La aventura interior

#10 | Hecho en Argentina

Dos series y una película en el país de las ficciones.

Ficción, lo que se dice ficción, es que el mundo tenga un Papa peronista, un rosquero octogenario en sotana blanca, al que le abrochan y le desabrochan cada día los 33 botones que representan la edad de Cristo, y le permiten desdeñar los zapatos rojos que simbolizan su sangre (lo mal que le quedarán) por unos negros bien austeros, justicialistas. Y no sólo: también aceptan que manche el atuendo sagrado con la bilis de las convulsiones internas que desgarran las entrañas de un (no tan) noble pueblo, y que diga –imberbe y provocador, militando desde la biblioteca más importante de Occidente el pobrismo intelectual– que Roca fue un salvaje del que deberíamos avergonzarnos. Démonos el gusto de recordar, si de memoria se trata, las palabras que Nicolás Rodríguez Peña escribió a propósito de los 33 años del aniversario de la muerte de Juan José Castelli (y notemos, al pasar, qué triste destino el de los próceres de este país, que abrazan la tradición de los mártires):

Castelli no era feroz ni cruel. Castelli obraba así porque así estábamos comprometidos a obrar todos. Cualquier otro, debiéndole a la patria lo que nos habíamos comprometido a darle, habría obrado como él. […] Repróchennos ustedes, que no han pasado por las mismas necesidades ni han tenido que obrar en el mismo terreno, que fuimos crueles. ¡Vaya con el cargo! Mientras tanto, ahí tienen ustedes una patria que no está ya en el compromiso de serlo. La salvamos como creímos que había que salvarla. ¿Había otros medios? Así sería; nosotros no los vimos ni creímos que con otros medios fuéramos capaces de hacer lo que hicimos […] Arrójennos la culpa a la cara y gocen los resultados… Nosotros seremos los verdugos, sean ustedes los hombres libres.

Todo lo que es Buenos Aires

Argentina es un país de ficciones: las que brotan solas como plantas invasoras, que si no sacás copan el terreno (Francisco I); las que se alimentan del aire, crecen a la intemperie y son imparables (Colapinto), y las que florecen en la pantalla de cada uno de tus dispositivos, oh cansado lector, en esta primavera austral. Pero antes, otro instante de memoria: por más que nos alivie haber puesto orden en el INCAA, sepamos reconocer lo que nos dio como país haber financiado películas malas sin audiencia (“más ventanas que espectadores”, ilustró Manuel Adorni): una generación de profesionales de la industria que se destacan a nivel mundial. Las mentadas producciones argentinas sin éxito –estimado vocero presidencial, si tan sólo leyeras estas líneas– han sido verdaderas escuelas que el kirchnerismo destruyó y fomentó en igual medida.

La rodilla de Clara (1970), de Éric Rohmer

Envidiosa (2024)
Alberto Fernández definitivamente no pudo, pero esta serie quizá sí pueda destruir el patriarcado, o al menos pegarle un buen sacudón, y no porque se le resista o lo denuncie, sino porque se anima a reírse con él: mujeres porteñas al borde de perder sus últimos óvulos, hundidas hasta el cuello en la competencia existencial por ganar. ¿Qué queremos las mujeres? Freud definitivamente no pudo, pero Envidiosa quizá sí pueda darnos una respuesta: ser más que cualquier otra, no importa cuándo leas esto. El mandato es para siempre: estar sin descanso y hasta el final dispuesta a todo con tal de prevalecer. Quizá no lo sepas, lector exhausto, pero seguro necesitás una dosis de costumbrismo porteño post-feminista. La prueba:

–Quiero un hombre como yo lo quiero, de la profesión que quiero, que me diga “¿subió la prepaga? Tomá, te la pago yo, ni me fijo”.
–Pero vos autogestionaste eso en tu vida, vos viste que vos podés pagar la prepaga. ¿Para qué necesitás a un chabón al lado?
–Porque estoy harta de hacer todo sola. Quiero tener lo que quiero tener, lo que me dijiste vos, lo del feminismo y eso que siempre me decís.
–¿Qué del feminismo?
–Elegir sobre mi cuerpo, sobre mis cosas y sobre la vida que quiero tener. Quiero ser esa gran mujer detrás de ese gran hombre.

Porno y helado (2024)
El director, guionista y actor Martín Piroyansky tiene un tal amor por el pueblo que somos que dedica su talento a hacernos reír, aunque no de cualquier manera. Como pasa con los buenos cuadros, para disfrutarlos plenamente hay que estudiar. Cada capítulo es un homenaje a nuestra tradición (que es también la del mundo entero, como nos enseñaron Borges y la revista SUR), un canon personal sobre el que Piroyansky va construyendo su marca.

Más intelectual y elevada que el Pol-ka 2.0 de Netflix, Porno y helado es un tête-à-tête con el espectador 2024, el que está hoy despierto de este costado del mundo, el que comparte los chistes internos, las referencias locales, y disfruta de esta gran oda al genio argentino. Piroyansky es un nerd apasionado: no lo corrompe ni el deseo de fama ni el de posteridad. La única pretensión, de haber una, es ser actual.

La práctica (2023)
La última película de Martín Rejtman es una oportunidad imperdible de entrar en su soberbio mundo interior. Como el corazón de esta película está en los diálogos, vamos a transcribir uno, el que una joven compatriota de cincuenta años tuvo con el director a la salida del reciente estreno en el Malba.

–Me hiciste pensar en Rohmer, que me imagino que te encanta.
–Sí –responde el director argentino con cierta desconfianza.
–Porque la tuya es una película de conversación, pero es ahí justo, en el diálogo, donde se enrarece todo. La conversación guía todo pero está alienada.
–Alienada, sí –se disipa el recelo en sus ojos.
–Entonces lo que más te acerca a Rohmer es también…
–Lo que más me aleja. Es exactamente así, porque en Rohmer la conversación es tranquila, como que todo va muy lento y armándose de a poquito, y acá es todo pá pá pá pá.

Tumbas vecinas

Las parejas hechas en Argentina suelen ser legendarias. En la categoría Bella y Bestia, un clásico del romance, nuestro país tiene para darnos una versión vernácula y en absoluto despreciable de Serge Gainsbourg y Jane Birkin. Así se los vio de la mano y muy contentos en Sombras, por supuesto, la última obra de Romina Paula, al famoso, feo, talentoso y prolífico cómico, con la más linda de los 2000, menos preciosa hoy de lo que podría estar de no haber conocido la adicción a las drogas en la adolescencia y, ahora, en su prime time, a las inyecciones de ácido hialurónico. Les deseamos una feliz relación.

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