Gracias a Dios es viernes

#19 | El enjuague de Alberto

Otro regalito de la Corte. Mentime un poco, Milei. Hay que escuchar más a los judíos de Once.

Nos olvidamos porque la avalancha de acontecimientos va sepultando a los acontecimientos anteriores, pero el gobierno al que le queda una semana es el de Álberto Ángel Fernández, el peor presidente de la historia argentina; el que dijo que Bugs Bunny era un estafador (¡y todavía ni había asumido!), el que mostraba filminas repletas de errores en los albores de la pandemia, el que dijo que “los brasileños vinieron de la selva”, el que confundió a La Garganta Poderosa con Garganta profunda, el que le echó la culpa a su “querida Fabiola” por la fiesta en Olivos en plena cuarentena, el que se quedó dormido en el acto de asunción del presidente colombiano Gustavo Petro y todo esto sin siquiera entrar en detalles sobre lo realmente importante: el deterioro de todos y cada uno de los indicadores económicos y sociales entre 2019 y 2023. Fue malo su gobierno y fue malo él, un presidente indigno de su investidura.

Por eso ahora anda de rotation por los medios para darle una enjuagadita final a su imagen antes de entregarle la banda a Javier Milei e irse a vivir a España para ejercer de “profesor”. Y los periodistas están ávidos de facilitarle el champú y el jabón. No hablamos de los mercenarios kirchneristas ya conocidos (ellos lo aborrecen hace rato y ahora deben estar mandando mails y mensajes de WhatsApp para ver si queda algún presupuesto en manos “compañeras” por algún lado), sino de otros con fama de objetivos como Jorge Fontevecchia y María O’Donnell.

El sábado salió en Perfil una larga entrevista que su dueño le hizo al presidente. Lo que más se destaca igual no es eso sino la columna de opinión que la acompaña, que termina así: “Durante el reportaje de casi dos horas, el cuarto así en sus cuatro años de mandato, venía a mi mente la frase de Woody Allen: «No conozco la clave del éxito, pero sé que la clave del fracaso es tratar de complacer a todo el mundo». Alberto Fernández carece tanto de la dosis de maldad como la de la locura que caracteriza a una mayor proporción de políticos que alcanzan esa posición con más éxito. Se va un buen hombre”. Ni siquiera en Seúl, a la que acusan de ser “una revista macrista”, tendríamos la poca elegancia de escribir una cosa así de algún político afín.

En la entrevista propiamente dicha se destaca lo que Fontevecchia eligió como título: “Apuntaron a mi helicóptero con mira telescópica tras el atentado a Cristina”. Igual lo más divertido de eso es verlo en el video, sobre todo por la respuesta de Fontevecchia: “Wow” (pero tenés que verlo).

Como Sergio Massa, que era un presidente imaginario y ahora va a ser un asesor financiero imaginario, Alberto es una víctima imaginaria. Si el Lee Harvey Oswald de Cristina fue un lumpen vendedor de copos de nieve, ¿quién puede haber sido el de Alberto? ¿Quién le puede haber apuntado con una “mira telescópica” a su helicóptero para “darle un mensaje”? ¿Qué mensaje? ¿Qué la grande de jamón y morrones ya estaba en camino?

Una linda costumbre de la Corte Suprema es la de darle la bienvenida a un nuevo gobierno no peronista con un fallo que lo obliga a desembolsar fortunas en coparticipación para las provincias. Pasó en 2015, cuando sólo quince días antes de la asunción de Mauricio Macri el tribunal declaró inconstitucional un recorte del 15% que el Gobierno venía realizando desde hacía casi diez años, y recibió así a la flamante administración con una deuda de 80.000 millones de pesos, además de una disminución de 13.000 millones de los ingresos en su primer año de gobierno. (A plata de hoy sería una deuda de más de dos billones de pesos y una disminución de casi 450.000 millones de pesos en los ingresos anuales. Un vuelto.)

