Un mediodía de diciembre, en los ’80, se me aparece en casa el Pío (no se llamaba Pío pero le decíamos así y hoy le voy a seguir diciendo así para preservar su verdadera identidad). El Pío era un amigote del club. Buen muchacho, un poco aparato, como se decía en aquellos tiempos. Su visita intempestiva me llamó la atención pero lo hice pasar porque me dijo que tenía que hacerme una propuesta genial de la cual nunca me arrepentiría.
Apenas entró me contó que estaba en un proyecto que lo transformaría en millonario en poco tiempo y que no quería sentir la culpa de ver en un futuro a sus amigos siendo pobres mientras él disfrutaba de su fortuna. Cuando le dije que me contara de qué se trataba me dijo que no me podía decir nada hasta que no fuera a una reunión que se iba a hacer esa misma tarde en un local justo cerca de mi casa. Me recalcó que a esa reunión fuera de traje o de saco y corbata.
A las 5 de la tarde estaba puntualmente en esa reunión. Me acuerdo de que vi a un montón de muchachos de alrededor de 20 años, la mayoría más grandes que yo, con unas combinaciones de saco y corbata al menos extraños. Blazer tipo colegio, camisa leñadora, corbata y jeans, por ejemplo. También había mujeres y gente grande ilusionada con salir de la miseria cotidiana a partir de la venta de esos productos, pero eran los menos.
Después el Pío me presentó a un hombre y a una mujer de alrededor de unos 40 años que eran una especie de líderes. Todo estaba muy jerarquizado y hasta usaban unos pines, a modo de jinetas, para mostrar su grado. Cuando empezamos a charlar y metí un chiste, que era bastante malo, exageraron la forma de reírse. Me extrañó. Entonces metí otro chiste peor y me lo festejaron aún más. Muy sospechoso.
Al empezar la presentación comenzaron a mostrarnos una serie de diapositivas con gente que se había comprado una cupé Sierra XR4 vendiendo esos productos, recibían premios en el Hotel de Cataratas del Iguazú, gozaban de prestigio y de todo lo que la vida laboral te podía aportar. Una vida feliz se podía producir vendiendo estos productos de limpieza.
Después apareció uno que empezó a hacer unos garabatos con los que te explicaba que si vendías por 100 dólares, tendrías a un subordinado que te daría 20% de las ventas de él, y así sucesivamente. 100, 1.000, 10.000, 100.000 dólares aparecían escritos sobre una pizarra. Los ceros se agregaban y se agregaban. La palabra mágica en aquél entonces era marketing. Todo se podía gracias al marketing. No olvidemos que estamos hablando de 1986 y toda esa jerga sonaba potente: segmentación, publicidad, promoción, benchmarking, clustering. Toda la platea quedó subyugada.
Me imagino que la gran mayoría de ustedes desde hace rato ya están adivinando de qué se trataba la propuesta del Pío: venta piramidal.
Cada una de estas estafas piramidales tienen alguna novedad, acorde con los tiempos, que las renueva. En aquel momento era el marketing, pero también hemos visto recientemente las estafas piramidales que promocionaban El Telar de la Abundancia como empoderamiento femenino o las criptomonedas como una revolución de la sociedad civil contra los Estados que emiten monedas fiat. Lo mismo da.
Cada época tiene su deus ex machina que permite explicar lo que desde el punto de vista lógico no tiene explicación. La nueva estafa viene con el teorema de la imposibilidad de Arrow, BTU, WTI y las falacias ad verecundiam, del hombre de paja, ad hominem mientras se habla de ceros y ceros. 30 mil millones, 40 mil millones, collateral, call option, 125 mil millones de dólares. Alejandro, ¿querés que te muestre el celular?
Botón de reset
Había un viejo chiste que decía que el procedimiento para cambiar el motor de un auto era más o menos el mismo que para hacer un transplante cardíaco, pero que la diferencia entre lo que cobra el mecánico y los honorarios del cardiocirujano se debía a que este último tenía que hacerlo con el motor andando.
La sociedad argentina tiene un orden, pero ese orden no sirve para alcanzar el desarrollo. Y ese orden está asentado en que la gran mayoría de sus miembros dan algo a la sociedad pero también reciben algo de la sociedad, y por lo tanto, ante un cambio, muchos temen tener que seguir dando lo que dan y no recibir lo que están recibiendo. En esto está basada su estabilidad y su robustez, pese a que una amplia mayoría de los miembros que componen esa sociedad estén disconformes con ese orden y que cada uno pretenda que fuera otro muy distinto al actual.
Ante la secular decadencia muchos empiezan a preferir que se implemente otro orden, pero ninguno sabe cuál es la secuencia que permitiría migrar, sin muchas convulsiones, hacia otro sistema. Es similar a desactivar una bomba: todos saben que para que no explote hay que cortar los tres cables, pero sólo una secuencia de las seis posibles posibilita desactivarla sin que explote.
La escoba
Tal vez haya casos anteriores, pero antes que Javier Milei esgrimiera la motosierra como herramienta fetiche de su política Jânio Quadros, que fue presidente de Brasil en 1961, también sintetizaba su propuesta con una escoba con la que pensaba barrer la corrupción de la política que según él era la fuente de todas las desgracias del país.
Antes de llegar a presidente, Quadros había sido concejal, diputado provincial, intendente de la ciudad de San Pablo y gobernador del estado de San Pablo. Pese a haber hecho todo el cursus honorum, despreciaba e injuriaba la política y al Parlamento, a los que responsabilizaba de todas las desgracias presentes y pasadas. Se mostraba distinto a todos los demás políticos y decía ser fiel solamente a sus principios. Su personalidad y aspecto extravagante para la época le granjeó la adhesión de fervorosos seguidores, los cuales usaban una escobita como pin en la solapa.
A los siete meses de haber asumido la presidencia, pese a haber sido el presidente que más votos había obtenido en la historia de Brasil, renunció sin una explicación lógica. Él habló de “fuerzas terribles”, pero nunca dijo cuáles eran. Todavía sigue siendo una intriga de la politología brasileña qué motivó su renuncia.
El cuñado del padre de un amigo era uno de los tantos entusiastas seguidores de Jânio Quadros. Estaban juntos en una casa de Curitiba cuando se produjo su renuncia intempestiva, que provocó una terrible desazón entre sus seguidores. Cuando el padre de mi amigo fue al baño, encontró en el fondo del inodoro el pin de la escobita.
Nos vemos en 15 días.
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