lo habían querido mucho.

Sebastián Wainraich es parte indisociable del grupo de Matías Martin, Andy Kusnetzoff, Diego Ripoll, Gabriel Schultz, etc. La radio Metro fue una hija de CQC. Una forma de trotskismo cool, irreverente, la fundación mítica de esta trova la supongo en Villa Crespo durante los años de alta desocupación de fines del menemismo y de De la Rúa. No he sido seguidor porque pertenecen a una generación menor que la mía, por lo que no conozco bien los matices entre cada uno de ellos, pero a Sebastián Wainraich siempre lo noté distinto. Siempre fue más gracioso porque nunca tuvo los aires de superioridad moral del resto. Es más, compré un libro de él que se llama Estoy cansado de mí que es bueno y divertido. Su mujer también me causa gracia haciendo chistes al estilo de Viviana Gómez Thorpe 2.0.

En Casi feliz, la miniserie de Netflix protagonizada por él en la que interpreta un alter ego, muestra muy bien la hipocresía del progre cuando tiene que opinar en un programa sobre el derecho a piquetear y cuando lo sufre en carne propia, o cuando por un pasaporte rápido acepta hacerle una entrevista al ministro que le hizo el favor pero que detesta. Wainraich también, aunque progre, está libre de resentimientos.

Pese a que uno venía de Rosario y el otro de Villa Crespo, que uno era fanático de Central y el otro de Atlanta, ambas casacas auriazules verticales, que había una diferencia de edad mayor a la cronológica entre ellos, me enteré de que fueron entrañablemente amigos, y no fue por casualidad.

Nos vemos en quince días.

 

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Ergasto Riva

Licenciado en Administración. Doctorando en Cs. Económicas. Autor de 'La Moneda Virtual' (2012). En Twitter es @ergasto.

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