Gracias a Dios es viernes

#18 | No los perdones, saben lo que hacen

La geografía no es opinable. Massa: de presidente imaginario a asesor financiero imaginario.

Si alguien nos hubiera dicho hace dos años que Javier Milei sería presidente, nos habríamos imaginado una distopía. Pero sucedió y acá estamos, todavía no hay autos que vuelan ni replicantes entre nosotros (o eso creemos). Lo que sí hay son kirchneristas en pánico, aunque recordemos que también los hubo en 2015 y podemos asegurar que los habría habido si la presidente hubiera sido Patricia Bullrich y hasta Horacio Rodríguez Larreta, probablemente.

El que se lleva todos los premios es el padre Francisco «Paco» Olveira, que el miércoles tuiteó: “Como ganó la opción que dice que «donde hay una necesidad NO hay un derecho», quiero pedirles a los votantes de Milei coherencia y por tanto que no se acerquen desde mañana al comedor ni a ningún otro servicio que damos desde la Fundación Isla Maciel. Tampoco nos pidan nada. «No con la mía», como dice la vicepresidenta electa Villarruel, pero no por eso del ojo por ojo y diente por diente, sino porque simplemente no va a haber recursos para todes”.

Seguramente el padre Paco ha leído al menos una vez el Evangelio de Lucas, pero no hace falta porque lo siguiente ya pertenece a la cultura popular y lo conocemos todos, incluso los que no hemos leído la Biblia: cuando a Jesucristo lo estaban crucificando, le dijo a Dios “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. El padre Paco, sin embargo, carece de esa misericordia. De todas maneras hay una diferencia entre los pobres que votaron a Milei y los romanos que crucificaron a Cristo: los primeros sí sabían lo que hacían.

Además del padre Paco aparecieron decenas de kirchneristas anónimos en redes diciendo que ya no van a buscar a sus amigos libertarios en el auto, que les van a subir el alquiler, que van a cobrar honorarios en dólares, que van a echar a la empleada doméstica, etc. Este hilo de Twitter es un buen muestreo. Y tengamos paciencia: ya se vendrán los primos que echaron de la fábrica, los tíos a los que les aumentó un 1000% la luz, los cuñados jubilados que murieron de un paro cardíaco en una sucursal del ANSES y demás seres mitológicos. Pero como la historia se repite dos veces, una como tragedia y otra como farsa, ahora nos toca reirnos un poco.

Esta semana se presentó en el Monumental Roger Waters con su show This Is Not a Drill, aunque el pobre octogenario no pudo pasar la noche en la ciudad por culpa del “lobby sionista”, según denunció. En efecto, el Faena y el Alvear le cancelaron las reservas. Claro, Alan Faena es un gran representante de la comunidad judía sefaradí argentina y el Alvear es propiedad del Grupo Sutton Dabbah. Como parece que Waters no consiguió ningún hotel de la comunidad palestina (bueno, no hay) y tampoco quiso aceptar la calurosa invitación de la Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadores Estatales (CLATE), que puso a su disposición sus hoteles sindicales (es antisionista pero no boludo), tuvo que pasar la noche en San Pablo.

Es que lo de Waters ya pasó de castaño oscuro. En una entrevista con el periodista Glenn Greenwald a principios de mes dijo que le parecía extraño que la inteligencia israelí hubiera sido burlada de esa manera, que no descartaba que todo haya sido una operación de Israel para usar de excusa para invadir la Franja de Gaza y hasta que se había exagerado la magnitud de la masacre. Antisemitismo puro y duro por parte de un tipo que ya ha dado muestras sobradas de que detesta al pueblo judío. Ya lo había confirmado este año alguien que lo conoce muy bien. Polly Samson, la mujer de David Gilmour, su compañero de Pink Floyd, tuiteó: “Sos antisemita hasta la médula. También un apologista de Putin y un mentiroso, ladrón, hipócrita, evasor de impuestos, que hace playback, misógino, enfermo de envidia, megalómano. Basta ya de tus idioteces”.

