El lunes conversamos con Nery Persichini, economista y magister en Finanzas. Le preguntamos sobre la caída en la bolsa de Japón, su repercusión en el resto del mundo y qué consecuencias puede traer para el plan económico del Gobierno.
¿Qué gravedad tiene la reciente caída de la bolsa de Tokio?
En un contexto en el cual empiezan a verse señales de debilidad en el crecimiento (especialmente en Estados Unidos), este desplome de la bolsa de Japón, que fue el más grande desde 1987, disparó un proceso de pánico financiero.
Todo empezó con un incremento en la tasa de interés del 0,1% al 0,25% anual. Esto encareció el costo financiero no sólo de los japoneses sino del resto del mundo. Muchos inversores toman dinero en yenes a tasas baratas para invertirlo en alternativas internacionales más riesgosas. El aumento de la tasa hizo que muchos inversores desarmaran posiciones “apalancadas” (con endeudamiento) en las principales bolsas del mundo, pero especialmente en Estados Unidos.
En este mercado, las acciones habían trepado 15% en el año, con las compañías tecnológicas a la vanguardia. El caso más emblemático es el de Nvidia, cuya valuación había escalado 140% en 2024 antes de los acontecimientos de las últimas horas. La sangría generalizada en los activos de riesgo desató un proceso de “vuelo a la calidad”. Es decir, los inversores salieron de instrumentos riesgosos para migrar hacia variantes de resguardo, como los bonos del Tesoro estadounidense.
¿Qué impacto puede tener esto en el mercado local?
La onda expansiva también llegó a la Argentina. Aunque el cepo y las restricciones amortiguan parcialmente el impacto, el cambio de humor de los inversores se sintió. En una jornada que fue de menos a más (hubo una recuperación intradiaria), los bonos en dólares perdieron hasta un 2% en moneda dura, mientras que los ADRs en Wall Street cedieron hasta un 3%. El riesgo país llegó a rozar los 1.700 puntos. Por su parte, el dólar contado con liqui avanzó 1,2%.
¿Esto puede comprometer al programa económico del Gobierno?
Si este ruido y esta volatilidad internacional se mantienen, a la Argentina se le va a complicar un poco más volver a los mercados y también defender este crawling peg del 2%, porque empieza a ocurrir que otras monedas emergentes como Brasil se devalúan, y eso hace que la competitividad argentina se deteriore más rápidamente.
¿Y en los sectores productivos qué efecto puede tener?
Difícil saberlo. Estamos viendo los primeros fogonazos financieros. Pero si los miedos de recesión global se materializan, la demanda por commodities se va a resentir. Como resultado, podríamos ver menores precios de la soja.
¿Qué tan cierto es lo que dice el Gobierno sobre que con el cepo y el superávit fiscal es posible mantenerse al margen de la turbulencia?
El cepo es una barrera de contención para el dólar. Pero no blinda al país de efectos indirectos derivados de menores exportaciones y pérdida de competitividad. Que el tipo de cambio no reaccione elimina un mecanismo de amortiguación automático que otros países de la región tienen, como Brasil y Perú. Los ajustes para recomponer la generación de dólares comerciales se vuelven más lentos y dolorosos.
Más allá de estas cuestiones muy discutidas en la literatura, el riesgo país sí tiene una exposición plena tanto a los cambios en el sentimiento inversor (risk off global) como a las expectativas de deterioro macro que esta clase de eventos podría inducir. Con o sin cepo, el termómetro de la confianza en Argentina es el riesgo país.
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