Ahora está cerca de pasar lo mismo, porque la Corte acaba de desestimar los pedidos de excusación y recusación formulados por el Estado y queda así habilitada para ejecutar la sentencia, que en este caso es de “apenas” 220.000 millones. Dos mangos.

Pero ojo, que el timing taimado de Lorenzetti y cía no significa que no sea un fallo justo. Nuestro editor general Hernán Iglesias Illa casualmente repasó el caso en su nota del domingo: con la excusa de subirle el sueldo a la policía de la provincia de Buenos Aires, luego de un reclamo salarial, Alberto resolvió quitarle a la Ciudad un punto de la coparticipación. La medida era, obviamente, más el castigo a un electorado adverso (y un golpe al entonces principal opositor Horacio Rodríguez Larreta) que una medida real de redistribución. Diez días antes, en un acto en Santa Fe, Alberto había lanzado una frase que quedó como una de las más célebres de su repertorio: “Buenos Aires es una ciudad que nos llena de culpa por verla tan opulenta”.

El gobierno de Larreta reclamó y, como es lógico, la Corte falló a favor. La batalla continuó con estratagemas legales y parece que recién ahora se va a dirimir, a favor de “la opulenta”, como corresponde, pero el muerto se lo dejaron a otro. Esa es otra similitud con 2015: cómo el kirchnerismo hizo destrozos para zafar hasta el último día de su gobierno sin ponerse a pensar en cómo repararlos si ganaba, y después perdió y se salvó de tener que hacerlo. La diferencia es que el que ganó parece haber aprendido de la experiencia anterior y ya está avisando que se vienen tiempos muy difíciles y, sobre todo, aunque esto está por verse, sus votantes parecen haber aprendido lo mismo.

En ese afán de Milei por avisar que la cosa va a ser complicada, a diferencia del gobierno de Cambiemos al que hasta hoy le reprochan no haber comunicado cuál fue la herencia recibida y transmitido un optimismo insensato, quizás se va un poco de mambo. No te digo que nos mientas, pero suavizá un poco la cosas. Pero no, da la sensación que parte de su conducta excéntrica, al borde de la neurodivergencia, consiste en la imposibilidad de mentir. Con esto no queremos decir, como Fontevecchia, que es “un buen hombre”. A veces la imposibilidad de mentir puede ser una especie de patología. Un tuitero kirchnerista lo dijo muy bien, aunque con el objetivo de justificar a Sergio Massa, la persona más mentirosa que habita suelo patrio: “Este es un balotaje entre alguien que no puede mentir y alguien que entiende que la mentira es constitutiva de la civilización”.

El miércoles, en una entrevista en radio La Red, el presidente electo dijo: “Va a haber una estanflación, porque cuando vos hagas el reordenamiento fiscal te va a impactar negativamente en la actividad económica”. Debe haber pocos casos en el mundo en el que un político diga tan campante que las medidas que va a tomar van a impactar negativamente en la actividad económica, por más que después aclare (y los que sabemos sumar dos más dos sepamos) que es un paso desagradable pero necesario para alcanzar una estabilidad futura.

La palabra “estanflación” empezó a repetirse por todos lados. “¿Qué es la estanflación?” se preguntaban los medios, desde Clarín a Página/12. Obviamente aprovechó Cristina para azuzar: “La estanflación es una catástrofe social”, como si estuviera hablando de un meteorito impactando en la Tierra y no de algo que ocurrió varias veces en Argentina desde el regreso de la democracia, tres de ellas en gobiernos suyos (años 2009, 2012 y 2014) y una en este (2020, aunque seamos buenos, hubo una pandemia). Y no sólo eso: algunas estimaciones señalan que ya estamos atravesando la famosa estanflación ahora mismo. Inflación hay y decenso del PBI en el segundo trimestre hubo. Todavía no hay datos oficiales para el tercer trimestre (para que haya recesión, tiene que haber dos trimestres seguidos con un decenso del PBI), pero todo indica que si no hay estanflación, le pegará en el palo.