Por eso esta vez la cosa se le puso más espesa que de costumbre a Waters, y además de los hoteles que le negaron alojamiento, la DAIA presentó un amparo para suspender sus shows, directamente. La justicia no dio lugar a la suspensión pero le ordenó a Waters que se abstenga de emitir expresiones antisemitas y colocó a una fiscal para monitorear el recital.

Es cierto que todo esto colisiona (para usar una palabra de Silvina Batakis) con el derecho a la libertad de expresión, pero los discursos de odio tan flagrantes en boca de alguien tan popular e influyente hacen un daño objetivo y palpable. Por ejemplo: militantes pro palestina aprovecharon e instalaron una carpa cerca del estadio, enfrente de la escuela judía ORT, cuyos alumnos tuvieron que retirarse los dos días antes previendo la posibilidad de cruzarse con este tipo de manifestaciones. Una madre fue a increparlos y la agredieron.

El miércoles el periodista Gonzalo Sánchez contó en Lanata sin filtro cómo fue el recital y, luego de deshacerse en elogios artísticos hacia el show del nazi, relativizó sus declaraciones, ante la indignación de sus compañeros Santiago García, Rolando Barbano y Marina Calabró. Primero dijo que había habido un “contrapunto” entre la madre de ORT y los militantes pro palestina, cosa que Barbano –cuyo hijo va a esa escuela– corrigió: “No fue un contrapunto, la cagaron a piñas”. Y después, cuando citó a Waters diciendo “desde el río Jordán hasta el Mediterráneo”, García le explicó: “Eso significa la eliminación del Estado de Israel”. Y Sánchez le retrucó: “Él no dijo eso, no dijo «eliminación del Estado de Israel», eso lo estás diciendo vos”.

Parece que para Sánchez la geografía es una cuestión opinable.

Sergio Massa había anunciado que se tomaba licencia del ministerio de Economía y unas horas después de arrepintió, así que ahí anda el pobre, transicionando. Se ve que le había quedado un saldo para gacetillear en medios y ayer salió en Forbes la noticia de que tres fondos de inversión “se pelean por contratarlo”. El presidente imaginario ahora es un asesor financiero imaginario. El humo del humo del humo. Igual le deseamos la mejor de las suertes.

Mientras tanto, su mujer Malena Galmarini sufrió un colapso nervioso con el celular en la mano, cosa muy peligrosa porque te hace tuitear barbaridades. Nos ha pasado. Primero le contestó a una usuaria random que había tuiteado un fotomontaje suyo con traje naranja de presa: “¡Las ganas con las que te vas a quedar, mi ciela!” ¿Hay algo más de bronca mal contenida que la expresión “mi ciela”?

A eso, otra usuaria le contestó: “Que tilinga que sos, Dios mío. De la que nos salvamos” y Malena no pudo con su genio: “Ah, ¡porque la que pegaste es princesa de Mónaco! Jajjajajajajaja. Besis, «rubia»”. “Besis” entra en la misma categoría que “mi ciela”, pero es maravilloso todo el diálogo que parece de mujeres de lenguas bífidas en una peluquería. Ni Manuel Puig se animó a tanto.

Obviamente los medios levantaron el intercambio y Malena habrá recibido unas cuantas cargadas e insultos, al punto tal que decidió ayer publicar un tuit kilométrico en el que dice, en resumidas cuentas, que no le afecta lo que le digan en Twitter, pero después de unas cuantas puteadas más deshabilitó los comentarios. Nos quedamos con el primero, de una tal @mafaldita2021: “¿Te cuento algo? Tu psicóloga te está robando”.

Todo esto sumado a los nombramientos del gabinete de Milei, con alto nivel de macrismo en sangre (Luis Caputo a Economía, Patricia Bullrich a Seguridad y Federico Sturzenegger a Modernización), nos retrotrae un poco a aquellos días felices de fines de 2015, cuando nos invadía el schadenfreude por la desbandada kirchnerista.

Disfrutemos ahora, porque después Milei va a empezar a gobernar y la cosa no está fácil. Pero quién nos quita lo bailado.

 

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