¿Ya tenés trabajo? ¿De qué trabajás? ¿Conseguiste trabajo? ¿Y el trabajo? ¿Qué onda el trabajo? ¿Cómo vas a hacer para conseguir trabajo?
Un mes en España y a nadie le importa si soy feliz, si me adapté, qué tal los malagueños, cómo me las arreglo con la comida, con el transporte, con el sistema de salud… ¡Ninguno me preguntó por la playa! A todo el mundo le obsesiona una sola cosa: el laburo. De hecho me entrevistaron en un programa de radio de Argentina y uno de los columnistas me preguntó hasta cuándo podría vivir en Europa sin trabajar.
Entiendo que “no se puede vivir del amor”, y si algo aprendí en estos 30 días es que cada euro cuenta. Incluso acá. Cualquier elemento de uso cotidiano que cueste cinco euros ya es considerado “caro”. El dinero se cuida. Y el dinero, ya sabemos, se consigue trabajando.
Desde que llegué, no hubo un solo día en que no haya tenido una propuesta de trabajo. Peeeero, hay propuestas y propuestas. Como veo que el tema interesa, te voy a contar de qué va la cosa para conseguir trabajo en esta zona, que es la que por ahora conozco.
Hay una manera clásica, que es buscar empleo en una plataforma conocida como Infojobs. Uno puede poner datos sobre qué tipo de trabajo busca y le aparecerán mails diciéndole “alerta” y a continuación la oferta de algo parecido a lo que está buscando. Ahí podés aplicar, mandar tu currículum, a veces te hacen responder algunas preguntas (les interesa mucho si sabés inglés y si tenés licencia de conducir) y listo. Inmediatamente, te llega el mail informando que aplicaste para ese empleo. Como si no lo supieras, si lo acabás de hacer.
Lo más cruel de este sistema, es que juega con tu ilusión. ¿Por qué? Porque a los pocos días te llega otro mail que dice “novedades en tu candidatura”. Entonces vas corriendo a abrir el link y oh sorpresa, el mensaje es el siguiente: “la empresa descartó tu solicitud” y ves una raya roja (sí, roja) tachando tu nombre.
Por suerte, ahora ya sé que si me llega ese tipo de mensaje es porque no me eligieron, porque acá cuando te aceptan, te llaman por teléfono. Nada de Whatsapp. Los españoles se manejan a la antigua y llaman. Me pasó la semana pasada, que apliqué para un puesto que no sabía bien qué era, porque –esa es otra estrategia– los anuncios son misteriosos, tipo “multinacional líder busca incorporar para su equipo de trabajo a gente con ganas de progresar y crecer”.
Me llamaron por teléfono y me dijeron que iba a tener un meet al día siguiente. Una entrevista de trabajo online, bah. Yo a esa hora tenía turno para hacerme los pies, pero como era online, no la suspendí. Me conecté desde la camilla y puse cara de inteligente. El problema fue que el meet no era a solas, había otros diez interesados en la fucking reunión. Me tuve que fumar que todos hablaran y contaran sus habilidades durante una hora para que, a mi turno, me dedicaran tres minutos para “venderme”. Me sentí como cuando me ofrecen un bombón de una caja y en un segundo tengo que elegir uno y el mejor.
Después de mi speech, la coordinadora dijo que nos mandaría un mail por sí o por no. Yo pensaba que los otros candidatos eran todos un desastre. Pues parece que no. Al día siguiente, me agradecieron mi participación, pero me dijeron que no había sido seleccionada.
Este tipo de búsqueda también se puede hacer por Linkedin, que es más elegante porque nadie te dice que te rechazaron, simplemente no te contestan nada y te das cuenta de que no te eligieron por la evidencia. Hay otros portales, pero son menos confiables y te piden tantos datos para registrarte que abandoné varios cuando llegué a la linea 120 donde me pedían que validara por décima vez el password.
Como evidentemente la búsqueda de empleo es un tema importante en la región, existe algo que se llama Servicio Andaluz de Empleo. Te recomiendan anotarte sí o sí. Obviamente, me anoté. Me atendieron amablemente, pero como no tenía ningún título homologado, no sirvió de mucho. Igualmente, ahí estoy, como solicitante de empleo en la Costa del Sol, y cada tres meses tengo que renovar ese estatus si no consigo un trabajo formal.
Para lo que sí sirve estar ahí anotada es para los distintos talleres y cursos que dicta el Ayuntamiento. Yo ya fui a dos. En el primero casi me muero de la depresión, el segundo fue mucho más productivo. El primero se trataba de enseñarte técnicas para buscar trabajo. Yo expliqué que estaba ahí porque acababa de llegar a España y que no sabía las costumbres del lugar. Pero el resto se había anotado porque estaba en la lona. Yo trataba de hacer chistes, pero no daba ni para eso: todos buscaban trabajo sin éxito hacía meses. Un bajón.
El segundo fue más glamoroso. Era en el Museo Thyssen y disertaban sobre la cultura y el ocio en la ciudad de Málaga. Al final hubo un brunch en un patiecito muy lindo y conocí gente interesante con la que hice algunos contactos.
Otra de las cosas que me ofrecieron durante este mes fue dirigir una revista y organizar una gira. Suena interesante, claro. Pero, ¿cuál era el problema? La mayor parte de la gente que te ofrece ese tipo de trabajos informales, sin contrato, te dice que vas a cobrar a comisión. O sea, tenés que trabajar a ciegas sin saber cuánto vas a ganar. No, gracias.
Otra propuesta muy común es la de ser “comercial”. Que no es otra cosa que convencer a la gente para que compre un producto o servicio… en la calle. “Ehhh, no, no me veo haciendo eso”. Sobre todo porque tenés que vender como mínimo 21 planes de Internet para llegar a cobrar algo.
Mientras buscaba o escuchaba las cosas ridículas que me proponían hice algunas changas como plastificar tarjetas, dar unas clases de periodismo online, chivear productos en mis redes y hasta ir a un casting de Disney.
Finalmente, me enganché con actividades más lúdicas y comencé a organizar eventos, mini viajes y búsquedas de departamentos para extranjeros. La que sí consiguió empleo con nómina es mi hija. Trabaja en una heladería y prometió ir al Mercadona con su primer sueldo. Ahora ya saben mi secreto: soy una mantenida. Y a mucha honra.
Nos vemos en 15 días.
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