Vuelve GADEV después de 40 días y volvieron las marchas de la CGT después de cuatro años. Aunque ya estamos acostumbrados desde los famosos 13 paros de Ubaldini a Alfonsín, no por ser una obviedad hay que dejar de decirla: la CGT sólo marcha contra gobiernos no peronistas. A Alberto Fernández no le hicieron ningún paro a pesar de que en su gobierno subieron la pobreza y la indigencia, subió el trabajo informal, se disparó la inflación y cayeron el salario real y las jubilaciones. (Por no hablar del aumento del déficit fiscal y la caída de las reservas, pero eso no creemos que le importe a la CGT.) A Javier Milei, a un mes y medio de su asunción, ya le hicieron un paro general.
Según la ministra de Seguridad Patricia Bullrich hubo 40.000 manifestantes, según la CGT hubo 600.000, lo cierto es que hubo mucha gente pero era la de siempre. Sindicalistas con pecheras, kirchneristas de Palermo, actores con rostro atribulado instagrameando su compromiso político, escritoras feministas profesionales, lúmpenes y hasta la influencer Milky Dolly haciendo payasadas para captar likes. Pese a lo que quieran creer o hacer creer algunos, había más diversidad ideológica en las marchas anticuarentena.
En el escenario, el secretario general Pablo Moyano dijo: “Si el ministro de Economía (Luis Caputo) lleva adelante estas medidas, los trabajadores lo van a llevar en andas, pero para tirarlo al Riachuelo”. Otra vez: estamos acostumbrados a la violencia discursiva de esta gente, pero siempre son capaces de desafiar nuestra capacidad de asombro. La referencia a tirar opositores políticos al agua es demasiado siniestra como para dejarla pasar, y no deja de llamar la atención que el mismo espacio político que ante cualquier alusión lateral que podría ser relacionada lejanamente con la dictadura sale a llorarle a Amnesty Internacional y a la Corte Internacional de La Haya pueda proferir una amenaza tan directa, con las Abuelas de Plaza de Mayo ahí presentes, sin que a nadie se le mueva un pelo. Pero en fin: kirchnerismo.
¿Kirchnerismo o peronismo? Buena pregunta. Algunos creen que son lo mismo, otros siguen soñando con la posibilidad de un “peronismo racional” que se desembarace de Cristina, Kicillof y compañía, y aunque esto último parece bastante ingenuo a la luz de los acontecimientos de los últimos años, los peronistas que se sumaron al gobierno de Milei pueden ser la llave.
El más importante es el ministro del Interior Guillermo Francos, que había sido hasta noviembre funcionario de Alberto Fernández (representante de Argentina ante el Banco Interamericano de Desarrollo), luego pasó a trabajar con Milei y ahora pareciera sostener el andamiaje político del Gobierno.
Consiguió, por ejemplo, que tres diputados de Tucumán se separaran del bloque de Unión por la Patria y votaran a favor del dictamen de la ley Bases. Según el periodista Sebastián Lacunza, todo fue un toma y daca por las retenciones a la exportación de limones, que iba a ser del 15% y ahora quedó en cero.
Y sí, nadie va a esperar que el peronismo, por más “racional” que parezca, haga nada por altruismo o bondad. Pero quién sabe si esta no sea una señal de posibles acuerdos futuros que cuando se obedecían las órdenes de Cristina no eran tan posibles. El vaso medio vacío es hasta dónde son capaces de acordar y qué cosas son capaces de dar a cambio. Algunas expresiones del ministro de Justicia Mariano Cúneo Libarona erizaron la piel de quienes no olvidan las tropelías penales del kirchnerismo: el mes pasado dijo que no van a usar a la Justicia federal para perseguir a los opositores, porque “son tiempos de pacificación”, y la semana pasada, cuando se cumplieron nueve años de la muerte del fiscal Alberto Nisman, resurgió un video de 2017 en el que dice que cree en la teoría del suicidio.
¿Gobernabilidad por impunidad? Es el miedo que tienen muchos, aunque hasta ahora no hay nada concreto: las amenazas golpistas no amainaron y hasta ahora no hay datos concretos de que se haya parado ninguna causa. Habrá que estar atentos.
La guerra en la Franja de Gaza continúa con un avance claro de las Fuerzas de Defensa Israelíes. Las instalaciones de Hamás fueron diezmadas al punto tal de que desde el domingo que no lanzan misiles (al menos hasta el momento de escribir estas líneas) y, lo que es más importante, los propios gazatíes están empezando a protestar contra su propio gobierno terrorista.