Igual el kirchnerismo, siempre aferrado a las palabras (“dijo caer”, “querido Rey”, etc), se agarra del significante “estanflación” sin darle pelota al significado: no importa tanto si el PBI va a caer 0,5% o subir 0,5%, la economía ya está explotada y la gente lo sabe perfectamente. Lo que no sabemos es hasta dónde llegará su paciencia.

Otra excentricidad de Milei es su interés en el judaísmo. Era una característica que se conocía desde hacía tiempo, pero ahora que es presidente electo, que se mostró con el rabino David Hanania Pinto y que aprovechó su visita a Nueva York para visitar el Ohel, la tumba del rebe de Lubavitch Menajem Mendel Schneerson, esta singularidad cobró mayor importancia. Sobre todo teniendo en cuenta que la comunidad judía de todo el mundo está hoy en una posición difícil por las crecientes expresiones de antisemitismo y la guerra en Israel.

Se sabe que donde hay dos judíos, hay tres opiniones, por lo tanto no debería sorprender tanto que un grupo de referentes de la colectividad haya salido a manifestarse en su momento en contra del “uso político del judaísmo” que hace Milei. Aunque todavía no había ocurrido el ataque del 7 de octubre, ya en aquel momento cabía preguntarse qué ventaja electoral podría tener manifestar admiración por la comunidad judía, que si bien en Argentina es bastante numerosa, igual representa un porcentaje menos que ínfimo de la población. Y si en aquel momento no tenía ninguna ventaja, menos todavía ahora. Primero, porque la comunidad está bajo ataque como nunca antes desde 1948. Segundo, porque Milei ya ganó.

El empresario Martín Varsavsky lo explicó muy bien: “No tiene sentido querer ser judío. Estamos hablando de un mundo de 8.000 millones de personas en el cual 15 millones son judíos; estamos hablando de un país, Argentina, que tiene 47 millones de personas de las cuales 150.000 serán judías; el 99% de la gente o más no es judía. Y además hay un montón de gente que es antisemita. Eso se ve por Israel. Israel es atacada por una organización terrorista que masacra, viola, mata bebés y hay un montón de gente que está con la organización terrorista, lo que significa que ser judío te da cero popularidad. Él genuinamente debe querer ser judío, porque tiene cero ventaja electoral. Debe ser algo que le sale de corazón”.

Pero todavía hay algunos judíos incómodos. El rabino y politólogo Uriel Romano publicó un hilo en Twitter que fue levantado por varios medios, en el que empezó diciendo: “Como judío y argentino quiero decir que me da un poco de miedo la estrecha relación (pública y mediática) de nuestro nuevo presidente con el judaísmo”.

Más allá de algunos argumentos debatibles, nos llamó mucho la atención el siguiente: “Con un antisemitismo creciente en la Argentina desde el Partido Obrero y la izquierda hasta el fascismo de la extrema derecha (algunos dentro de La Libertad Avanza), creo que la exhibición del judaísmo y su «alineación» con el presidente de turno será un nuevo motor del antisemitismo. A los antisemitas no hay que darles excusas, siempre van a odiar, sin embargo creo que esto los va a potenciar (fomentar sus teorías conspirativas), avivará a un sector dormido del antisemitismo católico en la Argentina y creará una nueva ola de nuevos antisemitas”.

¿Cómo puede ser que un rabino diga que la exhibición de judaísmo puede fomentar el antisemitismo? No hay tal cosa como un “antisemitismo dormido” al que es mejor no despertar y para eso tenemos que andar en puntitas de pie. Si a alguien le molesta ver al presidente con una kipá, esa persona es antisemita, y lo será aunque no vea al presidente con una kipá.

Probablemente tanto a Romano como a los referentes judíos que se manifestaron en contra del “uso político del judaísmo” de Milei lo que les molesta, en el fondo, es Milei y no otra cosa. Pero hay muchos otros integrantes de la comunidad judía que piensan como Varsavsky. Quizás sean minoría en las filas de los intelectuales, pero seguramente si preguntamos en los negocios de telas de Once o en las joyerías de la calle Libertad, la proporción sea diferente.

 

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