La novela de la Ley Ómnibus tuvo el miércoles un verdadero plot twist cuando el Gobierno, al ver que algunos artículos empezaban a ser rechazados (casi todos los incisos del artículo sobre la reforma del estado y algunos del de las facultades delegadas), decidió cortar por lo sano y pedir que la ley vuelva a comisión, ante la sorpresa y el hastío de buena parte de la oposición “dialoguista”. Lo que siguió fue un verdadero vodevil que nos dejó preguntándonos si estos muchachos saben lo que hacen o su inexperiencia no sólo es mayor de la que creíamos sino que tampoco parecen estar dispuestos reconocer que necesitan ayuda.
El presidente del bloque Hacemos Coalición Federal, Miguel Ángel Pichetto, lo dijo con todas las letras durante el debate: “Les pedimos que tengan una cuota de flexibilidad, les encanta seguir perdiendo”. Y el presidente del bloque de la UCR, Rodrigo de Loredo, dijo entre llantos: “Estuvimos desde el minuto uno, nuestro bloque hizo disidencias de 80 páginas, mejoró la ley. Después de la tormenta de las delegaciones venía una tormenta con las privatizaciones, la cruzábamos y la ley seguía. Había una gran oportunidad de hacer reformas para la Argentina, pero vienen los fundamentalismos de siempre que nos hunden como país y empieza todo de cero”. Tanto Pichetto como De Loredo votaron a favor de todos los artículos, no así sus respectivos bloques. La sensación es que el Gobierno no se dejó ayudar. Como cuando Daniel Tinayre le gritó a una Mirtha Legrand empacada: “¡Te perjudicás!”
Para colmo, una declaración del ministro del Interior Guillermo Francos esa noche en La Nación + dejó entrever que no sabían que si mandaban la ley a las comisiones otra vez se caía también su aprobación general, es decir, volvía todo a foja cero como el Día de la Marmota. El presidente del bloque de La Libertad Avanza, Oscar Zago, confirmó la confusión.
Pero el presidente Javier Milei, que aquel día había llorado en el Muro de los Lamentos, hizo la del Chapulín Colorado y dijo “no contaban con mi astucia”. Ornella Panizza, la influencer de trading conocida en X como @ladymarketok, tuiteó: “Ayer pensaba: ¿y si Milei sabía que iba a pasar esto y era para mostrarle a la gente lo expuestos que quedaron los «políticos»?”. Y Milei le contestó: “COOOOOOORRECTO”. Vamos, presidente. Eso no se lo cree nadie.
Pero esta será su táctica: acusar a la casta (a quienes tildó hasta de “delincuentes”) de impedir las reformas y fidelizar a su núcleo duro. Mientras tanto, parte de la oposición intentará ayudarlo hasta que se le acabe la paciencia. Todo estará colgado de un pincel mientras la economía no se termine de desmadrar.
Estamos en manos de Jehová.
Cuando la espuma del fracaso de la Ley Ómnibus todavía no había bajado, los portales anunciaron que el Gobierno había enviado al Congreso un proyecto de ley para volver a prohibir el aborto. Con la firma de la diputada de La Libertad Avanza por Santa Fe Rocío Bonacci, el texto circuló por X provocando una oleada de estupor incluso entre los propios libertarios: ¿era el momento para exponerse a otro fracaso?
Enseguida varios diputados del PRO y la UCR que habían acompañado la Ley Ómnibus avisaron que no acompañarían este proyecto. Hasta la diputada Lilia Lemoine, que figuraba como una de las firmantes, dijo que ella no había firmado, que habían puesto su firma sin su consentimiento. La diputada Bonacci tuvo que salir a aclarar: “El proyecto es mi iniciativa, no del Ejecutivo”, y ante una pregunta del forista Carlos Maslatón, respondió: “No sabía que tenía que pedir permiso para proceder”.
Al día siguiente, el vocero de la presidencia Manuel Adorni aclaró: “No es parte de la agenda del presidente la derogación de la ley de aborto. Estamos preocupados, abocados y trabajando sin descanso en otros temas muchísimo más urgentes y, si se quiere, relevantes que este. La iniciativa no esta impulsada por el Poder Ejecutivo”.
Después el ejército de minions salió a instalar teorías conspirativas que no vale la pena reproducir (operaciones relacionando a Bonacci con su padre José Bonacci y el gobernador de Santa Fe Maximiliano Pullaro), pero lo cierto es que todo este minué coronó un miércoles que dejó a Veep como si fuera The West Wing al lado de los diputados oficialistas.
Por supuesto que ante la amenaza celeste se despertaron todos aquellos que se sienten cómodos en la resistencia, como si un gobierno de Milei contra el aborto fuera lo que ellos más quisieran el mundo. No está mal recordar algo que señaló el periodista Javier Navia: “Desde que el aborto es legal, ya se presentaron proyectos para derogarlo. En 2021 lo hizo el diputado sanjuanino Marcelo Orrego, de Juntos por el Cambio, con la firma de ocho diputados del PRO, dos de la UCR y dos de la Coalición Cívica”.
Esto no quiere decir que nos de lo mismo. Sólo quiere decir que no hay que dramatizar, que no siempre el conserva es el otro y que no va a ser tan fácil volver atrás con esa ley.
El lunes se viralizó el video de un médico del Hospital Argerich de La Boca que era increpado por un grupo de personas impacientes por ser atendidas. Mientras una de esas personas lo grababa con el celular, el médico explicaba en dos minutos la situación de un hospital público: “Somos ocho médicos y, lo que ustedes no ven, es que por atrás entran las ambulancias. Ingresaron cinco personas para intubar. Estamos todos corriendo hace tres horas”.
Pero lo que más llamó la atención fue que todas las personas que estaban esperando ser atendidas, ninguna con una urgencia manifiesta, venían del conurbano o de más lejos todavía: La Plata, Florencio Varela, Aldo Bonzi, Avellaneda, Alpargatas y Zapiola. Una incluso aclaró: “Vinimos directamente”. Es decir: ni siquiera perdieron tiempo en intentar ir al hospital de su zona.
A raíz de esto el jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Jorge Macri, dijo que se está armando un sistema para priorizar la atención a los porteños. El gobernador de la provincia, Axel Kicillof, le contestó que es un “razonamiento estúpido” y apeló al ejemplo de los porteños que van de vacaciones a la costa o a pasar el fin de semana a zona norte y tienen que usar los hospitales, como si el problema de la salud pública en PBA estuviera en Pilar, Pinamar o Villa Gesell. Lo que se dice hacerse el boludo.
Luego está la “gente buena” a la que le molesta, y con razón, una medida tan antipática. En un país normal, la propuesta de priorizar a un argentino por sobre otro a la hora de atenderlo en un hospital público podría considerarse repudiable. Pero este no es un país normal. Es un país en el que, por ejemplo, el gobernador responsable de que los hospitales públicos de buena parte del conurbano no sean siquiera una opción a considerar por los vecinos se hace el boludo y cree que es lo mismo Escobar o Santa Teresita que Aldo Bonzi.
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