El teniente coronel Avichay Adraee, portavoz de las FDI para los medios árabes, publicó el miércoles un video de un grupo de palestinos en Deir al-Balah exigiendo el fin de la guerra y, lo más sorprendente, que Hamás devuelva a los secuestrados. Ayer hubo otra manifestación contra la guerra, más grande, en la ciudad de Khan Younis. “Netanyahu y Sinwar, queremos un alto el fuego. ¡Basta de guerra, basta de destrucción!”, cantan, según informa el diario Times of Israel.
Esto ocurre en el medio de duras negociaciones entre Israel y Hamás, con la mediación de Egipto, Qatar y Estados Unidos. Hamás ofrece liberar a los secuestrados a cambio de prisioneros palestinos, el cese de hostilidades y el retiro de Israel de Gaza. Israel acepta todo menos esto último, porque correría el peligro de que se repita un ataque como el del 7 de octubre. Ofrece, en cambio, que los líderes de Hamás se exilien en Qatar. Los familiares de los secuestrados y la comunidad internacional presionan para que Netanyahu acepte. Ahora se sumaron los gazatíes.
Y mientras tanto, el gobierno sudafricano denunció a Israel ante La Haya por genocidio, una acusación, esa sí, completamente disparatada pero que, teniendo en cuenta la conformación del tribunal, puede llegar a ser tenida en cuenta. Este no es el lugar para explayarnos sobre esto, pero aprovechamos para recomendarte la nota de nuestro editor Diego Papic que salió la semana de los ataques y esta del columnista del New York Times Bret Stephens que siempre da en el clavo (con este y otros temas). En resumen: hacé como Angelina Jolie y no le des bola a Moreno Ocampo.
La batalla cultural se ha cobrado otra víctima, esta vez en España: el prestigioso filósofo Fernando Savater ha sido despedido del diario El País después de 47 años por divergencias con la línea editorial. Eso le comunicó, según él, la directora María José “Pepa” Bueno Márquez. Savater colaboraba con El País desde su fundación en 1976, pocos meses después de la muerte del dictador Francisco Franco, hasta su última columna del sábado pasado, un comentario sobre la película de Javier Ruiz Caldera y Alberto de Toro Malnazidos.
El domingo salió una entrevista en el diario El Mundo (rival y opuesto ideológico de El País) por su libro más reciente, Carne gobernada, en el que se despacha sin asco contra sus empleadores: “Creo que el periódico ha cambiado mucho, de haber sido un periódico crítico, plural, a convertirse en un medio gubernamental abiertamente. (…) El problema de Cataluña ha sido decisivo. La entrada masiva en El País de socialistas catalanes, y que poco a poco fueran apoderándose de los puestos importantes, ha sido un cambio fundamental”.
Eso fue la gota que colmó el vaso y el llamado de “Pepa” no tardó en llegar. Adiós tras casi medio siglo de columnas.
Pero peor que el despido de Savater fue la actitud de algunos de sus colegas y compañeros. La periodista Natalia Junquera publicó un hilo en X que empieza diciendo: “El País no ha despedido a Savater, le ha ahorrado el suplicio de tener que escribir en un periódico plural, donde cabía él y los que no pensaban como él”. Escribió más cosas, un hilo de cinco tuits y más de mil caracteres para tratar de no decir, con juegos de palabras y expresiones seudopoéticas lo que es: que El País sí ha despedido a Savater.
Y después estuvo nuestro querido Martín Caparrós, también colaborador del diario, que tuiteó: “Lo curioso fue que tuvieran que echarlo. Si alguien cree que trabaja para «el portavoz del peor gobierno de la democracia», ¿no se va solo para no participar de semejante horror? So long, Savater. Qué interesante eras, hace tanto”. Entendemos que la deriva ideológica de Savater lo haya alejado a Caparrós (nosotros creemos que Savater evolucionó y Caparrós no, pero eso es una opinión nuestra; igual que Caparrós piense lo mismo que hace 40 años y Savater no da la pauta de que tan errados no estamos), pero ¿un tipo de izquierda no debería solidarizarse con un compañero que se acaba de quedar sin trabajo? ¿No le parece que, incluso visto desde su óptica, queda así como buchón del patrón, en este caso el Grupo Prisa? Eso pasa cuando la ideología nubla la razón.
Desde acá le mandamos un saludo a Fernando Savater. Ojalá muchos que tienen menos años fueran como él.
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