Espíritu de escalera

#3 | Cursis de derecha

En contra de los que no se callan nada.

Hola. Buen martes.

Todos los que hemos rellenado crucigramas sabemos que persona que presume de fina y elegante, sin serlo, cinco letras, es “cursi”. Es la personas que te grita un “¡Eso no se hace!” cuando vos le querés poner soda fría al Vasco Viejo. No es que esté interesado en que no arruines el vino, sino que quiere mostrar a los demás que él es fino y elegante.

En los partidos de derecha abundan los cursis. Como siempre se relacionó a la derecha con las clases altas, muchos creen que adhiriendo a estas ideas se transforman en finos y elegantes. Como no los son, tienen que demostrarlo permanentemente. Una de las formas más frecuentes en que se manifiesta esta cursilería es a la hora de analizar las listas. Te dicen que no van a votar esa lista porque la cuarta consejera escolar suplente no está en condiciones de opinar sobre educación o, lo que es peor, que esa candidata en 1987 participó de un paro docente. No digo que sea la candidata ideal, pero no hay otra, y además si no votás esta lista va a entrar le candidate de la otra lista que es mil veces peor.

El lema actual de estos nuevos cursis es “no nos callamos nada”. Como si su silencio revelara lo que en definitiva son.

El burócrata

Los políticos tienen una psique distinta al resto de los mortales. Les encanta tomar responsabilidades a las que no están obligados a fin de influir sobre los demás. Empiezan a hacer política en el centro de estudiantes del colegio secundario. Luego siguen en la facultad o en un sindicato u otra organización intermedia de la sociedad civil. Puede ser siendo dirigente en un club, en la sociedad de fomento del barrio o en el consorcio de copropietarios del edificio donde vive.

Alfonsín, antes de ser presidente, había sido primero diputado provincial, luego nacional y en 1973 se presentó como precandidato a presidente por la UCR, enfrentando nada más y nada menos que a Ricardo Balbín. Menem ya había sido gobernador entre 1973 y 1976 y luego desde 1983 hasta que asumió como presidente. De la Rúa fue senador desde 1973 hasta que asumió de Jefe de Gobierno de la ciudad en 1996 prácticamente sin interrupciones. Néstor Kirchner había sido intendente de Río Gallegos y luego dos veces gobernador de Santa Cruz antes de llegar a la presidencia. Cristina había sido electa legisladora provincial en 1989, luego senadora y diputada nacional. Macri había sido presidente de Boca Juniors y dos veces Jefe de Gobierno.

Alberto, en cambio, nunca fue un político. El único puesto electivo que había tenido antes de ser presidente había sido estar undécimo en una lista de candidatos a legisladores porteños, bastante más atrás de gente que tampoco es De Gaulle, como Borocotó o Pimpi Colombo. Su CV está poblado de cargos en el funcionariado: Instituto Nacional de Reaseguros, Banco Provincia, etc. Su influencia pública se debe a que, tanto Néstor como Cristina, se dieron cuenta de esta incapacidad y fue por eso que el primero lo puso de Jefe de Gabinete y la segunda lo puso como Regente hasta que Máximo estuviera en condiciones madurativas como para ser presidente.

Alberto es un burócrata, no del tipo ideal weberiano, sino hiperreal. Su cliente no es el electorado sino el jefe que tiene los votos al que permanentemente intenta agradar. El burócrata es esclavo de sus firmas y dueño de los pases para que se expida otra oficina. Su poder emana de la capacidad que tiene de estorbar. Se lo debe analizar bajo el estudio de la Administración Pública y no de las Ciencias Políticas.

Sabe bien que sólo se es responsable de las acciones y nunca de las inacciones. Desresponsabilizarse es su norte. Ante cualquier novedad, su primera reacción es declarar un asueto. Su consabida procrastinación es porque esa es la forma de no decidir y hacerse cargo. Carece de deber ser. Jamás se opone deliberadamente, pero sabe perfectamente cuál es el andén que llevará ese proyecto por una vía muerta. Puede ser la expropiación de Vicentín o el juicio político a la Corte. Todavía sigue a cargo de la Procuración General de la Nación el mismo que dejó Macri (ni ese gusto judicial le dio a CFK). Por eso no le molestan los cambios de Gabinete que le hizo Cristina. Un ministro menos es un problema menos del que hacerse cargo. Y ahora todo pasó a ser un problema de Massa.

Pero el burócrata hiperrreal es rastrero: se deja humillar pero es vengativo. Es presidente de la nación, pero además es presidente del Partido Justicialista y uno de los apoderados responde directamente a él.

Vidas paralelas (II)

Baby Etchecopar siempre remarca que nació en un hogar de clase media baja del barrio La Calandria, de San Isidro. Que hizo de todo para ganarse la vida y que eso le hizo aprendérselas a todas. Fanfarrón, le gusta pasearse por Av. Libertador con sus Harley Davidson y su descapotable. Siempre hace gala de su hombría y de que a la primera oportunidad le gusta bajarse del auto a fajarse con el que se le cruce. Que junto a Moreau y otros radicales de San Isidro no dudó en ir a Campo de Mayo con un matagatos para tirotearse con las tropas de Aldo Rico insubordinado. Lo cierto es que una vez que le entraron a robar a la casa no dudó en agarrar una pistola y comenzar una balacera que terminó con uno de los delincuentes muertos y una herida que casi le cuesta que le cortaran la pierna. Llegó al periodismo desde la actuación.

Navarro, al revés, llegó a la actuación desde el periodismo. Hizo representaciones teatrales con El Cadete en algunos teatros del conurbano bonaerense. También es oriundo del “Conurbanorth”, pero no del primer cordón como Baby sino del 3º o 4º, El Talar de Pacheco. También hace gala de hombría y viveza que supuestamente adquirió en esas calles de barro. También se las sabe todas. Así como Baby aprendió todo lo que hay que saber de economía cuando era fabricante textil, Navarro lo aprendió cuando era distribuidor de aceite comestible. Baby es idiosincráticamente massista; en cambio, a Navarro no le queda otra que alentar la gestión del superministro por miedo a que su renuncia dispare el dólar y a la mierda con el cantor y la guitarra.

Son cowboys. Se las saben todas. Del barrio La Calandria al convertible y las Harley. De El Talar de Pacheco al Audi y el piso al lado de la embajada de Estados Unidos. Estuvieron charlando con presidentes de la república de tú a tú. A uno supuestamente le ofrecieron 500.000 dólares para que no hable más mal de Macri y al otro otro tanto para que hable bien de Larreta. Uno siempre se encuentra con cambiemitas que le reconocen en privado que CFK es inocente. El otro, con camporistas que en privado dicen que están financiados por los chinos. El mundo del poder está en su contra y ellos lo pelean, incluso con las manos. Los bancos en un caso o el narcotráfico en el otro. La gente va a contarles cómo son las cosas. Cuando se embalan al aire con sus teorías pueden terminar diciendo exactamente lo contrario a lo que afirmaban al principio. Nadie de sus equipos se anima a refutarlos.

Pero las paralelas se juntaron: no en el infinito, sino acá cerquita en Uriarte y Nicaragua en un baño de Radio 10 cuando el ancien régime de Hadad convivía aún con el nuevo elenco introducido por Cristóbal López, y se fajaron de lo lindo.

Malvinas del peronismo

Apenas arrancó la pandemia, La Cámpora y todo el zaffaronismo aprovecharon para liberar la mayor cantidad de presos posible. Massa montó un zoom que le permitiera obtener el quórum parlamentario más fácil. Sigman bloqueó en el Ministerio de Salud de la Nación, al mando de Ginés, la difusión de la Pfizer para tener el monopolio de la AstraZeneca en la n ación; y los “cubanos” del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires aprovecharon la demora en la fabricación de la AstraZeneca para abrir su propia línea de negocios con la Sputnik de la mano del laboratorio (local) Richmond.

Los intendentes y punteros del conurbano se quedaron con la distribución en territorio para que se las pudieran dar a sus secretarias personales y para que pudieran hacer clientelismo en los barrios, respectivamente. Daniel Arroyo aprovechó para comprar los fideos caros. Y Alberto se enfiestó. Malena Massa, que no tenía forma de aprovechar la pandemia, le encontró la vuelta y le puso más cloro al agua beneficiando al principal proveedor-sponsor. Por las dudas, dijo.

La pandemia, quiero decir, fue el Malvinas del peronismo. Detrás de un drama nacional cada uno de sus dirigentes y funcionarios aprovecharon para dar rienda suelta a sus miserabilidades.

Nos vemos en quince días.

 

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Ergasto Riva

Licenciado en Administración. Doctorando en Cs. Económicas. Autor de 'La Moneda Virtual' (2012). En Twitter es @ergasto.

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